La cena por ahora va viento en popa, al menos por parte de nuestros padres. Ni Cameron, que así se llama mi vecino, ni yo nos dirigimos la palabra.
La verdad es que yo no hablo con gilipollas, me dan urticaria.
''¿Ni aunque estén buenos?''
''-Ni aunque fuese el último chico que quedase sobre la tierra.''
''¿Preferirías morir sola?''
''-Cuarenta veces. Ahora déjame comer.''
Mi madre la verdad es que se ha esmerado con la cena. Ha preparado mi lasaña favorita. Es como tener un orgasmo en tu boca, por Dios.
-¿Y a qué instituto vas a ir, _____? -me pregunta la madre de Cameron.-
-Voy al Louis D. Brandeis HS -digo.-
Cameron, que está bebiendo en este momento, se pone a toser ya que se ha atrgantado. Su padre le da un par de palmaditas en la espalda para que se recupere.
-¡A ese instituto va mi niño! -dice su madre contenta.-
En este momento mi cara tiene que ser épica y de una mezcla entre asombro y miedo. ¡¿Acaba de decir que el idiota va a ir al mismo instituto que yo?! Prefiero cortarme las venas a tener que verlo todos los días, en serio.
Mi madre empieza a hablar con ella sobre el instituto y esas cosas y nuestros padres sobre fútbol. Cameron y yo todavía estamos en la fase de asimilación. ¡No quiero ir con este idiota al instituto!
''Ya se le ha quedado ese apodo.''
''-Exacto, miniyo.''
''¡Que te den, tía!''
Miniyo se ha cabreado. No le gusta el nombre, pero que se vaya acostumbrando pues se le ha quedado para siempre.
Terminamos de cenar y tanto Cameron como yo estamos intentando asimilar el que nos veremos todos los días.
Nuestros padres se fueron al depacho del mío para hablar tranquilamente, pero en verdad verían un partido en la tele que tiene mi padre allí arriba. Nuestras madres se fueron a la cocina y, por mucho que intenté convencerlas de que quería ir con ella, me dejaron sola con Cameron en el salón.
Ninguno de los dos hablaba, pero estábamos mirándonos fijamente a los ojos. Nos retábamos con la mirada.
La tensión se podía cortar con un cuchillo y el silencio más incómodo del mundo se había instalado entre nosotros. Preferiría tener mi móvil a mano para entretenerme con algo, pero está en el comedor y paso de dejar al tolailas solo en mi casa.
-¿No piensas disculparte por haberte chocado conmigo? -suelta de repente.-
-¿Perdona? -digo incrédula.-¿Yo disculparme contigo de algo que no he tenido la culpa? Lo llevas claro chaval.
-Has tenido toda la culpa -dice juntando sus manos.-Yo no era el que iba distraído con la música a tope.
-Pues puede tumbarte para esperar las disculpas -digo.-Porque nunca llegarán.
-Algo día llegarán, nena -dice sonriendo de lado.-Y será el mismo día en que te tenga en mi cama.
Mi boca cae abierta hasta el suelo literalmente. ¿Qué acaba de decir el cabeza de chorlito este? Lo que está buscando es que le parata la boca a puñetazos limpios, lo aseguro
-¿Qué acabas de decir, imbécil? -espeto.-Si algún día acabase yo en tu cama, sería porque me habría tirado a otro en la fiesta que tú hicieses.
-Ninguno se me puede comparar -dice.-
-Eso está claro -digo y una idea se me pasa por la cabeza.-Ninguno puede comparar lo suyo con eso -digo señalándole sus partes con cara de asco.-
-¿Y qué tiene de malo lo mío? -pregunta.-
-Que mi dedo meñique es más grande -digo riendo.-
Me levanto del sofá y me voy a mi cuarto. Eso ha sido un golpe muy bajo para cualquier chico. No les gusta que les digamos que la tienen pequeña.
''Ha sido increíble, nena. Eres mi ídola.''
''-Lo sé, miniyo. Lo sé.''
Me encierro en mi cuarto, me pongo el pijama y me acuesto. Mañana será otro día.