E C O

88 6 0
                                    

Sentada en una lápida vertical, cerca de él, había una figura extraña, y aterradora, a lo cual... Gabriel comprendió enseguida que no pertenecía a este mundo.

Sus piernas fantásticas y largas, que podrían haber llegado al suelo, las tenía levantadas y cruzadas de manera extraña y rara; sus fuertes brazos estaban desnudos y apoyaba las manos en las rodillas. Sobre el cuerpo, corto y redondeado, llevaba una prenda ajustada, adornada con pequeñas cuchilladas/cortes; colgaba a su espalda un manto corto; el cuello estaba recortado en curiosos picos que le servían al duende de pañuelo; y los zapatos estaban curvados hacia arriba con los dedos metidos en largas puntas. En la cabeza llevaba un sombrero de saco de pan de azúcar de ala ancha, adornado con una única pluma. Llevaba el sombrero cubierto de escarcha blanca, y el duende parecía encontrarse cómodamente sentado en esa misma lápida desde hacía doscientos o trescientos años. Estaba absolutamente quieto, con la lengua fuera, a modo de burla; le sonreía a Gabriel Grub con esa sonrisa que solo una criatura así puede mostrar.

-No fue el eco -dijo el duende.

Gabriel Grub quedó paralizado y no pudo dar respuesta alguna.

-¿Qué haces aquí en Nochebuena? -le preguntó aquel ente, con un tono grave.

Duendes en Navidad (CHARLES DICKENS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora