Diecinueve.

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Faltaban dos días para exponer el proyecto de literatura, y nos faltaban ajustar algunos detalles, así que Ian quiso que fuéramos a su casa después de clases. Mi computadora se descompuso, yo no era buena para las máquinas, de hecho odiaba las computadoras, y ellas me odiaban a mi. Siempre terminaban descomponiéndose. Y como teníamos que hacer la presentación Ian muy alegremente ofreció su casa.

Al salir del instituto el venía con una sonrisa bobalicona, mientras que yo no sabía si reír o gritar. Visualice a Daniel a lo lejos, estaba con algunos de sus "amigos", los cuales personalmente no eran de mi agrado, últimamente eran parte del grupo de Nancy que sólo se dedicaban a molestarme entre los pasillos. Quería saludarlo pero no cuando estaba con sus amigos. Ian venía a mi lado ajeno a la situación.

— ¿Keyla?

— ¿Si?

— amm... Te pregunté que si en serio no tenías problemas en que hagamos el trabajo en mi casa.

— No, no hay problema. —Ian me miró detenidamente para después asentir.

Nos dirigimos al estacionamiento donde se encontraba el coche de Ian. Me abrió la puerta del copiloto.

— Madam. —susurró. No pude contener mi sonrisa, ya que se veía muy chistoso.

De camino a su casa, comencé a ponerme muy nerviosa.

— ¿Quieres encender la radio? —preguntó sonriendo.

— No, así está bien. —ya sentía mis manos húmedas.

— Keyla, esto es absurdo. No te voy a comer o algo. No creas que no me he dado cuenta de que te incomodo mucho últimamente —dijo mirando a la carretera.

— No me incómodas.

— Claro.

— Es solo....que no me siento bien hablándote tan campante ....

— Por Sally. —susurro.

Desvíe la mirada sin decir nada, no quería admitir ni negar nada. Me quede observando la carretera, hasta que me di cuenta de que por esta zona las casas eran más grandes. Descendió la velocidad cuando alguien abrió la reja de una casa que estaba muy grande la verdad.

— Tu vives aquí? —pregunte sin darme cuenta, quise golpear mi frente casi al instante cuando me di cuenta de que era la pregunta más estúpida. Detuvo el auto por completo y sonrió.

— Si. Aunque personalmente me gusta más la tuya.

Me quede pasmada por unos momentos más, suspire y bajé del auto. Ian me guió hasta la puerta de su casa, toco un par de veces hasta que una señora morena alta, delgada y muy  guapa abrió la puerta.

— ¿Y tus llaves hijo? —dijo mirándolo con algo de desaprobación.

Ian se rascó la nuca — Ya sabes, no entiendo como es que desaparecen.

— ¿Qué voy a hacer contigo? —nego con la cabeza, y su vista se fue hacía mi. Me sonrió de forma amable.

— Oh, ella es mi madre, y madre ella es Keyla. —dijo Ian algo nervioso.

Su madre abrió los ojos como platos al escuchar mi nombre.

— Keyla, mucho gusto en conocerte. Pero pasen chicos.

Entró con nosotros siguiéndola.

— Me alegra al fin conocerte Keyla, he escuchado muchas cosas de ti. Ian no para de hablar sobre....

Ian carraspeo.

— Bueno creo que no es necesario quedarnos mas aquí, tenemos tarea que hacer. Deberíamos empezar ya, ¿no crees Key? —dijo Ian algo nervioso.

— EH, si.

Fue lo único que pude decir ya que Ian me jaló hacía las escaleras y me guió por un largo pasillo hasta detenerse en una puerta y abrirla.

Su habitación era más grande que la mía, y su cama también, estaba pintada de un café muy claro y tenía una ventana al fondo con cortinas oscuras. Estaba muy limpia y ordenada.

— Bueno, ¿te gusta? —preguntó.

—Pues....si.

— Puedes sentarte en lo que enciendo la computadora.

Me senté en la cama, aún sentía el cosquilleo en el estómago. Tenía que concentrarme. 
A pesar de que su cercanía provocaba algo en mi, terminamos la presentación, él era muy bueno con la computadora y por lo tanto muy rápido yo casi no la toqué. Después de terminar Ian resoplo recargándose en el respaldo de su silla giratoria, dio un par de vueltas y después se detuvo mirándome.

— Te das cuenta de que esta es la primera vez en días en la que convivimos?

— Ian....

— Keyla, por favor, no me hagas esto. Tu sabes que me gustas, y se que no es buen momento pero por lo menos dejame hablarte como lo hacíamos antes. No tienes la culpa de todo lo que pasó con Sally.

— Tal vez no del todo, pero en parte si. —suspire —es que no entiendes, yo debí haberme dado cuenta, y fui tan insensible al sentir algo por ti cuando ella estaba enamorada de ti.

— Key, ella sabía que tu me gustabas, incluso quiso ayudarme contigo.

— ¿Qué? — pregunté sorprendida.

Antes de que dijera algo, apareció la mamá de Ian en la puerta.

— Chicos ya está la comida. ¿Keyla te quedas a comer con nosotros?

— Yo....— iba a dar una negativa pero no quería ser descortés.

— Vamos Key, y después te llevo a casa. — dijo Ian teniéndome la mano, eso me hizo sonreír como una boba.

—Esta bien. —dije finalmente.

La tarde fue muy agradable, la mamá de Ian era muy amable, poco después llegó su papá con un traje negro y un portafolios en la mano derecha, le dio un beso en la frente a su esposa y luego revolvió el pelo a su hijo a lo que éste protestó, después me saludo a mi como un caballero (ahora sabía de donde había sacado Ian eso). El señor Tomsom también era muy agradable, en algunas ocasiones me recordaba a papá.

— Y... Se acaban de mudar, por lo que se —comentó el papá de Ian.

— Si, hace tres meses.

— Si, —sonrió — tus padres ya son muy conocidos por aquí, al parecer se han ganado el estima de muchos ya.

— ¿En serio? —pregunte casi incrédula.

— Claro.

— Keyla algún día deberías invitarlos a comer a casa —dijo la mamá de Ian.

— Si, se los comentaré.

Ian sólo me miraba algo divertido, achine los ojos al mirarlo lo que hizo que ensanchara su sonrisa, ya me imaginaba qué era lo que le divertía tanto. Al dar las siete de la tarde, Ian se ofreció a llevarme a casa, por lo que me despedí de sus padres y nos dirigimos a su camioneta.

— Les has caído muy bien a mis padres. —comentó mientras arrancaba el motor.

— Si, a mi igual.

Después de un largo rato de silencio Ian suspiró con resignación.

— Entonces ...... ¿Amigos? —dijo como si le costara decir la última palabra.

La verdad es que a mi tampoco me gustaba esa palabra, al menos no con Ian. ¿Pero que me pasaba?. Lo miré más de lo que debía hacerlo, y el silencio tampoco ayudaba.

— Si, amigos. —dije finalmente sin mirarlo.

Cuando llegamos a mi casa abrí la puerta del auto, pero no me bajé, normalmente nunca era impulsiva. Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. Pareció muy sorprendido por ese acto, me miro y después sonrió. Me gustaba verlo sonreír.

— Hasta mañana, —dije al bajarme del auto.

Cuando iba entrando a la casa noté que aún se había quedado ahí hasta que arrancó el auto y se fue.

Hasta mi último latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora