Capítulo 12

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Katy le dio un último trago al vaso de batido de frutos rojos que tenía delante de ella. Antes del embarazo no solía desayunar tan temprano, pero ahora no podía salir de casi sin haber comido, al menos, un plato de fruta, alguna bebida y medio panecillo de elote de la panadería más cercana a su departamento. Kyle, por séptima vez esa semana, se encargó de lavar los platos y dejar limpia la cocina, incluso aunque él había preparado el desayuno. Necesitaba de algún modo remediar el incidente de una semana atrás, mas nada de lo que hacía lograba que Katy le "levantara el castigo". Durante el día ella le dirigía la palabra para lo esencial; de lunes a viernes no le llamó para verlo en algún restaurante y comer juntos; a la hora de volver a casa, por la tarde-noche, le pidió a Judith y a Paulina, según quien pudiera, la llevara a su hogar; y antes de dormir sólo le decía "buenas noches" y lo privó de todos esos arrumacos que si bien ella extrañaba y eso le lastimaba, le dolía más imaginar que para su esposo se había convertido en un objeto al cual poseer y ya no era esa mujer libre, confiable y leal con la que se había casado. Habrían seguido así por quién sabe cuánto tiempo de no ser por Isis, quien apenada y como recompensa por el excesivo trabajo del último mes en la agencia, los invitó a ellos y a sus empleados más queridos y de confianza a pasar el fin de semana en su casa de Valle de Bravo.

Katy subió el vidrio de su puerta cuando sintió que el aire se volvió terroso. Se lamentó por no haber aceptado irse con las chicas, y es que en alguna parte de su corazón tenía la esperanza de que Charlie dijera algo al respecto de su celoso comportamiento, al final él es quien debía disculparse, ¿no es cierto? Sus pensamientos se interrumpieron cuando su esposo, luego de conducir durante hora y media, se detuvo en uno de esos espacios para aparcar el auto por si éste tiene alguna falla, se bajó sin decir nada, rodeó el coche, abrió la puerta del copiloto y le ofreció su mano. La mujer volteó a verlo, extrañada.

—¿Qué?

—Baja por favor. Necesitamos hablar.

Pensó que podía negarse y continuar con esa actitud desdeñosa, pero en realidad deseaba saber las razones reales de Charlie para haber actuado de ese modo. Quizá podían platicar y olvidar lo sucedido, como sea, al ese tal Ricky TreCh ya no lo volverían a ver. Luego de un mohín, le extendió la mano y su esposo la ayudó a bajarse. Se recargaron en el cofre, Kyle aspiró con fuerza y dirigió su vista a Katy, quien no sólo lucía seria, sino también, y sobre todo, bella, exquisita con ese vestido floreado verde aqua que la hacía ver tan tierna. ¿Cómo le haría para no celarla?, pensó él. ¿Cómo sería capaz de confiar en lo que ella sentía por "él" cuando en realidad Katy amaba a Charlie? Mas no fue necesario que siguiera cuestionándose porque en sus ojos, debajo de ese brillo azul, se albergaba el más puro y antiguo sentimiento que una persona es capaz de sentir por otra. Y ya no le pertenecía a Charlie, sino a él, a Kyle, porque él estaba ahí, porque él había sido destinado para ella pese a la razón. Trémulo, posó su mano encima del dorso de la de ella, Katy la giró y se ató a él.

—Jamás habíamos durado tanto tiempo peleados —musitó—, ni siquiera antes de ser novios, cuando éramos más jóvenes y... —soltó una leve risita— y a ti te mataba que otros chicos se acercaran a mí —Kyle deseó haber vivido ese momento, y en su imaginación lo hizo—. Desde ese entonces yo los rechacé porque al único que quería para mí eras tú —se posó delante de él, sin soltar su mano—. Tú eres lo único que necesito, al único que amo más de lo que otra mujer ha amado a un hombre —pasó sus manos por su cuello— y lo sabes... No tienes idea de cómo me lastima que dudes de mí, de mi amor por ti.

—Soy un imbécil —agachó la mirada—. Quizá debiste haberte fijado en alguien menos imbécil, menos inseguro, menos...

—¡No, no digas eso!

—¡Soy un imbécil, Katy, tan imbécil que en una semana no supe cómo arreglar esto y cada día te hice más y más daño, tan imbécil que soy yo quien debió empezar pidiéndote una disculpa, en cambio eres tú quien se muestra dulce y comprensiva con el que te hirió! —Kyle la abrazó por la cintura— ¿Qué hice bien para merecer a una mujer como tú? ¿Por qué fue tan fácil perderme en ti, amarte tan rápido? ¿Por qué de pronto tengo tanto miedo de amarte como te amo? ¿Por qué tengo tanto miedo perderte?

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora