HA SIDO UN PLACER

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NARRA PIPER

Guillermo se fue hundido. Hablando con él habíamos resuelto una duda, la del novio misterioso. Según él, no tenían nada serio, pero se acostaban, se besaban y andaban juntos. Yo no entendí la diferencia entre no ser novios y lo que hacían... Pues para mí, resultaba ser lo mismo.

Supuse que había una gran diferencia de términos de tener treinta y un años, a tener los veinticinco que tenían ellos.

En cualquier caso, no tuve la menor duda de que él no tenía nada que ver en la muerte de Andrea, pues lloró delante de mí, se hundió y me contó lo que ya sabíamos. Pero tampoco le paré.

Al poco tiempo de irse él y de poner su foto en la pizarra, al lado de "relaciones esporádicas"; una patrulla entró con Paolo arrestado, y cinco minutos después Alex hizo su aparición estelar por allí. Como siempre. Las gafas de sol en su cabeza, aunque esta vez, revisaba el iPhone con mucha atención.

Seguía pensando que ella no estaba bien y que el problema no era conmigo; pero pagarlo con quien menos lo merece, es el pan cada día de todo ser humano. Por esa razón, yo no iba ni a acercarme ni a hacer nada.

Miró hacia la pizarra, y pese a que frunció el ceño cuando vio la foto de Guillermo, no preguntó. Se quitó la chamarra, las gafas y dejó el iPhone en su mesa. Agarró la carpeta y se marchó hacia el banquillo.

Era un interrogatorio importante, así que yo también fui hacia allí.

Alex estaba cruzada de brazos con la carpeta entre ellos y su pecho, pegada al cristal prácticamente y con la mirada fija en Paolo. Pero algo la hizo negar con la cabeza y lamentarse.

- Esto no me gusta... - susurró mirando con detenimiento – Vete llamando a un abogado – me miró – Lo va a pedir porque sabe que tenemos algo contra él.

- Pero realmente no tenemos nada.

- Pero él no lo sabe.

Un farol. Era lo que se iba a tirar. Todos sabíamos que aquel hombre estaba involucrado de alguna manera, aún así, no conseguíamos saber de qué manera.

Conseguí un abogado de oficio justo antes de que ella entrara en la sala, pues mientras yo hacía la llamada pertinente, Alex seguía estudiándole. Como si fuera la rata de su laboratorio.

Yo colgué el teléfono, cuando ella entró en la sala tensando visiblemente al gerente.

- Señor Vázquez – dijo nada más entrar – Es un placer volver a verle.

- ¿Por qué estoy aquí?

- Los dos lo sabemos muy bien – contestó sin sentarse - ¿Sabe cuánto le puede caer por obstrucción a la justicia?

- No he obstruido nada, inspectora.

- ¿Seguro? – preguntó apoyándose en la mesa.

- Sí.

- ¿Y cuánto le puede caer por asesinato?

- Yo no he matado a Andrea.

- Pero tiene algo que ver – Alex sonrió - ¿Verdad? Puede salvarse el culo todavía, pero lo tiene muy difícil.

- No diré nada sin un abogado.

Lo había dicho. Tal y como Alex había calculado en su mente, Paolo había pedido un abogado. Algo tenía que esconder bajo el manto de la ley y sus derechos.

Alex regresó al banquillo algo frustrada. Eran horas que íbamos a perder y era algo que ella, no podía permitir.

- ¿Has conseguido al abogado?

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