Al día siguiente, cuando llegué al colegio, nadie pudo reconocerme. Todos murmuraban y se preguntaban quién era ese chico nuevo o sea yo. Era lógico, los únicos que pudieron reconocerme fueron mis profesores.
Entré a mi salón, fui a la misma carpeta por la cual me había sentado por tres años y de pronto, un grupo de chicas me rodeó. Preguntaron mi nombre, traté de seguir el juego, aunque era muy malo para mentir. Dije mi nombre y me llevé con la sorpresa que nadie me recordaba… ¡Rayos! ¿Por qué me tuve que sorprender? Gran parte de las personas ven el físico, son muy pocas las que pueden apreciar lo que llevas dentro…
Diana se sentó en la carpeta de al lado. Ahora era más cariñosa y más tosca conmigo. Las chicas que estaban a mí alrededor se retiraron a sus carpetas pues el profesor ya había llegado. Arranqué un pedazo de hoja de mi cuaderno y escribí en él: Muy buen día mi princesa. Se lo di a Diana, ella se sonrojó. Para ser nuestro primer día como enamorados, no sabíamos mucho sobre el tema. Quería decirme algo pero no pudo, algo se lo impedía. Acercó su rostro al mío y me dio un pequeño beso en la mejilla. Las chicas que me habías rodeado comenzaron a murmurar; podía oír lo que decían, como marginaban a mi pobre palito de escoba. Odiaba escucharlas decir: Mira cómo esa chica tan fea puede estar con un chico como él. Si yo podía oír eso que más Diana. Giré a verla, y sí, en su rostro decaído de podía observar el dolor que aquellas palabras le ocasionaron. Acaricié su rostro y le dije: Que no te importe lo que digan los demás, al fin y al cabo el que se va a quedar contigo para toda la vida voy a ser yo. Sonrió y le devolví el beso que me dio. Aquello aumentó el murmullo de las chicas pero ya no le dimos importancia.
A la hora de recreo, Diana fue a comprar nuestra comida al cafetín. En eso, un chico de cabello marrón y lacio, bien cortado el cabello, alto, corpulento, ojos grises y con una caminada muy elegante, entró al salón, se acercó a mí, diciendo:
-Sé que eres el tipo de los anteojos grandes
-¿Y?
-Me agrada tu carácter
-¿Para qué has venido?
-Quiero ofrecerte algo
-¿Qué?
-Que te unas a la C.P
-…
-¿Qué dices?
-No me interesa
-Jajaja, imagínate una vida en donde todos te admiren, en donde seas el centro de atención y en la cual todos sepan quién eres
-¿Y dónde puedes marginar y rechazar a muchos?
-Sí, bueno no
-No, gracias
-Piénsalo por un instante
Lo hice; fue mi anhelo desde que supe sobre las C.S. Ser algo en este colegio… lo deseaba, era un sueño hecho realidad, no lo podía negar:
-Está bien, acepto
-Así se habla. Bienvenido - Estiró su mano – Soy Kevin
-Gracias – Tomé su mano – Dégel
-¿Dégel?, me agrada el nombre, Francés verdad
-Sí –Sonreí
-Vamos, afuera hay unos amigos que te quieren conocer
Fuera del salón, Kevin me presentó con muchos chicos y chicas, todos de la C.P. Me sentía al lado de famosos, sólo que, ahora yo era uno de ellos. A unos metros, Diana estaba con nuestros platos con comida, me quedó mirando, traté de ir hacia ella pero dio media vuelta y volvió al cafetín.
Al terminar recreo, Kevin volvió a su salón (cuarto de secundaria), volví a mi carpeta y al rato Diana llegó. Me miró de pies a cabeza, aunque estaba sentado, y me dijo: Hoy te quedarás sin comer. Se sentó y me miró fijamente con unos ojos que decían: Hay tonto, ¿qué habrás hecho? Sonreí con una miraba y con esos lindos ojos, y le pregunté:
-¿Qué te ocurre?
-Nada – Respondió fríamente
-A mí no me engañas, dime
-¿En serio quieres saberlo?
-Sí
-Bien te lo diré: ¿Por qué rayos aceptaste entrar a la C.P?
-Es que… Era mi sueño
-¿Y yo? ¿Qué soy?
-Mi todo
-Hay Dégel
-Pero piensa, ahora soy algo
-Para mí siempre lo eras; antes y ahora
-Perdóname linda, pero siempre soné con esto
-Bien, es tu decisión
-¿No va a pasar nada?
-Si tú eres feliz, yo también soy feliz
-Te amo – Le di un beso en la frente
-Y yo a ti, mi tontito – Sonrió
A la hora de salida, acompañé a Diana a su casa y yo regresé a la mía. Caminé hacia mi casa con una nueva actitud, una nueva mentalidad, por fin, por fin cumplí mi sueño.
