t r e i n t a y t r e s

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Capítulo Especial.

La alarma del aparato sonó. JinYoung acomodó el papeleo entre sus manos y lo ordenó de manera recta, dejó las cuentas sobre la mesa pulcra, un tanto refinada, y movió con sus pies la silla de oficina.

—¿Qué pasa ahora? —habló irritante una vez oprimió el botón para aceptar el remitente de su secretario.

—Tienes visita.

Se lo planteó mucho, y antes de sermonear a WooJin con el tema de las cero distracciones en su trabajo, pensó. Mark había salido desde temprano el día de hoy para la junta —que parecía más una discusión—, entre los nuevos diseños de prendas para la estación que vendría el próximo mes, dudaba mucho que saliera ahora que recién llevaba menos de dos horas en el edificio.

Con su madre sería un lujo bastante insoluble, esa mujer estaba más que sometida en su morada de prodigio ahora que estaba ahogada en un matrimonio deteriorado, no salía de la residencia sino fuera por una emergencia, y eso que JinYoung solía cubrir la gran parte de los gastos de ésta.

JaeBum era un grandísimo hijo de puta con el cual no hubo más charla a partir de aquel reencuentro incómodo en el parque de diversiones, sin contar el desagradable momento por su festejo. Su amistad se había ido por la borda del abismo y jamás volvieron a dirigirse la palabra, ni siquiera por la amistad almibarada que sus novios llevaban. De todos modos, nunca borró su número de los contactos, le llamaría si fuera algún asunto sustancial qué tratar.

¿Quién más podría ser?

—Dile que pase.

—Está bien.

Indudablemente, su curiosidad fue más grande y dejó que aquel individuo pásese a su zona de trabajo. Acomodó las plumillas sobre su escritorio, entrelazó los dedos y los colocó en su torso, viendo hacia la puerta suntuosa, con intriga acerca del ser que se ofuscaba por molestar tan temprano en sus horas de oficio.

La manecilla se giró y abrió lo que era la otra habitación, dejando expuesta a la persona irritante en la que tanto indagó. Kim YuGyeom apareció en el umbral de la puerta, se adentró a la oficina y no tardó ni dos segundos en volver a cerrar ésta.

Su semblante decía mucho, se sentía apenado, turbado. Desde aquella cena por el festejo de JaeBum, no entendió el por qué fueron tan descarados al besarse fuera del local y al sacar a Mark en el tema como si ya no les fuera de tanta trascendencia, mucho más porque se suponía que habían quedado airados desde aquella última vez en su departamento.

Kim estaba siendo un loco, casi un demente, pero estaba bastante desorientado por Park JinYoung y sus dotes de malicia, condenándolo a lo prohibido.

Aunque ambos fueran la vileza andante, no podía dejar de pensar en el hecho de que el pelinegro siempre le aferraba a lo perverso y lo maligno, indagándolo a un mundo completamente distinto y ayudándolo a corromper las reglas del lugar, como si no fuera necesario seguirlas si cada quien debía ser como quisiera.

Y es que JinYoung era tan adictivo y YuGyeom lo disfrutaba tanto, porque aquello tan clandestino, siempre terminaba siendo lo más tentador.

Algunas veces se odiaba tanto a ambos, siempre peleaban y terminaban reconciliándose, como si nada hubiese pasado. Pero ahora, el menor se sentía como un inútil por creer que tenía aunque sea un poco de exclusividad sobre él, sobretodo por creerse un engreído y cegarse por un ingenuo enamoramiento.

No supo qué hacer ahora que el sosiego se había plasmado en aquella estancia de paredes blancas, quería decir algo pero no sabía cómo iniciar. JinYoung le miraba con confusión, casi con disgusto, no entendía qué hacía ahí y cuál era el fin de su repentina llegada, como respuesta, procedió a ignorarlo y volver a centrar su atención en el papeleo lleno de números, cuentas insignificantes que no lograba comprender el porqué realizarlas si aquellas ventas ya se tenían previstas.

Call Me Daddy || JinGyeomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora