cincuenta y dos

3.9K 481 36
                                    

¿Hyung? —Susurro, tras haber dado algunos golpes en la puerta. Por más que agudizo mí oído intentando oír algo más allá de este pedazo de madera que nos separa, no soy capaz de oír nada—. ¿Puedo pasar? —Pregunto, nuevamente. Sin respuesta.

Quiero verlo. Sé que lo he hecho sentir mal con lo que dije y de alguna forma me gustaría remediarlo. Aunque, no estoy seguro de estar haciendo lo correcto. Quizás debería irme. Quizás mi visita solo lo confunde y lastima más. Sin embargo, una fuerza hace que mi mano se dirija a la manija, comprobando que está sin cerradura.

— ¿Estás despierto? —Pregunto, girando la manija con lentitud, esperando que, si es que está dormido, el sonido no llegue a despertarlo. No soy digno de interrumpir el sueño de nadie. Mucho menos el suyo.

Sin embargo, cuando abro la puerta del todo, me sorprendo al verlo dormido boca abajo sobre la cama. Me quedo unos segundos en mi sitio, mirándolo dormir con tranquilidad, como si el mundo a su alrededor no estuviera cambiando a cada segundo. ‘¿Cómo te sientes, Minho?’, quise preguntar.

‘¿Qué se siente ser libre de amar?’, si seguía pensando, mi lengua pronto no tendría control y soltaría todo aquello que me he esforzado hasta el momento por guardar. ‘Oh, Minho, préstame un poco de esa libertad. No necesito mucha. Solo la suficiente como para sentirme bien conmigo mismo’.

Dando pasos cortos, me acerco hasta la cama y me siento a su lado, sintiéndolo moverse un poco, pero luego se mantiene en la misma posición. Algo me atrae hacia él, como si fuera una soga tirando; una soga que nos une, nos separa, y vuelve a unirnos. Una soga tan fina como un hilo, pero fuerte como una cadena de hierro.

A veces me gustaría cortarla, me gustaría terminar con esto que hay entre nosotros, pero siento que algo me aferra a ella sin importar qué. Y se siente como si me estuviera ahogando.

Y sin saber cómo, sin saber porqué, mi mano se acerca hacia su espalda y la acaricia sobre la tela de su musculosa. La muevo de arriba a abajo, pausadamente, con delicadeza, porque no quiero despertarlo. ‘Lo siento, bello ángel’, intento decirle con mi caricia. ‘No te mereces esto, pero aún así, lo tienes’.

Él no se inmuta. Ni siquiera se despierta.

¿Por qué estoy deseando que abra los ojos?
¿Por qué estoy deseando que me descubra en mitad del acto, que me vea, que me conteste?
¿Por qué, Jisung?

‘Minho, no despiertes, por favor’, quiero decir, pero las palabras no me salen de la boca. Están atascadas en mi garganta, resistiendo, porque saben lo que en realidad deseo. Y ellas están cansadas de mentir. Y yo también.

Algunas lágrimas alcanzan mis ojos y se alojan allí como si fuera un hotel. Se me borronea la vista, y poco a poco siento como mi cuerpo pierde fuerza y se vuelve débil, frágil; tan débil como las últimas hojas de un árbol en otoño; tan frágil como los ladrillos de una construcción a punto de ser demolida; y efímero, como la neblina en una oscura ruta, o una brisa veraniega que sopla estando a pocos días del otoño.

‘Eres muy lindo, ¿lo sabes? Me gustaría hablar más contigo, me gustaría poder acariciar tu rostro y no mirar una pantalla, pero estoy seguro de que verte todos los días en persona sería más difícil que escribirte, pues mis ojos desmuestran mucho más que mis mensajes...’.

— Me gustas...

Susurro. Mi voz ha sonado tan inaudible, que no estoy seguro de haberlo dicho en voz alta. Quizás es mejor así.

Cuando una minúscula lágrima se desliza por mi mejilla, detengo las caricias. No, no puede verme llorar.

Me levanto rápidamente de mi sitio a su lado y me apresuro a abandonar la habitación, dejando atrás a Minho, mi ‘me gustas’ dudoso, y un sentimiento de soledad que me envuelve como si quisiera meterme dentro de una burbuja.

Cuando ya me encuentro fuera del cuarto, me doy paso libre a derramar unas cuantas lágrimas antes de volver hacia mi habitación, fingiendo una vez más que nada pasó, que no me duele hacer sufrir a Minho, fingiendo.

¿Por qué tenemos que fingir? Si algo no nos gusta, ¿por qué hacemos como que sí? ¿Por qué fingimos que reímos aunque un chiste no sea gracioso, por qué fingimos que nos gusta un regalo cuando no es así, por qué fingimos una sonrisa cuando solamente deseamos llorar? ¿Nos preocupan los otros? Pero si tanto nos preocupamos por la otra persona, ¿quién se va a preocupar por nosotros?

¿Por qué lo hago?

¿Quizás es por miedo? ¿Miedo a qué me enfrentaré si digo u hago ciertas cosas? Acudo al bello arte de fingir para no enfrentarme a consecuencias. Lo cual es tonto, porque fingir también tiene sus consecuencias y aún así lo hago, ignorante de qué vaya a pasar.

La sinceridad es bella pero dolorosa.
La mentira es agonizante pero bondadosa.

Me limpio las lágrimas.

El infierno jamás se sintió tan frío,
y el cielo jamás fue tan caliente.

.

Por si alguno está medio perdido; es la narración del capítulo diez pero desde el punto de vista de Jisung.
Sean felices.

𝐎𝐔𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora