Dieciocho.

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¿Por qué?.

Era la pregunta que rondaba en mi cabeza, me dolía, yo pensaba que Sally era mi amiga y la quería. Aun la quiero a pesar de todo era la primera chica a quien conocí cuando llegue a vivir a este pueblo. Pero no entendía que era lo que le había hecho, para mi era muy doloroso , y que ella me odiara. En estos momentos era cuando más 

 mi antigüa vida, a mis viejos amigos y mi vieja escuela. Cerré la puerta de mi recámara y me tiré en mi cama, algunas lágrimas salían de mis ojos.

Mis padres habían ido con sus nuevos amigos a jugar cartas, al parecer a ellos si les estaba yendo bien con el asunto de hacer amigos. No quería que me vieran así, no quería darles mas preocupaciones. Así que fue bueno no encontrármelos en la casa.

Me quedé dormida un rato, desperté cuando ya estaba anocheciendo, mis padres llegaron unos minutos después así que baje a la cocina.

— Miren a quien tenemos aquí, pequeña dormilona. —dijo papá jugando con sus llaves.

— ¿Que hora es?—pregunté.

— Son las......—dijo mamá viendo el pequeño reloj negro en su muñeca — 10 pm. ¿Tienes hambre?

— No, en realidad no.

Papá me revolvió el pelo con su mano, y después se acercó a mamá, le dio una vuelta como si estuviesen bailando y después la besó en los labios. Era lindo verlos así, pero a la vez incómodo para mi. Así que decidí regresar a mi habitación. Me dirigí a mi cama pero me detuve a medio camino cuando escuche un pequeño ruido en mi ventana, me acerqué a ella y vi una pequeña piedra chocar con el cristal, se me hizo un poco raro así que me asomé y lo vi. Estaba justo debajo de la ventana viendo hacía mi dirección, me hizo señas para que abriera la ventana, dude unos instantes, la verdad es que no entendía porqué Ian estaba aquí. Comenzó a escalar por la pequeña construcción de madera en donde crecían algunas flores, por un momento mi corazón empezó a palpitar muy rápido, ¿y si se caía?. Llegó hasta mi ventana, un poco cansado, se le notaba porque su respiración estaba mas acelerada.

— ¿Podemos hablar? —preguntó.

— Si —tartamudee.

Entró a mi habitación, y se rascó la nuca.

— Keyla.

— Ian.

Dijimos al unísono.

— Empieza tu primero —dije  sintiendo que los nervios crecían a cada minuto que pasaba cerca de él, además ¡estaba en mi habitación!.

— Yo solo....quería saber como estabas después de lo de Sally.

— Pudiste haber esperado hasta mañana para eso o tocar la puerta.

— Lo sé. Pero supuse que si tocaba tu padre no me dejaría hablar contigo. Al menos no en este horario. Y no quería esperar tanto, consideré la idea de llamarte o mandarte mensaje pero estaba la posibilidad de que no contestaras.

— Es un poco raro que estés aquí.

— Bueno no es la primera vez que estoy en tu recámara. —dijo con un tono de voz algo divertido.

— No. —suspire —....Estoy mal, yo aún no comprendo porque Sally hizo esto. Y sinceramente no me siento muy cómoda tenerte cerca.

—Keyla, lo siento, yo no sabía lo de Sally, me enteré apenas ayer.

—Cuando se besaron. —dije y me miró.

—Nos viste. —susurró.

—Si, los vi. Aunque no tengo derecho a reclamarte ya que tu y yo no somos nada.

Hasta mi último latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora