C R E P Ú S C U L O

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Poco antes de que se anocheciera, el día de Navidad, Gabriel se cargó sus herramientas al hombro, encendió su farol y se dirigió al cementerio viejo, pues tenías que terminar una tumba para la mañana siguiente, y como se sentía algo bajo de ánimo pensó que quizá levantaría su espíritu si se ponía a trabajar enseguida.

En el camino, al subir por una antigua calle, vio la alegre luz de los fuegos chispeantes que brillaban tras los viejos ventanales, y escuchó las fuertes risotadas y los alegres gritos de aquellos que se encontraban reunidos; observó los ajetreados preparativos de la alegría del día siguiente y olfateó los numerosos y sabrosos olores consiguientes que ascendían en forma de nubes vaporosas desde las ventanas de las cocinas. Todas estas escenas  producían rencor y amargura en el corazón de Gabriel Grub.

Cuando grupos de niños salían dando saltos de las casas para cruzar la carretera y llamar a la puerta de enfrente, eran recibidos por media docena de pandilleros de cabello rizado que se ponían a cacarear a su alrededor mientras subían todos en grupo a pasar la tarde dedicados a sus 'juegos' de Navidad, Gabriel sonreía indiferente, agarraba con mayor firmeza el mango de su azadón mientras pensaba en el sarampión, la escarlatina, el afta, la tos ferina y otras muchas fuentes de consuelo... o al menos, lo eran para él.

Duendes en Navidad (CHARLES DICKENS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora