NARRA ALEX
Me temblaba todo el cuerpo. El corazón se me iba a salir por la boca. Sentía mi estómago completamente cerrado. Y todo, porque me daba miedo encontrarme a mi madre de alguna manera que no podía soportar.
Aún así me armé de valor y llamé a la puerta. Llevaba cerca de dos años sin volver a aquella ciudad. A mi barrio, donde había crecido. Una infancia dividida entre esa casa, y Londres. Y aunque las raíces de mi padre era algo de lo que nunca hablábamos, el hecho de apellidarme Vause, era algo que ni yo quería borrar, ni mucho menos él. Pues sabía que cada vez que veía su apellido en las noticias, su orgullo y alegría aumentaba un poquito más.
Y me abrió. Mi padre, Lee Vause.
- Papá.
- Vause.
Le abracé como si fuera una niña que acababa de despertar de una puta pesadilla, siendo consciente que no salía de ella, sino que entraba.
- ¿Cómo estás?
- Bien – sonrió mirando hacia atrás.
- Ella es Piper – sonreí – Mi... Novia.
- Sé de alguien que se va a poner muy contenta – sonrió mi padre – Hola Piper.
- Hola.
Piper tenía preparada la mano, pero no en mi familia. Conocer a mi novia, no era sinónimo de un simple apretón de manos. Pues mi padre dio un paso y la abrazó.
- Es un placer conocerte.
- Lo mismo digo.
- ¿Dónde está? – pregunté.
- En el jardín. No sabe que vienes – me sonrió - ¿Me acompañas a dejar sus maletas?
- Claro – asintió Piper – Ahora te veo.
Asentí viendo como mi padre y Piper se iban hacia la planta de arriba.
El hecho de referirme a Piper como mi novia, me resultaba tremendamente extraño. Sobre todo porque no es una palabra que yo hubiera pronunciado mucho. Pero tras nuestras conversaciones, nuestras noches de sexo salvaje y nuestros sentimientos; era la única palabra que yo quería asociar a ella.
Tomé aire pisando el césped. De espaldas a mí, sentada en una hamaca y con una toalla en sus piernas. Solo con ver sus manos supe que estaba mucho más delgada, pero al menos conservaba una tez de piel normal.
- El sol de esta ciudad siempre va a ser único.
Se sobresaltó, primero por escuchar de pronto una voz y segundo, por escuchar mi voz. Intentó girarse, pero yo fui más rápida arrodillándome frente a ella.
- Hola mamá – la agarré las manos.
- Hija...
- ¿Cómo te encuentras? – pregunté acariciándole la mejilla.
- No debiste venir, tienes que...
- Tengo que estar contigo – sonreí sintiendo mis lágrimas salir de nuevo – He pedido unos días para estar con ustedes – ella sonrió tímidamente - ¿Cómo estás?
- Estoy bien, pero ven – tiró de mi mano – Dame un abrazo, hija.
Me coloqué como pude sin hacerle ningún daño y la abracé. Era mi madre, Diane, la mujer que más quería, la mujer que estaría por encima de todas... Y la que primero perdería.
- Qué bien me hace que estés aquí – susurró abrazándome.
- Hubiese venido antes pero tenía que cerrar un caso – me volví a arrodillar frente a ella.
- Estás hermosa, hija – sonrió agarrándome con fuerza las manos – Muy hermosa – sonreí dándola un beso en sus delgadas manos - ¿Estás bien?
- Estoy bien mamá. Sabes que antes que cualquiera estoy yo.
- Lo sé. Pero no puedes evitar que me preocupe.
- Dime tú, como te sientes.
- Me siento bien, un poco débil, pero me encuentro bien. Tu padre me consiente en todo – sonreí – No llores.
Sentía como todo mi ser se estaba rompiendo en ese momento. Ella estaba bien, más delgada y débil, pero estaba bien. Seis meses, y ella dejaría de estar.
Me limpió las lágrimas con la delicadeza que solo ella tenía y entonces vi por detrás a mi padre llegar y a Piper quedarse un poco detrás algo más tímida.
- Tengo una sorpresa para ti, mamá.
- Con tu visita me basta.
- Creo que dejarás de pensar lo mismo – sonreí – Quiero presentarte a alguien...
- ¿A quién?
- Ven – le indiqué a Piper - ¿Te acuerdas cuando te llamé el otro día?
- La niña – se giró tratando de pararse y mirar a Piper - ¡Ay!
- No se levante – sonrió Piper.
- No, no, dejame, espera.
La agarré de las manos porque mi padre me lo pidió desde atrás. Con toda la fuerza que a ella la quedaba se levantó de la hamaca tras apartarse la manta. Me soltó mis manos pero solo para agarrar las de Piper.
- Qué guapa es hija – yo asentí sonriendo y llorando al mismo tiempo - ¿Te llamas?
- Piper.
- Piper – asintió – Ven, aquí.
Más de veinte años me había costado esa imagen, la de mi madre abrazando a alguien que me había robado la dignidad, el orgullo, mi corazón y hasta mis orgasmos. Pero una persona que me importaba como ellos dos.
- Ya hablaremos de cómo consentir a mi hija – sonrió mi madre sin soltar las manos de Piper – Porque espero que lo hagas.
- Cuente con ello – asintió Piper.
- Mamá... - protesté.
- Te dije que se iba a poner muy feliz – sonrió mi padre colocándose a mi lado – Tiene otro color – me dijo exclusivamente a mí – Eres su medicina particular, Vause.
Le acaricié la mejilla, para darle un beso en la otra.
Y cuando me quise dar cuenta, mi madre ya le había empezado a contar cómo me gustaba desayunar. No sabía si le había cambiado la cara a mi madre, lo único que sabía era que el dolor que sentía al imaginarme no tenerla, era proporcional a la paz que me trasmitía ver su sonrisa al mirar a los ojos.
Fin.
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Termina esta historia que fue un placer adaptar a nuestras chicas Alex y Piper.
Agradezco a tod@s su apoyo desde el día uno para esta historia y esperen muy pronto "Mirada de pasión".
No olviden dejar su voto y su comentario.
Muchas gracias a mi nombre y el de @Helena Mabbitt por su apoyo y sus hermosos comentarios.

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Miradas de deseo
Fiksi Penggemar¿Qué pasa cuando la atracción física se convierte en algo mucho más complicado? Esta novela es una adaptación la novela de mi buena amiga @Helena Mabbitt la cual pueden leer en su perfil. Le agradezco enormente prestarme su historia para hacer esta...