Cinco.

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Después de intercambiar los números de teléfono con Sally y Elena salí del Instituto, caminé hasta donde normalmente mi papá dejaba su auto. Aunque aún no llegaba. 

- ¡Keyla! - escuché detrás. Reconocí esa voz al instante. Ian se detuvo a un lado mio respirando agitadamente - pensé....  - tomó aire - pensé que ya te habías ido. Te busqué por todas partes y no aparecías. Hasta que te vi caminando hacia acá. 

Se me había olvidado que invité a Ian a mi casa. ¿En qué estaba pensando? Para empezar mi casa no estaba muy presentable. Simplemente no pensé en nada más. ¿Que me ocurrió?. Ahora, ¿qué le iba a decir?. Antes de que pudiera hablar el claxon del auto de mi papá me sacó de mis pensamientos. Tenía cara sería, pero pude notar que era fingida. Abrí la puerta del copiloto. 

- Papá invité a un compañero a casa.  - dije. Me miró fijamente y luego a Ian. Asintió.

- Ian el es mi papá.

- Hola, ¿cómo esta señor Robinson? - Ian no quitó su sonrisa.

- Suban. - dijo papá sin agregar nada más.

Ian abrió la puerta de atrás  y subió. Yo hice lo mismo pero en el copiloto.

Llegando a casa papá se adelantó y entró primero. Ian se quedó observando la pintura.

- Se ve muy alegre. - dijo.

- Si, igual que mi mamá.

Entramos a casa. Mi papá nos llamó desde la sala. Que ahora solo tenía un sillón.

- Sientense, por favor - dijo. Espero a que nos sentáramos y luego continúo.  - Bien Ian. Dime - hizo una pausa demasiado dramática - ¿Qué intenciones tienes con mi hija? - Ian abrió los ojos como platos. Y mis mejillas se tiñeron de rojo.

- Em.. yo...este... - se rasco la nuca. Y mi papá comenzó a reír.  Simplemente se hecho al suelo a reír.  Ian parecía confundido. Y también tenía las mejillas rojas.

- Te dije que no saldrías cuerdo. - susurré demasiado apenada.

Después de unos segundos también comenzó a reír. Lo miré con incredulidad. No se si reía por nerviosismo o porque algo le había dado risa. Mamá llegó al oír todo el ruido de las risas. Se veía mucho mejor que ayer. Tenia brochas en las manos. Y pintura amarilla, era un amarillo muy claro.

- ¿Qué sucede? - dijo. Papá dejo de reír y se fijo en ella aún con una sonrisa. Ian también.

- No pasa nada. Grace. - se levantó del piso y se dirigió a ella. - Key trajo un amigo.

- Genial, justo íbamos a pintar la sala de amarillo. Mas ayuda no hace daño. 

- Mamá no.... - Ian no me dejo terminar.

- Me encantaría señora Robinson.

Todos nos vestimos con impermeables desechables. Y comenzamos a pintar. Papá y mamá contaban algunas a anécdotas graciosas. Y todos reíamos incluyéndome. Ian me pintó por accidente en la nariz y al verme soltó una carcajada yo en venganaza lo pinte en la mejilla. Y así comenzó la guerra de pintura. Todos terminamos con pintura amarilla por todas partes. Sin darnos cuenta ya habíamos terminado. Mamá quiso terminar de pintar mi recámara. Los cuatro subimos riendo a carcajadas. Y en algún momento solo estábamos Ian y yo pintando los bocetos de mi mamá. En mi cuarto. Solos.

- Estos bocetos son maravillosos, me da un poco de miedo arruinarlos. Nunca fui bueno pintando. - sonreí. Enserio parecía preocupado por eso. - tu mamá hace maravillas.

- No creo que lo arruines. Si ella nos dejó pintarlos es porque confía en que lo haremos bien. - Los dos estábamos demasiado cerca. Cada uno con una brocha pequeña. Remarcando los bocetos. Me sentía demasiado nerviosa. Mi estómago estaba comprimido y a la vez me sentía de buen humor. Tenía tantas sensaciones. 

Hasta mi último latidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora