L E C C I O N E S

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-¡Enséñenle algo más! -dijo el rey de los duendes.

Ante esas palabras reapareció la nube revelándose ante su vista, un paisaje rico y hermoso; hasta el día de hoy, hay otro semejante a menos de un kilómetro de la antigua ciudad de monasterio. El sol brillaba desde el cielo claro y azul, el agua brillaba bajo sus rayos luminosos, los árboles parecían más verdes y las flores más alegres bajo su animosa influencia.

El agua corría con un sonido agradable; los árboles rugían bajo el viento ligero que murmuraba entre sus hojas; los pájaros cantaban sobre las ramas; y la alondra gorjeaba desde lo alto su bienvenida a la mañana. Sí, era por la mañana: la mañana brillante y fragante de verano; la más diminuta hoja, la brizna de hierba más pequeña, estaban animadas de vida.

La hormiga se arrastraba dedicada a sus tareas diarias, la mariposa aleteaba y se bronceaba bajo los pálidos rayos del sol; cantidad de insectos extendían las alas transparentes y gozaban de su existencia breve pero feliz. El hombre caminaba entusiasmado con la escena; y todo era brillo y esplendor.

-¡TÚ, MISERABLE! -exclamó el rey de los duendes con un tono más despreciativo todavía que el anterior.

Y nuevamente el rey de los duendes levantó una pierna y la dejó caer sobre los hombros del enterrador; y otra vez los duendes que asistían a la reunión imitaron el ejemplo de su jefe.

Duendes en Navidad (CHARLES DICKENS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora