• Capítulo 9 •

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9:

"Me gustaría...volver a Inglaterra algún día. "

Si había una virtud que caracterizaba a Ragnar Lothbrok era la paciencia

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Si había una virtud que caracterizaba a Ragnar Lothbrok era la paciencia.
Quizás había desarrollado ese poder gracias a que había sido entrenado desde pequeño o por la actividad que ahora mismo estaba haciendo.

Pescar.

El vikingo se mantenía hundido en sus pensamientos mientras fijaba su rostro en el agua a la espera de alguna presa. Sin embargo, su mente había viajado muy lejos de allí.
El acercamiento a Elizabeth no había pasado desapercibido para él, si bien el alcohol lo había incentivado a un acercamiento mayor a la joven, sus ojos no dejaban escapar ni un solo movimiento de la muchacha.

La observaba con disimulo cada movimiento que hacía, como también admiraba cada detalle del rostro de la esclava. Su delgada y pequeña nariz, su piel pálida, sus grandes orbas azules, y por supuesto...su boca. Ragnar dejó caer su cuerpo sobre el suelo de la balsa en la cual estaba, recordando cada detalle de la prohibida boca de Elizabeth.

Sus carnosos y rosados labios, esos que Ragnar podía asegurar que jamás habían sido besados por ningún hombre, eran los que atormentaban la mente del vikingo a cada instante. Se maldecia por dentro cada vez que ese recuerdo de la cercanía de la boca de Elizabeth llegaba a él. Casi la había besado, casi había podido probar esa boca prohibida pero...ella no paró. Fue la esclava quien había detenido ese momento, y ¿Quién sabe? Quizás eso fue lo correcto.

Ya cansado de sus pensamientos, decide retomar el viaje de vuelta a su granja.

Al llegar, deja caer lo pescado sobre la mesa y busca a su esposa con la mirada.

— Lagertha está en la huerta... — Ragnar se gira sobre sí mismo y observa a Elizabeth pocos metros detrás de él. Había llegado tan sumido en sí mismo que no se había percatado de la presencia de la joven — Ella y Gyda fueron a recolectar las verduras. ¿Necesitas ayuda con eso?

Ragnar se había congelado de solo verla, por lo que solo asintió con su cabeza. Elizabeth terminó de acercarse a lo pescado, y lo ubicó sobre la mesa, para empezar a cortar los peces.

El vikingo se dejó caer sobre uno de los bancos de la casa, mordisqueando algo en su boca.
Elizabeth lo observó de reojo, siendo hiptonizada por el movimiento que Ragnar hacia con su boca. Esos labios, los cuales ella misma había rechazado, pero, en su interior, deseaba con suma intensidad.

Pero Elizabeth se sentía temerosa de ese deseo. Jamás había tenido pensamientos impuros sobre un hombre, y sentirlos por él (quien había encabezado la matanza de Northumbria, la había secuestrado, convertido en esclava y además, estaba casado y con dos niños) la convertía en una pecadora sin perdón.

«¿Porque él? ¿Porque Dios permite que estos deseos sean cada vez más fuertes? ¿Será que mi señor está tentandome y yo debo seguir por su camino? ¿Será que está probandome? »

Más allá del destino • [ Vikings] •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora