Epílogo

47 3 30
                                    

—¡Charlie ven aquí, no puedes ir con esas greñas! —lo llamó desde la habitación mientras terminaba de cerrarse el vestido y darse una última retocada de spray en el cabello. El pequeño de tres años y medio, dando traspiés a causa de las agujetas desamarradas, llegó y abrazó a su madre por las piernas. —Oh mi cielo, te arrugarás el traje —lo cargó sonriente y vio que tenía un sobre blanco en sus manos—. Charles, ¿qué te dije de agarrar las cosas del estudio? A ver, ¿qué traes ahí? —le entregó el papel y Katy se percató de que en éste venía escrito el nombre de su cría. Como una oleada fría y severa, reconoció ese tipo de caligrafía. —¡¿Quién te dio esto, Charlie?! ¡¿En dónde lo encontraste?! —lo tomó del brazo y su hijo la miró asustado, a punto de llorar.

—¿Qué sucede? —Kyle, quien acababa de enrrollarse la toalla en la cintura, llegó a la habitación tras escuchar los gritos de su esposa. Charlie se soltó de su madre y abrazó a su papá, enseguida éste lo cargó y lo acurrucó sobre su pecho. La mujer, sintiéndose una basura por haberle hablado y maltratado de ese modo, se fue al estudio y se encerró.

—Ven, amigo, vamos a tu cuarto para que juegues un ratito, yo iré a ver qué tiene mami.

Kyle también estaba asustado, Katy nunca antes le había gritado así al bebé y hacía mucho tiempo que no se alteraba de ese modo. Antes de buscarla, fue al vestidor y observó que uno de sus cajones estaba abierto. Charlie, como una de sus recientes travesuras, sacó el contenido del cajón y encontró el sobre que George, su abuelo, le entregó a Kyle después de que Cassandra falleciera un par de meses atrás. Suspiró preocupado al entender la reacción de su esposa.

Katy se recargó en el muro más próximo a la ventana y con cuidado abrió el sobre para extraer la hoja de papel fotográfico que venía en él. Los labios le temblaron y los ojos se le aguaron cuando el pasado se hospedó en su memoria. Algo tan simple como ver la fotografía de sus suegros con un par de bebés idénticos en brazos, hizo que la tarde se le amargara. Les tenía prohibido ver a Charlie, Kyle la había apoyado en esa decisión. Sin embargo, comenzó a dudar si su pareja había respetado su petición porque, ¿cómo es que había llegado al departamento ese sobre para Charlie, rotulado con la letra de Cassandra?

—¡Me mentiste! —le reclamó en cuanto abrió la puerta. —Seguramente les has llevado a mi hijo a mis espaldas, ¡¿no es así?! —lo observó furiosa, una parte de ella lamentando el hecho de que quizá Kyle siempre le ocultaría cosas.

—No, nunca lo he llevado con ellos —se defendió, pero en su memoria había algo más.

—¡¿Es que acaso no recuerdas todo lo que me hicieron, lo que te hicieron a ti, a Charlie y también a mi hijo?! —se recogió el vestido y le pasó por el costado, no quería seguir viéndolo, no quería pensar en que dentro de unos minutos debían marcharse a la boda de sus amigos y mostrarse felices pese a ese amargo rato que no solucionarían pronto.

—Mi mamá murió hace dos meses —confesó al fin. Katy se petrificó y dejó caer la parte del vestido que había recogido para no caerse. —Esa fotografía la envió para Charlie, fue algo así como su última voluntad —al dar media vuelta vio que el rostro de Kyle se descompuso—. Se la dio a mi papá —le rodaron un par de lágrimas y se llevó una mano al estómago, la noticia le revolvió no sólo las tripas, sino también los recuerdos.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —se olvidó un poco del enojo y le pasó la mano a Kyle por el brazo al mirarlo aún con la cabeza baja, afligido. Katy conocía bien el dolor que deja la muerte de los padres, ese vacío de huérfano, profundo e insufrible.

—Tenía miedo de que pasara esto, no quería ver otra vez esa capa de dolor que te nubla los ojos cada que recuerdas lo que pasó... Justo como ahora —le acarició las mejillas—. No quería mentirte, mi amor, te juro que no —Katy no supo definir lo que realmente mortificaba a Kyle: si el fallecimiento de su mamá o el hecho de haberle mentido de nuevo. Lo llevó al sofá y se sentó a su lado cuando lo notó más calmado. Desarrugó la hoja que había echo bolita y que acompañaba a la fotografía. Comenzaron a leerla.

Identidad PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora