18. Tormenta

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Severus el día anterior había establecido un nuevo tipo de relación con Sirius: amigos o conocidos, cualquiera de los dos se le hacía extraño. De alguna forma había accedido a llamarlo por su nombre, ahí había sido cuando todo su auto-control se había ido.

Decir que había estado abrumado sería quedarse corto. Sirius lo había besado y él lo había correspondido, mentiría si dijese que no quería repetirlo, cuantas veces lo había deseado e incluso soñado... era una locura. Y aunque seguía teniendo dudas, sentía que no lo había engañado, su comunicación no verbal se lo había dicho y estaba intentando creerlo, sino lo hacía tendría que huir del país al haber dejado que invadiese su privacidad. Pero aún así, y aunque sorprendentemente Black le había dicho que sentía algo por él, no sabía el que y se arrepentía de no haber preguntado en ese momento pero también estaba seguro de no querer nada más con ese hombre. Tolerarse ya era demasiado, y en sus habitaciones pensando en todo ello lo único que había podido hacer era ruborizarse y tocar sus labios.

Aunque esos mismos pensamientos los había tenido la noche anterior surgieron de nuevo al abrir nuevamente sus ojos. Había estado tentado de quedarse en su cuarto para no enfrentar a Black. Por una vez no sabía como debía comportarse a su alrededor, la mecánica que tenían había vuelto a cambiar.

Antes de que llegaran Remus y Potter habían estado hablando y prácticamente habían pasado el resto del día juntos comportándose con normalidad. Los problemas empezaron cuando se quedó solo en su cuarto por la noche. Hasta ese momento había sido como funcionar en piloto automático, como si estuviese en una especie de sueño y al llegar a su habitación se hubiese despertado de golpe, durante todo ese tiempo que habían estado juntos ni siquiera había pensado en el beso. El maldito beso. Pero al final, no había sido el que lo había iniciado ni el que había propuesto esta clase de amistad ridícula o lo que fuera, ni siquiera sabía porque había aceptado su mano, bueno, si lo sabía, había sinceridad en sus actos pero aún así, había sido débil y blando, se había jurado no perdonarle y había fracasado y lo peor es que no se arrepentía de haberlo hecho, maldito sea Black por verse tan vulnerable y tierno después de llorar pensó. Por eso mismo, el no tenía que avergonzarse de nada, simplemente iba a bajar allí y hacer lo que siempre hacía y se amoldaría a lo que sea que fuese esta nueva amistad.

Otra pregunta que circulaba su mente, era cuanto sabían Potter y Lupin de todo lo que había pasado y de sus nuevos términos. Simplemente observaría detalladamente a ambos.

Snape bajó las escaleras y escuchó los murmullos provenientes de la cocina. Normalmente era el segundo e incluso el primero en levantarse pero esta vez había sido el último, con todos esos pensamientos en su cabeza había tardado más tiempo de lo normal en levantarse de la cama. Vio a Sirius con una sonrisa levantarse de la mesa para ir hacia donde estaba. Snape se tensó un poco pero sus preocupaciones se desvanecieron con las palabras que salieron de su boca:

-Buenos días Severus-Dijo Sirius con una sonrisa justo antes de abalanzarse y abrazarlo- Estaba por ir a despertarte.

-¿A que se debió eso?-preguntó algo rígido.

-¿El abrazo?-preguntó enarcando una ceja- Somos amigos, ¿no?- Severus dudo pero asintió vacilante- hago eso con mis amigos- dijo despreocupadamente.

-Ya...Buenos días... supongo.

Sirius le robó la tostada a Cornamenta y se sentó en su silla habitual para desayunar.

-Oye, eso era mío. ¿Sabes lo que le cuesta a este cacharro tostar el pan?

-Se llama tostadora- señaló Lupin y Potter hizo un gesto despreocupado con la mano.

-Que buen día hace hoy, ¿Verdad Lunático?

Todos lo miraron como si hubiese perdido la cabeza. Severus soltó una risita de la que nadie se percató antes de acercarse a la mesa y sentarse.

Un nuevo lado tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora