Cápitulo 8

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AQUI ESTAN.

Ese día en el cuarto de lavado conocí a Joel, tiene mi edad más o menos, al contrario de Billy, sus ojos claros dejaban mucho que desear, este se ocupa a más de la seguridad, de las cámaras de vigilancia de la mansión, pero no encontre mis zapatos, algo que me producia un coraje fatal. No voy a descansar hasta encontrarlos, no es que no pueda comprar otros, es que quiero esos, esos son lo que quiero y estoy empezando a impacientarme. Asi que de una vez por todas descubriré donde estan los malditos zapatos, estoy segura que no desaparecieron por arte de magia.

-¿Se puede?- abrí la puerta del cuarto desde donde se monitorean las cámaras.

-Claro que si señorita, pase- me contestó Joel

-Joel, queria pedirte un favor.. no se como decirlo

-Si lo que desea es que borré los videos de usteded entrando y saliendo de la casa de Billy, ya lo hice- por un momento me sosprendí pero le sonreí agradecida

-A más de eso, es decir, no es que eso no sea importante pero te lo agradezco igual. Quiero ver las cámaras que dan al pasillo. Perdí un par de zapatos y quisiera recordar si salí de mi cuarto con ellos puestos, o en mis manos, no lo se, solo quiero hallarlos ¿puedes ayudarme?

Asintió.

Empezamos a revisar los videos uno por uno, desde dias anteriores hasta ahora, lo hice una y otra vez, estaba segura que podia ver algo. Yo no estoy loca y se que el dia que fui al casino, los dejé ahi por la mañana al volver del gimnasio. Despues de tantas horas de ver y ver los videos encontré lo que buscaba. Una mujer salía con mis zapatos en la mano, algo que me pareció muy raro pues según la hora y dia del video, era la misma fecha en la que volvimos del casino, tan solo unos minutos antes de que yo llegara, esta persona los tomó. Seguimos indagando y encontramos algo peor: La misma tipa estaba en el patio delantero quemando mis zapatos en el fuego de una fogata que seguramente preparó previamente. ¡Esa perra está loca! Pensé para mi misma.
Pero hubo algo más, algo que me impacto demasiado, y es que ese pelo, esa forma de caminar, esa espalda... era Kenia, Kenia, acabó con los ciento cinco dolares que costarón mis deportivos adquiridos en el sur del pais hace poco tiempo.

-Joel, es mi hermana- llevé una mano a mi boca tapandola e intentando ahogar mi grito.

-Yo.. lo siento tanto señorita Joyce

-Ni una palabra de esto a nadie Joel, diré que los encontré pero que me aburrí de ellos y los regalé, porfavor Joel..

-Como usted ordene señorita Viats

Salí de prisa del lugar, empecé a correr sin rumbo por el jardín. En mi mente pasaban miles de preguntas, las mismas que ya me había planteado, y es que ultimamente Kenia se volvió terrible cuando llegamos a la mansión. Solo me gritaba, me faltaba a el respeto, poquisimo le quedaba para alzarme la mano. Y la última semana papá tuvo que intervenir varias veces para que no nos dieramos de golpes, y en otros momentos Briar mandaba a callar a Kenia en señal de mi defensa.  Llegué a la fuente y le lavé mi cara rápidamente, una y otra vez me pasaba las manos por la cabeza intentando encontrar mis respuestas. De repente las lágrimas se hicieron presentes, me estaba ahogando en llanto, y emprendí mi vuelo otra vez, pero ahora mi desplazamiento por la mansión iba acompañado de gritos llamando a alguien: BRIAR. Sentí la necesidad de hablar con ella, seguramente tendría una respuesta, era tan sabia, seguramente sabría levantarme, porque justo en ese momento sentí que estaba atrapada bajo mil escombros, escombros que mi hermana menor ocasionó en mi corazón.

¿Qué hice mal Kenia?

De pronto la encontré sentada en la sala, leyendo una revista, se veía tan tranquila que tuve pena de interrumpir su tremenda paz, pero lo hice, me estaba ahogando y necesitaba urgentemente que Briar me salve porque estaba en mi límite.

-Briar, Briar no sabes lo que acabo de ver..- dije ahogada en llanto, casi en voces inaudibles

-Shhshhshh- acarició mi rostro. -Lo sé nena, lo sé, soy la dueña de esta casa, reviso a diario las cámaras hija

Ahora entiendo porque sabía que pasé la noche con Billy.

-¿Cómo ha podido Briar? No le encuentro explicación a esto

-Te tiene envidia, está en una edad dificil. Se le pasará y estarán bien.
Se que pensaste que fue Diana, pero menos mal ya saliste de la duda hija. Ahora vamos ponte de pie, lavate mejor la cara, maquillate, ponte bella porque iremos de compras ahora, vamos hermosa ¡team Joyce! Ahora ve, ve rápido

Sonreí al oir sus palabras de alivio, claro que no curaba por completo mi dolor pero sirvió para que sonría.

A medida de que crecemos vamos tomando otras cosas como prioridades, las cosas que eran importantes para nosotros cuando teniamos 8 años no son las mismas que nos interesan ahora que tenemos más de 20. Fue igual para mi, núnca fui la niña de papi, como ya dije, a mi nadie me consintió y claro, nadie estuvo para secar mis lágrimas las veces que la tristeza me cachetió y me tiró al piso. Me levanté sola, y tras que estaba hecha pedazos tenía que levantar a Kenia e incluso a mi padre. Pero en mi caso a diferencia de otros, yo no tuve esa reacción negativa hacia la vida, para nada. Siempre estuve muy abierta a dar y a recibir amor, a pesar que nadie me lo dió, a pesar de que nadie me entendió jamás, yo no guardo rencor en mi corazón hacia la vida, ni hago culpable al destino, como Keni que vive reclamandole a Dios por llevarse a mamá. Pero ya está, ya fué. Crecí oyendo decir a mi padre que tenía que ser fuerte, y que nada me podía derrumbar, mi padre confía tanto en mi que está seguro de que puedo comerme el mundo como solía decirmelo. Y entre todas esas cosas intenté querer a Kenis como nadie la iba a querer, mis prioridades cambiaron en cierto punto, pero Kenis fue, es y será lo más importante para mi.. siempre.

Entré a la habitación de Kenia,  seguramente al haber pasado varias semanas del hecho de mis zapatos, lo cual daba por hecho que era un desquite de Kenis, ya todo estaría mejor entre las dos.

-Hola hermanita, ¿vamos a comer juntas hoy? Digo talvés podemos ir al cine y luego por un par de vestidos nuevos- me senté en su cama para seguir hablando. -Di que si, porfa- junte mis manos en forma de suplica

-En primera- dijo mostrando su dedo índice. -no puedes entrar en mi habitación sin permiso, segundo no me place ir contigo a ni un lado- caminó hasta la puerta. -y tercero ya largate que debo estudiar- hizo un ademán con su brazo para que salga.

-Kenia yo..

-Callate Joyce, ve a planear con mi padre a quien robar, dejame sola- gritó

-Cuida tus palabras Kenia, todo lo que he hecho es por ti

-Vete al diablo mariposa, jamás pedí que fueras una ladrona, siento verguenza de los dos

-Que raro Kenia, antes no te parecia tan malo- me defendí. -Además sin tan malo te parece, porque aprovechas todo el dinero sucio.. vamos dimelo

-Mira Joyce, una cosa no tiene que ver con la otra, ahora largate de aquí, quiero estudiar

-¡No! Mirame tu a mi niña- la tomé del brazo violentamente. -soy tu hermana mayor, y me vas a respetar, ahora me voy porque quiero, pero tu no me vas a volver a tratar de esta manera- la solté y me fui.

-Me tiene sin cuidado Joyce, tu y yo nos veremos las caras en un par de años y entonces veremos quien respeta a quien.

Quise regresar a responderle, pero el portazo que me pego hizo estremecer toda la casa. ¿Que estaba diciendo? Seguramente vivir aquí y el colegio mixto en el que estudia, la volvió loca. Siempre estudió en escuelas de niñas, supongo que eso la agovia ahora, digo tiene 14 años, nada le falta, tiene una familia que la ama, y bueno estoy yo.. que a pesar de mi edad nada me impidió cuidarla muy bien, dandole tanto amor como me es posible.
A veces quisiera regresar el tiempo, a cuando ella tenia 5 años y yo 12, la cuidaba con tal esmero,  y ella me amaba, agradecia lo que hacia por ella, la llevaba a la escuela, con sus coletas bien hechas y su lonchera en mano empezaba el día, la dejaba en su aula y corría hasta la mia para no atrasarme.
Suelo extrañar tambien ese hermoso pueblo, con casitas azules, las flores colgantes, las hojitas en las veredas, esa brisa reconfortante que me daba vida, todo lo maravilloso de ese lugar siempre estará en ese lugar, y confio mucho en aquel refran que mi padre me enseñó: Uno siempre vuelve a los lugares donde amó la vida.

Papá, ¿ya nos vamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora