NO ES SOLO SEXO.

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NARRA PIPER

El trabajo lo hice sola, básicamente porque Alex desapareció. Llamé a Larry, pero no me contesto ninguna de las ocho veces que yo le había llamado, así que me tocó hacerlo todo sola.

No me importó, básicamente porque me seguía sintiendo útil.

Revisé los accesos al restaurante, tanto las puertas de fuera como las de dentro. Encontré su entrada a las diez y trece de la noche y su salida a las dos y veinticuatro de la mañana. Pero eso no me bastó y dado que tampoco nadie me iba a frenar, certifiqué con las cámaras de seguridad del exterior del restaurante que, efectivamente, Paolo había estado en el restaurante.

- Piper...

Terminé de imprimir las fotos que le ubicaban en el restaurante cuando su voz me sobresaltó. Larry había regresado.

- Dime.

- Lo siento... - susurró – No debí pegarte.

Me giré hacia él. Tenías las manos en los bolsillos de su chamarra y la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo. Era mi amigo y no podía enfadarme con él, mucho menos cuando yo la había cagado con él también.

- Debí contártelo...

- Sabes que no hubiese dicho nada.

- Lo sé – asentí – Pero ella se juega el puesto con esto y... Tampoco me la quería jugar. En ningún momento quise reírme de ti Larry.

- Me lo merecía de todas formas, estaba comportándome como un idiota – asentí con una leve sonrisa – Ven, anda – me abrazó – Que no nos vuelva a pasar algo así...

- Y menos por una mujer – suspiré – No quiero volver a lo mismo de la otra vez.

Larry asintió porque los dos estábamos de acuerdo. Cuando ocurrió lo de su novia, bastante tuvimos ya y nos juramos que nunca más. Se llamaba Ana y llevaban unos siete meses juntos. A mí ya me la había presentado y me había parecido una buena niña; pero todo se me fue de las manos una noche. Habíamos quedado los tres para tomar algo, pero él recibió una llamada a última hora para irse. Pensé que Ana también se iría con él, pero decidió quedarse conmigo. Dos copas y un beso. Se me lanzó. Intenté parar todo aquello, pero yo no tenía mis cinco sentidos puestos y lo peor de todo, Ana me entraba por los dos ojos. ¿Cuál fue el problema? Que me invitó a su casa sin mencionar que Larry tenía llaves, así que nos cachó... Además lo hizo en un momento bastante incómodo.

Ana era bisexual, dato que nunca le contó a Larry. Asumí mi culpa, me llevé dos bofetadas de parte de Larry y su rechazo durante mucho tiempo... Hasta que se le pasó el enfado.

Era normal pelearnos por una mujer, pero tampoco me gustaba. Al final haríamos el mismo trato que la última vez, si la mujer era lesbiana, lo intentaría yo. Si era heterosexual, lo intentaría él. Aunque los dos sabíamos que yo tenía posibilidad en ambas situaciones.

- Voy a buscar a Alex.

- ¿Qué hay?

- Paolo está hablando con su abogado, me ha pedido que lo ubique en el restaurante en la franja horaria del asesinato para tenerle al menos allí.

Tras explicarle lo que había encontrado, me fui en busca de Alex. Llevaba tres horas desaparecida, así que lo primero que se me ocurrió fue ir a buscarla en el gimnasio. No podía entrar sin la tarjeta, pero recordé que tampoco me la había devuelto.

Entré en la sala de las máquinas, pero allí no estaba. En los vestuarios tampoco. Así que se me ocurrió mirar en la sala menos usada de la comisaría. Hacía unos años, un veterano nos regaló su saco de boxeo como obsequio por nuestro compañerismo, y allí estaba. Aunque casi nadie lo usaba.

Miradas de deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora