II. Combinación perfecta

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Sonrío forzosamente y Farkle se queda boquiabierto.

—Hola, Farkle—saludo con mi mano, este sigue sin articular palabra alguna.

Muerdo el lado inferior de mi labio con nerviosismo, Farkle no para de mirarme de pies a cabeza, sorprendido y me está poniendo incómoda.

—Tú... tú estabas en Londres y... ¿cómo es... que... estás aquí?—tartamudea un poco el castaño.

—Llegué hace dos días.

Él me mira confundido.
—¿Por qué no me dijiste nada?—pregunta herido.

Ruedo los ojos y me pongo a la defensiva.

—¿Cuándo te lo tenía que decir? ¿Antes o después de que me dejaras de hablar?—alzo las cejas, doy la vuelta molesta y fijo mi vista en el pizarrón.

Farkle se queda callado.

Luego de treinta minutos llenos de incomodidad entre ambos, la maestra nos llama a Farkle y a mí.

—Señorita Matthews, acabo de ver su expediente y usted tenía unas excelentes notas en los cursos de ciencias—sonrío ante el cumplido—. Usted y mi mejor alumno, el señor Minkus, serán una combinación perfecta, desde ahora está en el decatlón de matemáticas de la preparatoria Abigail Adams. Dicho eso, ambos se pueden retirar—dice al escuchar sonar el timbre.

Camino con dirección al pasadizo sin voltear a ver a Farkle, pero la maestra me detiene.

—Espero grandes cosas de usted, Riley.

...

En mis siguientes clases no estuvo nadie que yo conociera, cosa que me alivió bastante. No quiero nada de reencuentros incómodos.

Es hora del receso, así que busco a Zay por los salones y pasillos sin mucho éxito.

Suspiro cansada, no pensé que en mi primera clase me toparía con Farkle y peor aún, que lo haya visto con esa peliteñida

Camino despistada hasta que choco con alguien, haciendo que todas mis cosas caigan.

—Dos caídas en tu primer día. Vaya que es un record, Riley—me digo sarcásticamente mientras levanto mis cosas.

Estoy hablando conmigo misma en los pasillos, este no podría ser un mejor día.

La persona con la que me choqué, se ríe. Parece ser una chica, me levanto y la veo.

No parece cambiada, siguen notándose sus hoyuelos al sonreír o como se le arruga la nariz, sus rubios cabellos están más largos que antes, le sonrío mostrando mis dientes. Ella parece confundida al principio, pero luego veo como sus ojos se empiezan a cristalizar.

—Riley—sonríe.

—Peaches.

Me abraza con fuerza y recuesto mi mentón en su hombro.

La había extrañado tanto.

Pequeñas gotas de lágrimas empiezan a salir por mis ojos, escucho a Maya sorber su nariz y me separo de ella lentamente.

—No sabes lo mucho que te extrañé—dice llorando, sonrío.

Pero luego recuerdo que fue ella la que dejó de hablarme y se me borra la sonrisa.

—¿Y por qué dejaste de hablarme, Maya?—pregunto dolida, ella agacha la cabeza.

—Tú parecías estar alegre en Londres y y-yo pensé que ya no querías volver. Riles, me sentí insegura y decidí que antes de que tú me dejaras de hablar lo haría yo... no soportaría el hecho de que tú me dijeses que ya no quisieras hablar conmigo, yo no...

Waiting for the feelingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora