21: Amarillo, rojo y azul.

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Pasado
Harry

Playlist: ♪♩"Since We're Alone" de Niall Horan..♪♩





Febrero comenzó a pasar rápido, entre cenas divertidas con amigos, y momentos íntimos de parejas.

Harry hacia tareas en casa, siempre con la esencia a fresas y cigarrillos rondando en el apartamento. Tomaría café todos los días y trabajaría en proyectos y subrayando pasajes de libros. El trabajo era bueno, nunca aburrido, siempre constante.

Las mañanas eran frías pero en su cama siempre estaría cálido, envuelto en los brazos de un pequeño omega que apegaba la nariz a la piel del alfa solo para inhalar su olor.

Las tardes serían amenas, con música siempre sonando desde el tocadiscos que habían adquirido recientemente. Reproduciendo los pocos vinilos que tenían, a veces repitiendo el mismo hasta tres veces por noche.

Los cielos de Nueva York amaneciendo y oscureciéndose, dejando en claro que el tiempo comenzaba a pasar rápido y las semanas se iban tan pronto como comenzaban.

Harry estaría feliz.

Llegando del trabajo después de la comida, abriendo la puerta del apartamento y encontrándose siempre a él...

Louis, sentado en el mismo sillón azul verdoso de siempre, tarareando letras de canciones o bebiendo distraído de su café helado, mientras trabajaba en su computadora.

Días tranquilos en los que solos serían él y Louis, rodeados en una atmósfera perfecta para ambos, felices.

También habría los días en los que pasarían noches enteras en lo de Niall. Brindis por doquier, risas estridentes y comida regada por las alfombras. Videojuegos, juegos de mesa, salidas a patinar en Central Park...

Era una buena vida.

Y era perfecta, y se tornaba de colores cada día, como un anillo tornasol, que cambia de tonalidad según tu estado de ánimo... Harry siempre veía un arcoíris, amarillos brillantes entre sonrisas y melodiosas risas de Louis contra su cuello o su oído. Morados relajantes cuando dormían con las piernas enredadas y el amanecer se colara por sus ventanas. Verdes divertidos cuando Niall hiciera algo muy asqueroso con la soda en su nariz, causando las risas de todos en la habitación. Y los rojos, que se teñían de pasión cada que Louis gemía su nombre.

Cada vez que arañaba su espalda con fuerza y dejaba rasguños rojos. Cada que Harry empujaba más profundo dentro de él y encontraba ese mar rojo de pasión que lo envolvía mientras jadeaba contra la piel de Louis, aparentando los ojos y abriendo su boca tan fuerte como fueran los gemidos. Sentiría sus cuerpos conectarse. Y solo veía rojo.

Harry estaría lleno de colores cuando Louis tomara una iniciativa con él.

Como aquel día en San Valentín.

Harry no sabía si lo festejarían o no; sabía las reglas, y tal vez, lo más apropiado sería no hacer nada que pudiera violar alguna norma establecida por el omega. Aun así, cuando iba de camino a casa saliendo del trabajo, encontró este puesto de flores antes de bajar al metro. Alfas y betas apurados compraban grandes ramos de rosas. Harry se paró frente al puesto como si se debatiera entre hacerlo o no. Luego los encontró.

Unos sencillos girasoles olvidados como si la sola extensión de sus pétalos no fuera razón suficiente para derrotar la simplicidad de las rosas. Harry supo en ese instante que se las llevaría, más por qué recordó la primera cita que había tenido con Louis y como este llevaba girasoles consigo.

Cuando llegó al apartamento, volvió a debatirse si darle un ramo de flores al pequeño omega que iluminaba sus días, sería una buena idea.., teniendo en cuenta que eso era algo que las parejas hacían.

Y según Louis, ellos no eran una pareja.

Cuando volteó, dubitativo, se encontró con un Louis coqueto, vestido solo en unos bóxers negros ajustados y una camisa de mangas largas de Harry, desabotonada hasta la mitad del pecho y arremangada en los codos. Tenía el cabello despeinado y un rubor precioso en las mejillas. Harry suspiró.

—Pensé que no festejabas esa fecha... —Harry tanteo el terreno mientras se acercaba al omega con timidez y acercaba su mano a la cintura de este.

Los ojos azules de Louis siguieron una trayectoria hasta la mano de Harry, donde llevaba los girasoles envueltos en un moño rojo.

— ¿Y tú sí?

Harry sonrió, pero le entregó los girasoles con determinación. Mirando ensoñado como los las arruguitas junto a los ojos del omega aparecían mientras su bello rostro se refractaba en una sonrisa.

—No, pero podemos fingir.

Louis olió los girasoles e invitó a Harry de la mano a seguir su camino.

Esa noche bebieron vino.

Mucho, mucho vino. Sentados en la terraza mientras comían sushi, riéndose más de sus risas que de la vida. Luego bailaron en el salón, riendo, tropezándose uno con otro y besándose frágilmente.

Harry descubrió que así quería ver a Louis, rodeado de felicidad, rodeado de su olor, de él, un refugio en donde nadie le podría hacer daño de nuevo. Sabía que su lugar pertenecía en donde los brazos del otro estaban, Harry quería que Louis le mostrara su corazón, quería que le dijera todas las cosas que nunca le dijo a otras personas.

Harry sabía que Louis no tenía de qué preocuparse, si alguna vez se perdían, sabría que él podría ver en la oscuridad y ayudarlo a salir. Podía, podían. Harry comenzó a divagar, tal vez era porque estaba a unas cuantas copas de estar ebrio, tal vez porque Louis enserio merecía escuchar las palabras.

—No sé qué es lo que te hizo estar tan asustado...pero ¿sabes algo? Tú sacas lo mejor de mí.

Pronunció mientras bailaban y Louis alzó la cabeza para verlo, tal vez interpretó las palabras, tal vez no. Pero le sonrió y lo besó.

Aunque no dijo nada.

Entonces los días de Harry son arcoíris, porque tiene todas esas variantes de color. Harry no se conforma con uno solo, aunque también ha puesto atención en las pinturas que hace Louis y ha mostrado aún más fascinación desde el día que el omega le habló de la teoría del color.

Sabe qué hay tres colores primarios y sabe que esos tres son los que más tiene en su vida, ya que todos forman parte de su arcoíris. Sabe que todos son importantes.

Sabe que el rojo es el placer que se extiende en sus huesos mientras Louis besa su cuello. Sabe que el amarillo tiñe la felicidad que siente en la base de su estómago cuando despierta a un lado de Louis.

Pero sabe que también está el azul.

Sabe que no importa lo haga, estarán... esos días.

Días en los que Louis se pierda constantemente en sus lagunas mentales de tristeza. Sabe que habrá días, en los que Louis no quiera música, que no quiera hablar mientras trabaja. Habrá días en los que no duerman abrazados.

Sabe que Louis no va a sostener su mano todos los días. Ni va a besarlo solo porque si, sabe de antemano...

Que Louis no siente lo mismo.

Y sabe, que ese azul que pinta todos esos momentos, es primario y es..., permanente.

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New York (l.s.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora