M E L O D Í A

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Gabriel caminaba a zancadas en ese feliz estado mental: devolviendo un gruñido breve y desagradable a los saludos bien humorados de aquellos vecinos que pasaban a su lado; hasta que se metía en el oscuro callejón que conducía al cementerio.

Gabriel llevaba ya tiempo deseando llegar al callejón oscuro, porque hablando en términos generales era un lugar agradable, silencioso y triste que las personas de la ciudad no gustaban frecuentar, salvo a plena luz del día cuando brillaba el sol; por ello se sintió un poco indignado al oír a una artimaña joven que cantaba fuertemente una festiva canción sobre unas navidades alegres, lo peor era que lo hacía en aquel mismo santuario que había recibido el nombre de 'CALLEJÓN DEL ATAÚD' desde la época del viejo monasterio y de los monjes de cabeza calva.

Mientras Gabriel avanzaba, la voz fue haciéndose más cercana y descubrió que procedía de un muchacho pequeño que corría a solas con la intención de unirse a uno de los pequeños grupos de la calle vieja, y para mejorar la situación, este pillo no graduaba su canto, y la hacía cada vez más fuerte. Gabriel aguardó a que llegara el muchacho, lo acorraló en una esquina y lo golpeó ¡cinco! ¡seis! ¡siete! veces en la cabeza con el farol para enseñarle a modular la voz. Y mientras el muchacho escapó corriendo con la mano en la cabeza y cantando una melodía muy distinta y más quebrada, Gabriel Grub sonrió cordialmente para sí mismo y entró en el cementerio, cerrando la puerta tras de sí.

Duendes en Navidad (CHARLES DICKENS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora