TRES PREGUNTAS

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NARRA PIPER

Conseguí toda la documentación del acceso al restaurante. Quise compartirlo con Alex, pero se había marchado a atender una llamada. Otra cosa no, pero esa mujer vivía pegada al teléfono.

Larry se había marchado bastante resignado, al parecer iba a pasar todo el día fuera de la comisaría y era lo último que quería. Ahí deduje que le gustaba Alex, sino, no se quejaría tanto. Así que la situación era que Alex y yo íbamos a estar todo el día las dos juntas.

Solo esa idea, ya me ponía los pelos de punta. Aunque si me hubiesen dado a elegir, también habría mandado de una patada a Larry con tal de poder estar con ella.

La vi regresar con una ligera sonrisa en el rostro. Era todo lo opuesto a su mirada, tan imponente cuando te mira, pero tan bondadosa y tierna cuando te sonríe. Alex era, sin duda alguna, lo mejor de los dos mundos.

- Alex.

En cuanto me escuchó, retrocedió en sus pasos para venir hasta mi mesa. Sin quitarme la mirada, apoyó sus manos en mi mesa haciéndome ver que tenía toda su atención.

- Al restaurante solo se puede acceder si trabajas dentro, dado que las puertas hacia el interior se abren con una identificación de huellas dactilar que están recogidas en una base de datos.

- Entonces el asesino es de dentro...

- Eso parece - asentí viendo como miraba el documento con las huellas.

- Reduce bastante los sospechosos. Haz dos listas, una con todos los empleados y otra con los que estuvieron trabajando a la hora de la muerte.

- Ok... ¿Puede ser después de comer?

- Sí, claro - asintió sonriendo - Puedes parar si quieres.

Le di las gracias justo antes de que ella volviera hacia su mesa. Mi vista se clavó inconscientemente en su trasero, aquel que, como todo su cuerpo, estaba tan duramente trabajado. Alex no había llegado a su posición comiendo basura y sentada en una silla; era el resultado de inteligencia y trabajo, tanto físico como mental.

Negué volviendo a mirar su cabeza cuando caí. Larry no estaba y ella también tenía que comer. Tragué saliva sintiendo todo mi cuerpo temblar solo de pensarlo, pero era mi momento. Si quería acercarme a ella, tenía que hacerlo. Así que me levanté y fui hacia su mesa justo cuando ella se sentaba.

- He pensado que como tienes que comer, quizás podríamos hacerlo las dos... - en ese momento me miró - Si quieres.

- Es una excelente idea - asintió sonriendo - Si me das dos minutos que cierro una cosa, te acompaño.

- Genial.

No era la cita más romántica del mundo, pero yo lo consideré así. Necesitaba saber si tenía alguna oportunidad con ella, al menos para acercarme más. Conocía a Larry lo suficiente como para saber que si yo no me atrevía, él lo haría. Y si tenía una mínima oportunidad, quería adelantarme.

Jugaba sucio, lo sé, pero Alex lo merecía.

Comió lo que yo me esperaba, bajo en grasa, a la plancha y más de la mitad de color verde. Yo creo que no comí nada, no podía. Pues cada vez que me miraba sentía a mi estómago cerrarse de los nervios; pero es que cuando sonreía, creo que hasta me mareaba de mirarla.

- ¿Cómo supiste que era Augusto? - pregunté intrigada.

- Por su perfil - contestó bebiendo agua - Todas las víctimas habían ascendido en su trabajo, a él le habían echado. Solo había que estudiar las personas que se habían apuntado al paro recientemente y con un trabajo desde hacía más de quince años.

Miradas de deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora