cincuenta y seis

3.5K 456 81
                                    

Han Jisung

Cuando salí del hospital, no quería volver a casa. Sabía que si llegaba a esa hora los chicos estarían esperándome y no tardarían en preguntarme cómo me fue, y sinceramente, no quiero hablar acerca de ello. Tampoco quiero enfrentarme todavía a Minho; no quiero verlo decepcionado de mí una vez más. Así que empecé a caminar.

No sabía cuál era mi destino, simplemente caminé. Recorrí cada rincón de Corea por el que ya había estado; los cafés que visitaba con mi madre y padre cuando llegamos a Corea, la Academia de baile y rap en la que participé hace unos años, los parques en los que me juntaba con amigos a hacer batallas de rap; hice un viaje en mis memorias, desde la primera hasta la última. Y esta última me llevaba directo a mi hogar.

Cuando quise darme cuenta de la hora, eran casi las doce de la noche. Nadie estaría despierto a esta hora, lo cual sería genial, porque significaba que no tendría que explicarle a Minho lo sucedido. Sin embargo, cuando me adentré en el hogar, pude observar que las luces del comedor estaban encendidas.

Caminé con sigilo hacia el sitio, rezando para que mi mente me esté engañando y en realidad solo sea una ilusión; sin embargo, cuando puse un pie dentro de la cocina, pude observar que en realidad todos estaban dormidos. Algunos sobre el suelo, otros sobre la mesa; todos se habían dormido esperándome. Menos uno.

Minho.

Éste fijó sus ojos en mí cuando me encontraba dentro del cuarto y no tardó en levantarse de la silla, escabulléndose entre los cuerpos de nuestros amigos dormidos con el cuidado de no despertarlos.- ¿Cómo te fue? -Susurró, cuando llegó a mí-. Estaba muy preocupado por ti porque no respondiste mis mensajes.

No había empezado a decírselo, pero ya tenía ganas de llorar. Me resistí. Si él llega a molestarse conmigo, me lo merezco, así que no debo llorar, solo debo enfrentarme a mi castigo.

Lo tomé de la mano y lo llevé a mi cuarto, ya que no quería hablar teniendo a los chicos allí. Nos encerré allí, sin siquiera molestarme en prender la luz; la poca claridad que llegaba desde la ventana era suficiente como para no caernos y vernos al rostro. Hubiera querido que esto último no fuera posible.

- Minho... -Susurré. No quiero decírselo-. Con re-respecto a lo de mi madre, mmh, bueno... No pude... No pude decírselo. -Solté, y me arrepentí en el instante en el que mi boca dijo esas palabras. Él enarcó una ceja con confusión, cruzándose de brazos.

- ¿Decirle qué, Jisung? -Preguntó. Me hubiera gustado poder determinar con tan sólo oír su voz si estaba enojado, decepcionado, o triste, pero no pude. Parecía neutral. O quizás yo oí mal. Empecé a jugar con mis dedos, sin mirarlo.

- A lo que me refiero es... -Suspiré-. No pude decirle sobre nuestra relación. Ni tampoco pude decirle que me gustan los chicos. Ella cree que me gusta Mina. -Era el fin. Lo había dicho.

La habitación quedó en un profundo silencio que no me gustaba para nada; aún así, estaba demasiado aterrado como para mirarlo a los ojos. ¿Qué me encontraría si levantaba la cabeza? ¿Estaría enojado conmigo por ser un cobarde de nuevo? ¿Se sentiría triste de que la persona que le gusta no sea capaz de aceptarse de una vez?

- ¿Por qué no? -Preguntó, luego de un largo rato sin decir nada.

Su voz sonó tan fría y distante que me dolió. En ese mismo instante desee retroceder en el tiempo hasta el momento en el que estaba entrando al cuarto de mi madre, y decírselo; quizás, si se lo decía al primer momento, no hubiera pasado nada de esto.

Un nudo se formó en mi garganta.

- Temí decepcionarla en el instante en que miré sus ojos.

"¿Entonces no te importó en lo absoluto si terminabas decepcionándome a mí?", me imaginé a Minho pensando eso. Y no tenía nada que responder ante esa pregunta; porque sea lo que sea lo que quisiera decir, mi decisión habló por sí sola. Mis palabras no importan.

Y en ese momento, sentí como se acercaba a mí y me envolvía en sus brazos, descansando su cabeza en mi hombro. Quedé congelado en mi lugar, sin saber cómo reaccionar.

- Está bien.

No está bien. Deberías gritarme.

- No voy a enojarme contigo por eso.

- ¿Por qué no? Tienes que. Soy un tonto. -Intenté alejarlo de mí, pero se aferró aún más, como si no soportara la idea de que lo suelte.

Se separó unos centímetros para poder verme a la cara, mirándome directamente a los ojos.- ¿De qué serviría enojarme contigo, Jisung? Si lo hago, te sentirás obligado a confesárselo a tu madre, y sería un maldito por hacer eso. Debes estar seguro de decírselo, no hacerlo porque un estúpido te lo pida. Sé que es algo difícil, puedo imaginarlo; en tu lugar no me gustaría que me estuvieran presionando para decirlo, sobre todo viendo cómo es tu situación. Así que no lo haré. -Volvió a abrazarme. Con una mano, comenzó a darme suaves palmadas en la espalda-. Tómate tu tiempo.

Una lágrima se deslizó por mi mejilla.

- No merezco que seas tan bueno conmigo... -Murmuré. Él soltó una ligera risa.

- ¿Ahora por qué dices estas cosas tan tristes, Jisung? ¿Tú crees que haría esto si pensara que no lo mereces?

- Es que, tú siempre me escuchas y me entiendes, lo has hecho siempre. No es justo. Deberías estar gritándome o enojándote conmigo. Deberías decirme que ya me esperaste lo suficiente, que no me esperarás nunca más, que estás harto de todo esto, que estás harto de m-.

No pude seguir hablando porque presionó rápidamente sus labios con los míos, cellando mi silencio.

- Por favor, cállate, Jisung. -Susurró al alejarse, ahora mirándome-. No seas tan duro contigo mismo. Te estás haciendo daño.

No dije nada más; simplemente envolví mis brazos en su cuerpo, correspondiendo a su abrazo en completo silencio, dejando que éste nos envuelva y nos encierre en una pequeña burbuja.

Se lo diré a mi madre. Lo haré, por él.

𝐎𝐔𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora