Seguía el típico rumbo de clases, seguía haciendo la tarea de Yuli y ella me agradecía de la misma forma: con un beso en la mejilla… Cuando ocurría eso, Diana siempre se enojaba y nunca me quería decir porque lo hacía.
Una mañana, cuando estaba conversando con Diana sobre la tarea de matemática, Yuli se acercó a nosotros. Se sentó en mi carpeta y me dijo:
-Oye Dégel, ya no quiero abusar de tu confianza así que quisiera que en lugar de hacer mi tarea puedas venir a mi casa a enseñarme.
Comencé a sentirme nervioso, mis manos sudaban, sentí mi corazón en la mano. Diana me quedo viendo con una cara que decía: Ni te atrevas a decir que sí. No le hice caso y dije:
-Cla… Claro que sí
-Muchísimas gracias Degi. ¿Te puedo decir Degi?
-Sí, por supuesto que sí
-Bien, te veo en la tarde. Te llamo – Con su dedo, enrollo un poco mi cerquillo y se fue.
Estaba viendo estrellas, giré para decirle a Diana que estaba emocionado pero cuando volteé, ella lo único que hizo fue darme una bofetada y decirme: Tarado, yo nada más te podía decir así. No supe que decir, era consiente de mi error.
En la tarde, Diana me llamó. Dijo si podíamos salir pero yo le respondí que saldría a la casa de Yuli, colgó.
Más tarde, me fui a la casa de Yuli. Caminaba por la calle y por ahí, vi a muchas parejas caminando tomadas de la mano, besándose, diciéndose cosas bonitas y yo, bueno yo, soñaba despierto con estar algún día así… si era con Yuli, sería mucho mejor. Llegué a su casa, toqué su puerta y ella fue la que me recibió. Estábamos en su sala, yo hacía lo que podía por que entienda; aunque a veces no podía de su parte por comprender. Poco a poco fue entendiendo, cada vez que resolvía algo bien, le felicitaba y ella se alegraba dando gritos de emoción. Habían pasado dos horas y ya me tenía que retirar. Me despedí de ella, cuando estaba saliendo de su casa, me tomó de la mano y me sonrojé. Me abrazó muy fuerte y me susurró al oído: Muchas gracias por todo. Fui a mi casa dando brincos de emoción, me estaba enamorando y eso alimentaba mi ilusión…
