Luego del quinto mes a Kimi se le hacía pesado cumplir con las largas jornadas de clase en la universidad, aún ella insistía que no tenía intención alguna de parar sus estudios.
Como es rutina salí del trabajo rumbo a buscarla en la universidad sin embargo, ya pasaban 10 minutos de la hora de salida de clase de Anae y aún no la veo venir al estacionamiento de la universidad. Cinco minutos después por fin la diviso a lo lejos caminando muy despacio parecía cansada, eso me extrañó porque en la mañana estaba muy activa, decidí por instinto empezar a caminar hacia ella.
A mitad del pasillo Kimi se sentó en una banca se puso las manos en la cara, eso me hizo acelerar mi paso para de llegara a ella, Kimi se puso de pies intentó avanzar pero cuando levantó su cabeza nuestras miradas se encontraron pero solo logró pronunciar mi nombre para luego palidecer y caer en mis brazos.
Sentí que el mundo se paró en ese instante la tomé y literalmente corrí hasta el carro para manejar como un desquiciado rumbo al hospital, logré comunicarme con Otto que gracias a Dios estaba de guardia en la emergencia. Casi muero cuando vi con horror que su falda estaba llenándose de sangre.
¡Dios mío! ¡No! ¡Por favor, no!, grité, toma mi vida le pedía a Dios una y otra vez, pero deja que mi Anae y al bebé estén bien rogaba en carecida mente con una mano aferrada al volante y otra en el vientre de mi amada Anae.
Cuando me pasé el primer semáforo en rojo rápidamente fui detenido por un fiscal de tránsito, le mostré desesperado a Anae bañada en sangre y le dije que estaba perdiendo a nuestro bebé, gentilmente se ofreció a ser nuestra escolta para tratar de llegar lo más rápido al hospital.
Al recibir la llamada de Nampyeon de inmediato solicité al mejor equipo multidisciplinario, yo haría todo para salvar la vida de Kimi y del bebé. Me pareció una eternidad el tiempo que tardó Nampyeon en llegar. Sin embargo, no tengo idea como lo logró pero vino escoltado por una patrulla.
El equipo de emergencia colocó en una camilla a mi Kimi. Me puse las manos en la cabeza cuando vi la cantidad de sangre que había perdido corrimos directo al quirófano. Nuevamente me sacaron y me hicieron esperar junto a Nampyeon.
Los dos nos abrazamos parados frente a las puertas del quirófano no parábamos de rezar, temblábamos como gelatina sacudida, las lágrimas no cesaban de caer al piso. Jamás sentí tanto miedo, tanto fue mi desesperación que dije en voz alta Dios toma mi vida por la de Kimi y en ese momento Nampyeon ofreció la suya por la del bebé. Ya mis familiares habían llegado pero nosotros dos no nos movimos ni un centímetro de donde estábamos, mi tío Lee ya estaba en el aeropuerto para venir a Japón.
A mi mente vinieron destellos de recuerdos desde nuestra niñez. Cuando a corta edad me hicieron cargar a una bebé llamada Alicia pero que yo debía llamarla Kimi, cuando jugábamos en las vacaciones, las veces que nos castigaban a los dos cuando Kimi se lastimaba, la frecuencia con que nos molestábamos con nuestros padres cuando insistían que era nuestra responsabilidad la felicidad de Kimi, pasando por las peleas de adolecentes de tuvimos los tres, las largas noches que no dormíamos por estar hablando y riendo de nuestras cosas, verla como su cuerpo cambiaba para pasar de niña a mujer; la más hermosa de todas, el frio que sentí sin entender cuando ella llena de ilusión me comentó su gran secreto al tener novio, de los sentimientos encontrados que sentí cuando leyeron el testamento.
Le di mil gracias a Dios por haber sido su primer hombre y ser su esposo me hacía inmensamente feliz. -Dios, no me la quites- dije sollozando aún abrazado a Nampyeon, ese abrazo era lo que evitaba que yo cayera en un abismo de desesperación.
Pasaron dos largas y tormentosas horas para por fin oír el sonido de las puertas deslizarse. Salió el jefe del equipo médico aún con la bata quirúrgica manchada de sangre y retirándose el borro.
¡Dios mío, no! grité y junto a Nampyeon caímos de rodillas al piso como niños indefensos.
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DOBLEMENTE CASADA
RomanceDos generaciones, un matrimonio obligado que involucra una mujer y dos hombres de distintas nacionalidades para saldar una deuda de honor. Luego de leer, revisar y estudiar minuciosamente el documento por quinta vez tanto Takumi Kaneco como Lee Ming...