OJALA NO HUBIESE PASADO NADA

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NARRA PIPER

El sonido continuo de la vibración contra la madera me estaba molestando demasiado. Abrí los ojos para encontrarme con una Alex dormida, boca abajo e invadiendo, prácticamente, la mitad de mi cuerpo.

- Alex... - susurré bostezando – Alex – le acaricié la cabeza – Vause.

- ¿Qué?

- Tu teléfono.

- ¿Qué?

- Que está sonando...

- ¿Qué?

Le di en la cabeza, y fue lo que necesitó para elevar su cabeza. No se movió de encima de mí, solo estiró el brazo y descolgó la llamada poniéndola en altavoz. No tenía ganas ni de llevárselo a la oreja.

- Vause.

- Siento la hora, Alex.

- Jaime – bostezó - ¿Qué pasa?

- Vas a recibir una llamada en media hora del comisario de... - escuché unos papeles moverse – Piper, ¿así se llama?

- Sí – afirmó Alex acurrucándose a mi lado sin abrir los ojos - ¿Y qué pasa con eso?

- Porque te va a pedir que te quedes allí hasta que resuelvan el caso.

- ¿No se supone que yo solo tenía que encontrar al inspector?

- Estas demasiado dormida como para entender que no solo se va a conformar con eso.

- Ya... - suspiró - ¿Y qué me quieres decir?

- Que me digas que vas a querer hacer – en ese momento abrió los ojos mirándome – Por retrasar los días libres de las dos o no.

- Dame un segundo que me ubique, Jaime - silenció el micrófono - ¿Qué le digo?

- Quédate – asentí – Total, es un día.

-Ok – quitó el silenciador – Jaime.

- Dime.

- Retrasa los días. Termino el caso y después me voy a ver a mi madre.

- Ok. Seguramente te llame Sam, pero eso ya es cosa tuya.

- Que se pudra – musitó - ¿Eso es todo?

- Eso es todo, y perdona por la hora.

- No te preocupes.

- Adiós Vause.

- Adiós – colgó – Las cinco de la mañana... - susurró – Yo lo mato.

- ¿Quién es Sam?

- El jefe de inspectores – contestó dejando el teléfono en la mesilla – Un tipo que odio – me dio un beso en la mejilla – Y al que le he mandado más veces a la mierda de lo que te imaginas.

- Pese a ser tu superior.

- Sí – contestó con indiferencia – No le soporto – bostezó – Me voy a duchar.

- Yo te espero aquí – me arropé con la manta – Es muy temprano aún.

- Bienvenida a mis días.

Me dejó un último beso y se levantó para ducharse. La mayor diferencia entre las dos, la descubrí esa mañana. Ambas odiábamos madrugar, pero para Alex era parte de su día a día y lo sabía. Mientras que yo... Pues no.

De hecho, creo que me volví a quedar dormida porque pasé de no sentir nada, a sentir cómo me mojaban la cara. Era ella, dándome tres besos continuos en la mejilla con el pelo mojado.

Miradas de deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora