Cápitulo 4

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LA PRIMERA VEZ

Recuerdo esa ocasión en la que estabamos reunidos en esa mesa, Kenia se encontraba sentada en mis piernas mientras papá hablaba de "negocios". Era muy joven para entender que yo era la carnada, demasiado ingenua para entender los malevolos planes de mi padre. No se en que momento me lo dijo o si yo lo entendí, talvés fue que el instinto lo llevo dentro. Con un par de miradas y uno que otro ademán de mi progenitor supe lo que tenía que hacer. Fue la primera vez y como dicen por ahí, la primera vez núnca se olvida, y en efecto, de mi menete no podré sacar las escenas de ese dia y claro que los otros tambien me han marcado pero este en especial no me deja dormir por las noches.

Estaba jugando con Kenia, ella empezaba a molestarse y quería bajarse de mis piernas, la tarde empezaba a caer, era hora de irnos. Pero papá estaba tan concentrado conversando que no pude quejarme. Entonces, me miró, no se como logré entender, es como si algo dentro de mi lo gritara, como si lo supiera de toda mi corta vida. Solté a Kenia dandole una moneda para que fuera a gastarla en alguna golosina con el próposito de que esté alejada. Una vez puesta de mi pie salí corriendo hacia afuera llamando la atención de todos, grité, grité tan fuerte que mi garganta se tensó al instante. Fue increíble el agil movimiento que hizo mi padre para aventar el bolso con dinero a la cajuela de nuestra camioneta mientras el hombre y todos se centraban en mis alaridos. Los guardias de ese tipo se desplazaron hacia la entrada pues mis gritos fueron avisando que era la policia la que se apróximaba. La puerta del enorme garaje en el que se realizaba la reunión entre hombres que la noche anterior se conocieron en una cantina, se abrió y mi padre se despidió, yo corrí para encontrar a Kenia en el camino para traerla hacia nosotros lo más rápido posible. Subimos al auto y mi padre arrancó. Despues de eso las balas nos llovían, era obvio, los hombres notaron, les robamos. Mi padre conducía, Kenia lloraba con sus dulces en mano, y yo por mi parte aferrada a el bolso que minutos antes había sacado de la cajuela y traído hacía mis piernas.
Kenia lloraba tanto que mi padre se desesperó y aceleró tanto como pudo, hasta que logramos perder a quienes nos seguían. Fuimos al pequeño piso que estabamos arrendando, sacamos un par de cosas y huímos, tan lejos como pudimos. Y esa se convertiría en la primera ocasión en la que me burlaba de hombres con armas y tatuados con insignias que avisan una sola cosa: muerte.

Perdí la cuenta de las horas que estuve mirando por la ventana, me froté los ojos y caminé hacia la cocina en busca de algo para tomar. Desde el dia que llegamos a pasado una semana y solo hasta ahora me digno en entrar a la cocina y vaya, es hermosa, es más grande que mi habitación. Con esa céramica color limon que va a juego con la casa y sus muebles, esa isla pequeña en la que seguramente Diana almuerza con Billy, el encargado de la seguridad y las llaves.

-¿Diana?- pregunté con temor y vergüenza.-¿Diana?-.Me senté y esperé, pero nada aparecía.

-Buenas tardes señorita, Diana no está. -Una voz masculina me hizo voltear.
-Pero si quiere puedo prepararle algo señorita Joyce, solo debe ordenarlo.

Me quedé plasmada viendolo, estaba recién bañado, su pelo goteaba aún y el olor a shampoo masculino inundó mis fosas nasales. Ese moreno alto, con rasgos muy frios y ojos cafés estaba haciendome paralizar el sistema nervioso.
La camisa floja y la bermuda blanca que llevaba le quedaban tan bien que me imaginé que no era el guardía si no el dueño de casa. Sin embargo tuve que dejar de mirarlo como idiota y volver hablar.

-Ehh, no, gracias, iré a caminar al patio- Me levanté y con pasos torpes me dirigí hacía la salida que daba al patio.-¿tú vives aquí?

-Si, ¿ve esas dos habitaciones de el fondo?- señaló hacia el patio.-Una es mia y la otra de Diana

-Entiendo, no lo había notado, lo siento, es que..-Intenté argumentar pero me interrumpió.

-Pero solo pasa dentro de la casa, y no sale más que a observar por la ventana-.Sonrió de una manera escalofriantemente hermosa.

-Eh si, es que, yo.. bueno, eh, nos vemos luego- asintió - debo irme.

El "eh si" se apoderó de mi, ¡rayos!

Salí y me puse la mano en el pecho ¡Joder! Que fue eso pensé. Pero tuve que volver en mi, no podía permitir que note que había desarmado el corazón de tanto palpitar.
Quise voltear, pues sentia sus ojos color chocolate mirandome y por alguna extraña razón sentí que sonreía mientras me miraba huir.

-¿A quien se le ocurrió?- me pregunté a mi misma observando la fuente que se encontraba en la mitad del patio.-Miren nada más, que belleza- me senté en el borde.-Es bellísma.-

Cuando la lluvia empezó a caer decidí entrar a la casa, obviamente mi sed había pasado, solo quería entrar a casa y descansar de vaya a saber Dios que cosa, porque en realidad hace dias que no lavaba ni un plato, totalmente una diosa.

Estos dias aquí me han enseñado de la paciencia que soy capáz de poseer, y es que estar contemplando todo el día el ir y venir de los gatos no es lo mio en definitiva, asi que esta noche acepataré la invitación de Diana y Billy a bailar, son geniales estos chicos, más que el personal de servicio los considero mis amigos ya.

-Llevame, ya no soy una niña Joyce- oí decir a Kenis

-Tienes 14 años, Kenia- acomodé mi vestido blanco con mangas de encaje negro y algo acampanado.-Deberías ir a dormir y dejar de molestar-Tomé mi bolso blanco de mano que hacía juego con mis zapatos de punta del mismo color y salí.

-Núnca puedes incluirme, que mala madre eres.

Sentí una punzada en el estómago, y me llevé una mano a este para contenerme a mi misma.

-Debes estar bromeando mi pequeña- grité desde el pasillo mientras me alejaba.

-Te arrepentirás de todas las humillaciones que tú y tu padre me hacen, siempre me dejan de lado, incluso la primera vez que robaron, me mandaste a comprar lejos para que no viera nada.-Sus palabras de dejaron paralizada.-Estoy cansada Joyce un día te quitaré el trono y seré la mariposa de papá, esa a la que jamás se le niega nada-

Me quedé estacionada en medio de solitario pasillo, me di la vuelta cautelosamente esperando encontrar en Kenia un rasgo que me demostrara que era una broma, pero no, al contrario se notaba que la bronca le inundaba el alma, sus ojos cristalinos me avisaban que lloraría dentro de poco.

-Estas siendo injusta Kenis- me acerqué, muy despacio.-Mira cuando crezcas te llevaré a donde me pidas ¿si?

-No me llames Kenis, me haes sentir estúpida- respondió con la voz muy quebrada ya, pero a la vez llena de coraje -Largate de una buena vez- dió un paso atras incrementando la distancia que yo había logrado diluir.

-Kenia, estas siendo injusta conmigo, yo que te he cuidado y te he dado lo que...-No terminé de hablar y me soltó un portazo que estremeció toda la casa de Briar Viats.

-¡Vete al diablo mariposa!

¿Que había sido eso? Mi hermana menor sentía tanta rabia por mi, y hasta hoy lo tomé en cuenta. Como era posible que recordase ese dia en que la alejé de mi para hacer lo que hice, ¡Dios! Fueron solo un par de minutos y ese suceso había dejado una marca de rencor en su vida.
Maldita sea ¿Que hice mal? ¿No la cuidé bien? ¿No le compré la ropa que quería? ¿Olvidé ir alguna reunión en su vida estudiantil? ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué? ¿Que fue lo que hice para recibir tales palabras de desprecio de mi hermanita menor?
Tantos años, 11 para ser exacta, dedicando mi tiempo a criarla de la mejor maner, dandole más de mis posibilidades para que esté bien. Pero la vida es así, siempre creemos haber hecho lo mejor, sentimos que dimos incluso más alla de donde podiamos, y de pronto resulta que no, que para alguien no fuimos suficientes.

Papá, ¿ya nos vamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora