Me levanté temprano y, al parecer mis padres también lo hicieron ya que escuché ruido en la cocina. Me dirigí ahí con mi mochila vieja a mi costado.
- Hola pequeña. - dijo mi mamá.
- ¿Dormiste bien? - dijo Papá mientras se sentaba en una silla desplegable junto a la pequeña mesa de madera.
- Si. - dije sentándome frente a él. - se ve que han trabajado en la cocina.
- Si, ya instalé la estufa con gas y tu madre desempaco lo demás. Dijo que necesitabas comer algo antes de tu primer día de escuela.
- Hablando de eso, ¿no deberías ir a trabajar? - puso los ojos en blanco como yo lo haría. Quise reír ante esa expresión. Parecía que yo era la adulta regañando a su hijo adolescente por no ir a la escuela.
- No, tengo un año sabático.
- ¿Enserio? - dije poco convencida.
- ¿Porqué eres tan preguntona?.
Ahora fui yo la que puse los ojos en blanco. Sin duda lo había heredado de mi padre. Mi mamá al vernos comenzó a reír. Obviamente no éramos una familia muy normal.
Poco tiempo después, estaba de camino a mi nueva escuela, cambiaba la estación de radio a cada rato.
- ¿Algún día dejarás en una estación? - dijo Papá mirando a la carretera y sonriendo.
- Lo siento. - apagué la radio, y suspire.
- Estás nerviosa.
- Si. - cada vez que estaba nerviosa, hacía lo mismo. Necesitaba apretar algo o traer algo en la mano.
Finalmente papá aparcó frente a la que sería mi nueva escuela.
- Todo irá bien. No te preocupes - dijo papá tratando de consolarme. La verdad no se le daba muy bien, eso era para mamá, pero sé que hacía lo que podía.
Abrí la puerta del auto.
- Te pasaré a recoger cuando salgas. - me despedí de papá y salí del auto.
Vi como se alejaba.
Di una respiración profunda y caminé hacía las puertas del Instituto.
Se escuchaban risas por todas partes. Voltee a ver a un grupo, el cuál era el más escandaloso todos, eran chicos. Estaban jugando entre ellos.
Uno de ellos me miró por un momento, era alto de pelo negro y ojos cafés. Me di cuenta de que me quedé mirándolo como tonta. Aleje la mirada y caminé mas rápido. Sentí que el color se apoderaba de mis mejillas.
Cómo pude llegué a las oficinas de la dirección. Una secretaria me ayudó a llenar algunos formularios. Era demasiado amable para ser verdad. No estaba acostumbrada a esto.
Después de todo el papeleo me dio una hoja con mis horarios de toda la semana.
- Garcias - dije al salir de allí. Ella me dio una última sonrisa.
Miré el papel, al parecer me tocaba historia universal. Alguien chocó con mi hombro, alce la vista para ver al culpable. Era una chica alta y morena.
- Perdón, no me fije por donde iba.¿Estás bien?, ¿te lastimé? - sus ojos eran color avellana.
- Si estoy bien, no fue nada. - volví a mirar mi papel.
- ¿Te puedo ayudar en algo?
- En realidad si. No tengo idea de como llegar a mi primera clase.
Tomó mi hoja de mis manos, sin darme tiempo de nada. Su rostro se iluminó y esbozo una enorme sonsrisa.
- Te toca historia. A mi igual. Ven yo te llevó - tomó mi mano y me jaló hacía el salón de clases. Aún no estaba lleno. Me llevó a las bancas de en medio. Comenzó a dar pequeños saltitos. - Esto es genial. Seremos compañeras de clase. - miró mi papel, de nuevo. - y tenemos casi las mismas clases. Seguro seremos buenas amigas.
Por un momento su entusiasmo excesivo me recordó a mi mamá. Me devolvió el papel y lo guardé en mi bolsillo delantero de mi jean azul. Le devolví la sonrisa.
- Por cierto mi nombre es Sally. - me tendió la mano.
- Me llamo Keyla.
- ¿Enserio? . No te ves como "Keyla". Y dime, ¿te acabas de mudar?.
- ¿Tanto se nota? - mordi mi labio inferior. Era la nueva y eso no me gustaba.
Se encogió de hombros, dándome una sonrisa alegre.
- Es un pueblo chico. Casi todos nos conocemos. Aunque es bueno ver a algo nuevo.
La verdad historia universal no estuvo tan mal. Era una maestra, ya mayor de edad. Sally me acompañó a casi todas las clases, solo nos separamos en dos. La hora del almuerzo se fue muy rápido. Ahí Sally me presentó a su prima llamada Elena, también era de nuestra edad. Y, ella y yo coincidimos en las dos clases en las cuales no estaba Sally. Por lo menos iba a tener compañía.
Así que saliendo de la cafetería Elena me condujo a nuestra siguiente clase. Era Artes. Me presentó con él maestro. Y nos sentamos juntas.
- Así que eres artista. - dijo ella.
- No me considero una artista como tal, pero si, me gusta mucho el arte. Mi mamá es la artista en casa. - dije con admiración.
- Wow, me gustaría conocerla.
- Si, uno de estos días te llevaré a casa. Lo que pasa es que aún estamos desempacando.
- Ok. - me guiñó el ojo.
Volteamos a ver el pizarrón.
- Bien, chicos. Como saben este año nos enfocaremos a el arte del Teatro, al final del curso presentaremos nuestra obra. Así que necesito ideas. - dijo el maestro.
- Podría ser de Romeo y Julieta. - dijo una chica de enfrente.
- Bien, lo anotare. ¿Alguna otra?
- Podríamos hacer una representación de Cumbres Borrascosas. - dijo otra chica.
- Genial, un reto - dijo el profesor.
- Y si, hacemos una sobre la historia de Antigona -dije todos voltearon a verme. Cuando dije todos fueron todos. Mis mejillas comenzaron a acalorarse. ¿Había dicho algo malo?.
- Creo que esa es una muy buena idea. Es una tragedia y además no es muy común. - El chico de la esquina de enfrente me miraba con una tonta sonrisa. Desvíe rápidamente mi mirada al reconocerlo. Era el chico de esta mañana.
Hubo más propuestas, y nadie se decidía por nada. Así que él profesor nos hizo apuntar en un papel nuestro voto. Lo metimos en una bolsa improvisada.
Los votos iban a favor de mi propuesta y la de Romeo y Julieta. Al final ganó la segunda, por tres votos más.