11. Mudanza

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Finalmente había llegado el día en el que Potter se mudaba al apartamento. Todos ellos a excepción de Snape le habían ayudado a decorar su habitación así como a colocar sus cosas.

Desde el momento en el que Snape había visto a Potter en el umbral de la puerta con las maletas se había ido a su cuarto. Únicamente una vez había recibido la visita de Black quien entendió rápidamente que estaba de mal humor y dejó de molestarlo.

En su cuarto, Severus reflexionaba sobre como había acabado viviendo allí, nunca había pensado que pudiese acabar bajo el mismo techo que ellos al acabar Hogwarts, sobretodo con Black. Desde hacía años dos sentimientos se batían en duelo dentro de él, cada vez ganaba más el terrero el odio, pero el otro tampoco quería dejarse vencer por completo, siempre había permanecido, torturándole de las peores formas que encontraba, siendo puesto a prueba a través de 7 años de burlas y humillaciones. Ahora se encontraba en una encrucijada, Snape había visto como Black cambiaba con él, llegando a defenderlo de sus amigos, preocupándose por él, abandonando esos mismos motes que había ayudado a crear y que le habían perseguido durante años, pero ¿realmente lo hacía? o ¿era otra broma más? eso es lo que Severus se preguntaba día tras día, viendo receloso el comportamiento que tenía con él, siendo cauto, sin bajar la guardia.

Sin ser consciente, Black estaba probablemente en la mayor prueba de su vida, una que iba a depender de cómo se dieran las cosas en presencia de Potter pero de la cual nunca sabría nada, saliese vencedor o no de la misma.

Al contrario que Snape, Remus y sobretodo Black estaban exultantes con la mudanza de Potter, tanto que habían olvidado establecer las normas que en cierta forma le habían prometido a Snape y éste aunque se acordaba no quiso mostrar más debilidad por el tema de lo que hizo aquella vez. Además Colagusano por fin había dado señales de vida. Le habían pedido que se mudara también con ellos y por suerte para Snape había rechazado la oferta. Colagusano les había asegurado que estaría en la noche de luna llena pero que no podía ir el día de la mudanza porque estaba ocupado. James se sentía dolido y pensaba hacérselo pagar sonsacándole todo lo que había hecho esas semanas.

Sin poder posponerlo por más tiempo Snape bajo al mediodía para comer. Había descubierto que Remus era como una madre cuando se trataba de alimentarse, más de una vez le había puesto más en el plato de lo que él hubiese comido. No recordaba haber comido tanto nunca. En su casa no tenían mucho para comer e ingería rápidamente todo para escapar de su padre y poder irse a su cuarto o hacer las tareas pendientes que le había encomendado, todo era mejor que estar en su presencia. En Hogwarts aunque comía algo más tampoco era mucho, siempre deseaba salir corriendo del Gran Comedor para irse sin que los merodeadores le vieran. Lo irónico de todo esto es que ahora estaba obligado a comer con ellos todos los días.

Hacía tiempo que habían superado esos momentos incómodos en los que ni se miraban, pero ahora con la llegada de Potter, era incapaz de decir algo. Caso contrario era el de los merodeadores que hablaban y reían como nunca, preparando una fiesta para esa misma tarde en la que pensaban perderse bajo el alcohol y una estruendosa música. En cambio, Snape había rechazado totalmente esa idea aunque ninguno de ellos ni siquiera le había pedido unirse pero tenía muy claro que iba a enfrascarse en esa poción que se le resistía, siempre le fallaba algo y nunca llegaba a estar perfecta pero sabía que estaba cerca. Las últimas noches las había pasado revisando libros y cada vez salía con una idea nueva. No obstante, hasta ahora todas habían fallado y él minuciosamente lo apuntaba en uno de sus cuadernos. Empezaba a sentirse frustrado, hacía tiempo que no tenía un reto como aquel pero eso también le gustaba.

Severus no entendía entonces porque esa tarde la poción iba tan mal. Había fracasado en partes donde se suponía que no debía hacerlo, donde los ingredientes ya estaban claros. Pero no entendía porque la poción tomaba un tono verde amarronado o incluso morado. Frustrado no hacía más que desaparecer el contenido del caldero una y otra vez, ya había perdido 2 horas con eso. Mientras tanto, los tres merodeadores al contrario que él estaban con los ánimos por las nubes.

Un nuevo lado tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora