Capítulo 7

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—Estoy exhausta —exclamó luego un bostezo. Apenas abrió la puerta, se fue a tumbar en uno de los sillones de la sala. —Si así me siento con apenas una panza de dos meses, no quiero pensar cuando tenga siete u ocho —se sobó su vientre y sonrió complacida—. Creo que necesitaré zapatos nuevos, que sean cómodos y bajos, pero bonitos.

Kyle terminó de ponerle llave a la puerta y luego, como acto reflejo, se hincó a los pies de Katy y lentamente le desamarró los cordones de las botas y se las quitó. Su mujer sonrió conmovida, se enderezó y sin reserva alguna comenzó a besarlo. Él correspondió. Estaba lo suficientemente ebrio como para olvidar que había pasado un mes desde que se acostó con una mujer, tan ebrio que llevó sus manos al abrigo y luego al vestido de Katy, desabrochó el cierre de la espalda y lo bajó hasta toparse con un negligé negro de encaje que le resaltaba su ya de por sí voluminoso pecho. Katy había anhelado tanto que su esposo la tocara como al fin lo estaba haciendo, incluso si se le habían pasado las copas, lo cual tampoco era usual en él. Un mes sin siquiera insinuársele ya la tenía preocupada, pero pronto ese sentimiento se esfumó de su mente, sobre todo cuando Charlie se levantó, la cargó como era su costumbre, y caminó hacia la recámara con ella prendida de su cadera y cuello. Ahí, la acostó y continuó besándola: primero los labios, después el cuello y cuando estaba a punto de llegar a sus senos, a Kyle le regresó el recuerdo de su hermano postrado en la camilla del hospital, su cuerpo inerte, sus párpados cerrados para siempre. Después de todo no estaba tan ebrio.

—¿Amor? —Katy se enderezó cuando su marido, sin siquiera decir una palabra, la soltó y se encerró en el baño. Se levantó de la cama, se aproximó a la puerta y en seguida lo escuchó vomitar. —¡¿Charles?! ¡¿Cariño estás bien?! —quiso abrir, mas no pudo. Asustada, corrió al estudio y buscó en el cajón del escritorio el juego de llaves de todas las puertas del departamento que tenían extra.

Kyle se recargó en la pared, se limpió la boca con la manga de la camisa y se soltó a llorar. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué estaba dispuesto a tener relaciones con Katy, la mujer de su hermano? Se golpeó las sienes con los puños y lamentó el haber aceptado esa propuesta tan malévola de su madre, el haber aceptado todo trato de tomar una vida que día a día le hacía olvidar la suya y, sobre todo, lamentaba comenzar a sentir amor por Katy.

—¡¡Charlie!! —Katy se agachó al mirarlo en el piso, en un estado de profundo desasosiego—. ¿Qué tienes, amor? ¿Te duele algo? ¿Hice algo mal? —le acarició las mejillas y al besarle la frente, Kyle se hizo hacia atrás y la miró como si ésta fuese el bicho más horripilante que hubiera visto nunca. A Katy, quien jamás había observado tanta repulsión hacía ella en los ojos de su esposo, le fracturó el corazón y causó que saliera del cuarto de baño y corriera al estudio.

Cerró con seguro y se deslizó por detrás de la puerta. Quería llorar más no sabía exactamente por qué. Se preguntó qué movimiento, qué beso, qué caricia, qué de todo lo que hizo había sido una equivocación. Incluso recordó los extraños comportamientos de su esposo durante esas últimas cuatro semanas y la piel se le heló. Cerró los ojos y lo único que éstos le regalaron fueron imágenes de esa mirada llena de repugnancia. Se abrazó las piernas y sus sollozos poco a poco la vencieron.

A Kyle, al despertar tras haberse quedado dormido recargado en el fría pared de azulejos, el recuerdo del incidente de la noche anterior le llegó como una tortuosa punzada en la cabeza. La luz que se colaba por la ventana le hirió los ojos. Pensó en Katy y le faltaron piernas para correr, salir del baño y ver que la cama estaba intacta. Salió a la sala, vio las botas, el abrigo y el vestido tirados a un costado del sillón, luego caminó a la cocina, el cuarto de lavado, la otra recámara. Nada, Katy no estaba. Giró la perilla de la puerta del estudio, pero ésta tenía llave.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora