Capítulo 23

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Luego de recorrer media ciudad para llegar al cuarto de hotel que reservó por tiempo indefinido, Kyle se postró en los pies de la cama, dejó a su costado los restos de su gemelo y por enésima vez en esos tres días dejó escapar decenas de lágrimas, maldiciones y lamentos. En su mente, como un gusano fétido y ponzoñoso, se arrastraban a su memoria las amenazas que sus amigos —¿aún debía llamarlos así?— lanzaron contra él...

*Flashback* 

—Ya actualizaron el expediente médico de Katy —les informó Isis al regresar a la sala de espera. Habían transcurrido escasos cinco minutos de que los paramédicos y enfermeras se llevaron a la esposa de su hermano. A "su esposa"—. ¿Podrían decirme qué pasó? —Kyle sintió sus ojos sobre su nuca cabizbaja—. Katy estaba en perfectas condiciones, llevaba un buen embarazo...

—Que te lo diga ese impostor —señaló Daniel, a quien se le dibujó en el rostro una mueca de enfado sumada a su ya de por sí semblante devastado.

—¿Impostor? Dan, ¿qué estás...?

—¡¡Dinos de una buena vez, maldito imbécil, dinos todo!! —lo azotó contra la pared y presionó su brazo contra el cuello, asfixiándolo. —¡¿Qué le hiciste a Charlie?! ¡¿Qué quieres de ellos?! —ejerció más fuerza. Kyle no tuvo ánimos de apartarse o regresarle el ataque; si lo mataba, era un favor que le agradecería eternamente. Tamara e Isis intentaron calmarlo, pero él, al mirarlo fijamente con rabia y, sobre todo, desilusión y congoja, pegó un suspiro adolorido y lo soltó.

—¡¿Ustedes dos peleando?! ¡¿Qué les pasa?! ¡¡No estoy entendiendo nada!! —mencionó Isis, con una mezcla de molestia, confusión y desasosiego. —¿Pueden hablar como gente civilizada y explicar qué sucede? —Dan volvió al rincón donde se hallaba y resbaló por la pared hasta quedar sentado, con las piernas pegadas al pecho. Se echó el gorro de la sudadera encima de la cabeza y pegó el rostro a las rodillas.

—Mi tía tiene razón —dijo Judith, también claramente furiosa—, y más vale que esta vez nos digas la verdad, KYLE —enfatizó en su nombre. Isis la observó extrañada. Ni todo el temor que una presa puede sentir al saber que su cazador lo tiene rodeado, semejaba a lo que Kyle sentía en ese preciso instante. Sus manos comenzaron a sudar y la temperatura de su cuerpo descendió varios grados hacia el cero. El corazón le latió más rápido, la respiración se le fue al pecho y las sienes le punzaron.

—Yo... Yo no quería. Me refiero a... Yo... —recordó la última petición de Charlie, ¿por qué no había hecho lo que éste le encomendó y ya? ¿Por qué se dejó llevar por la envidia y la sinrazón? Mucho tiempo tuvo para entender que jamás lo odió, en verdad lo quería y hubiera dado lo que fuera con tal de haber tenido más tiempo para recuperar todos esos años distanciados. Pero eso sus amigos no lo comprenderían, no ahora. —Falleció debido a dos paros cardiacos, uno ocurrió en el aeropuerto, cuando llegó a Londres, y otro más en el hospital —los ojos se le aguaron; odiaba recordar ese día. —Fue una ¿agradable? casualidad el haber estado con él en sus últimos momentos —cogió aire para poder hablar—. Minutos después de su... muerte —aún le atormentaba decir esa palabra luego de referirse a él—, mis padres llegaron al hospital, y coincidió en el instante en que Katy intentó contactar a Charlie. Vimos un mensaje en su teléfono en el que ella le comunicaba que serían padres —Kyle sonrió sin alegría—. Pero... mi mamá lo vio y... se le ocurrió que podíamos ocultarle lo de Charlie para no dañar el desarrollo del bebé con la noticia. Pensó que yo podría venir a México y fingir ser él, sólo durante el embarazo...

—¡¿QUÉ?! ¿¡CÓMO PUDISTE ESTAR DE ACUERDO EN ESO!? —le gritó. Judith, sin más preámbulos, le plantó una dolorosa bofetada en el pómulo izquierdo. No le resultó nada extraño que fuera precisamente Cassandra la autora de esa perversa idea . Conocía a la suegra de su mejor amiga, nunca le tuvo confianza, mucho menos cuando, el día de la boda de Charlie y Katy, la había descubierto rompiendo con desdén una de las flores del ramo mientras veía desde su mesa a la feliz pareja bailando su primer baile como esposos. —¡¡ESA MUJER ODIA A KATY!! —Isis la detuvo de las muñecas y se interpuso entre ellos, aunque en realidad ella también deseaba golpearlo tanto como su sobrina—. ¡¿CÓMO PUDISTE ENGAÑARLA ASÍ?! ¡¿TIENES IDEA DE CUÁNTO DAÑO LE HAS HECHO?! ¡¡TODOS ESTOS MESES CREYÓ QUE TÚ ERAS SU ESPOSO, QUE TODO ESTABA BIEN!! —Tamara también tuvo que agarrarla cuando la vio tan fuera de sí—. ¡¡ERES UN IMBÉCIL, UN OPORTUNISTA!! —logró zafarse de ellas y, como Dan, lo tumbó contra la pared y lo jaló del cuello de la camisa. —¡¿POR QUÉ, POR QUÉ LE HICIERON ESO?! KATY NO MERECÍA UNA COSA ASÍ —Kyle no tenía cómo explicar eso que le demandaban, las palabras no fluían en su mente. Por un momento él también sintió que estaba muerto. —NI CREAS QUE VAMOS A PERMITIR QUE TE LE ACERQUES, MUCHO MENOS AL BEBÉ. HAZLO Y DESEARÁS NO HABER NACIDO —los ojos le ardían endiablados, y de no ser por las enfermeras, así como un par de elementos de seguridad que se acercaron a ellos para pedirles que callaran y mantuvieran la calma, no sólo Jude sino también Daniel, quien ya se había levantado dispuesto también a molerlo a golpes, habrían logrado su cometido.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora