13: Ghosting.

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Presente
Harry

Playlist: ♪♩"Maps" Maroon 5. "Let Me Down Slowly" Alec Benjamin, Friends" Ed Sheeran, "Change My Mind" One Direction ♪♩

(...)


Está caminando por las calles de la gran manzana. El cielo está oscuro y aunque parezca que la noche está muy entrada con sus mínimos silencios y ventiscas suaves contra la piel, la ciudad nunca duerme; siente la piel cortársele por el frío, las mejillas le arden y la nariz la tiene congestionada, pero, de alguna manera, no puede importarle menos.

Se sabe la dirección de memoria, y recuerda exactamente el día en que la aprendió, aquel primer de enero del año pasado, cuando Niall se la mandó mediante de un mensaje de texto. Porque claro, Louis nunca se la dió por sí mismo.

Esa había sido la primera vez que iba a buscar a Louis.

Y esta era la última.

Aun así, Harry siente la melancolía que le provoca seguir el camino que va a llevarlo a su perdición, ahora lo sabe, como lo supo en el pasado. Cuando Louis había dejado de responder a sus mensajes y llamadas. Y ve la similitud de cómo se encuentra ahora y como se encontraba en ese entonces: destrozado. Porque sabe que está a punto de echarse a una piscina bastante onda y él no sabe nadar. (En forma figurada, claro.) Entonces sabe que la situación es grave, pero así como es un humano enamorado, sabe que va a ir de todos modos, aunque le duela.

Así que ese es el impulso que lo está empujado hasta a Louis de nuevo.

Así que Harry se está ahogando, porque no consigue flotar en esa profunda piscina y el aire está abandonando sus pulmones así como sus oídos se llenan alejándolo de cada sonido. Sus pulmones amenazan con atascarse de agua de un momento a otro, pero es que Harry no sabe nadar.

Mierda.

Ahora, conoce las calles. La primera vez que fue, no lo hacía, pero los señalamientos y su conocimiento básico del mapa del metro, le ayudaron en su momento. Ahora simplemente sus movimientos son automáticos, sabe a dónde girar, a qué escaleras dirigirse, en qué calle doblar y hasta donde están las grietas que debe evitar en las banquetas. Diablos, incluso recuerda el número de escalones qué hay en la entrada del viejo edificio de ladrillo en el que vive.

(Maldice a Louis.

Lo maldice por haberse enfrascado tanto en su piel, por haberse metido hasta dentro de sus extrañas, por contaminar cada mililitro de su sangre con su esencia, por enroscarse en sus venas y forjarse en los ligamentos de su cuerpo. Incluso sabe que Louis forma parte del calcio de sus huesos.

Y si, lo maldice.

Porque en ese momento, cuando era un año más joven, estaba dispuesto a darle su corazón a ese bonito omega y el otro estaba a punto de destrozarlo.)

Así que sube al ascensor y marca el número indicado. Mierda, incluso no tiene que ver el maldito tablero para pulsar el botón, su mano conoce el camino y la forma en que debe de doblarse para pulsar el botón del pent-house.

Jodida mierda.

El traqueteo resuena por cada metro que sube. Siempre estuvo aterrado de ese ascensor, siempre tuvo la sospecha de que iba a desplomarse en cualquier segundo y matarlo. Pero como todas aquellas veces en las que lo tomó, es en esta en la que eso no le importaría tampoco. Así que, como no lo mata y llega milagrosamente al último piso, suspira con fuerza.

(Diablos, ¿cuánto tiempo ha estado reteniendo ese suspiro?)

El ascensor se marcha y él se queda de pie frente a aquellas largas paredes de ladrillo rojo puro y concreto grisáceo. La puerta café con un tapete que te da la bienvenida en francés.

New York (l.s.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora