capitulo 35

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    POV ROBIN ADAMS

Salgo con Elizabeth de la empresa y ella sonríe y se carcajea de un chiste feminista que le conté.

—Tu de verdad que eres increíble... ¿de dónde se te ocurren esas cosas?— me pregunta al salir del elevador y controlando su risa.

—Lo escuché hace poco en el autolavado, me dió mucha risa también.

—¿Quién diría que Robin Adams es comediante?— comenta burlona y me toma de la mano.

—Te aseguro que yo no lo inventé...— le doy un beso en la punta de la nariz y sonreímos.

Entregamos en recepción nuestras credenciales de empleados y continuamos nuestro camino a la salida sin soltar nuestras manos.

Las puertas automáticas del edificio se abren y tan rápido sucede esto que no me da tiempo de reaccionar.

Carla se arroja sobre Elizabeth y trata de golpearla. Tras ella el vigilante de la puerta trata de detenerla y yo a empujones logro separarlas.

—¡Maldita traidora, cazafortunas... Zorra! ¡Robin es mi esposo!— grita histérica Carla al ser separada de Elizabeth y el guardia la sostiene de ambos brazos.

Elizabeth, está sorprendida, y se ve furiosa, pero a diferencia de Carla, no dice una palabra. Al contrario se trata de acomodar la ropa y el cabello que la loca de mi exesposa le ha desaliñado.

—¡Lo sabia! Eres una maldita ramera, Elizabeth. Pero óyeme bien... ¡Estás despedida! ¡En este instante te largas para no volver a mí empresa!— No para de gritar Carla.

Comienzo a carcajearme y Carla deja de gritar y me mira anonadada.

—¡¿Tú empresa...?! ¡¿Yo, tu esposo...?! ¡¿Elizabeth despedida...?! Ajá... ¿Qué más?

—¡No te atrevas a burlarte de mí, Robin...!

—Ay, Carla... No me burlo de tí. Solo trato de entenderte. No tienes el poder para despedir a Elizabeth, o a mí, o a cualquier empleado de la empresa, porque no es tuya. Nunca lo fué ni lo será. En cuanto a mí, ya está en marcha el divorcio.

—¡Mientes! ¡Ésta es mi empresa y tú, esa perra, y este maldito gorila imbécil están despedidos!— vuelve a gritar histérica y forcejea con el guardia que se niega a soltarla.

—Yo no gano nada con mentirte, Carla. Este Holding, al igual que toda la riqueza que tanto presumías es de Anastasia... Ah, no. Todo eso lo cedió a Christian Grey, el padre de Liz.

—¡Eres un estúpido! ¡Todos lo son! ¡Lo van a pagar!

—¿Qué? ¿Más? Carla, tú le has jodido la vida a Anastasia desde que nació. De no haber sido por Raymond Steele, esa niña estaría en la miseria. Y la única estúpida aquí eres tú.

—¡No te atrevas a insultarme, pedazo de idiota!

—Basta, Carla. No me interesa quién mierda te creas, pero te garantizo que se acabó. No te atrevas a volver a insultarme, si no, olvidaré que eres mujer. No tienes ningún derecho ni poder para tratar a la gente a tu alrededor como basura.

—¡Es que no los trato como basura, son basura!— grita de nuevo.

Sin entender cómo o porque, le doy un bofetón tan fuerte con el que hice que el guardia, que la sostenía aún también se tambaleara.

—¡Ya cierra tu maldita boca! ¡Estoy harto de tus insultos y abusos! Eres el ser más despreciable que he tenido que tratar en mi vida, Carla. Tú no te vuelvas a acercar a este edificio, ni a las propiedades de Anastasia, o yo mismo te voy a refundir en prisión.

LAS LUCES Y SOMBRAS DE NUESTRO AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora