E S C E N A S

64 6 0
                                    

De vez en cuando la madre se levantaba y apartaba la cortina de la ventana, como deseando ver algo que esperaba; sobre la mesa estaba dispuesta una comida sencilla y poco abundante; cerca del fuego había un sillón. Se oyó que llamaban a la puerta: la madre la abrió y los niños se amontonaron a su alrededor, aplaudiendo de alegría, cuando entró el padre. Estaba mojado y cansado. Se sacudió la nieve de las ropas mientras los niños se amontonaban a su alrededor agarrando su manto, sombrero, bastón y guantes. Después, mientras se sentaba delante del fuego y de su comida, los niños se le subieron en las rodillas y la madre se sentó a su lado y todos parecían felices y contentos.

Pero se produjo un cambio de la visión. El escenario se alteró transformándose en un dormitorio pequeño en donde yacía moribundo el niño más joven y hermoso: el color rosado había huido de sus mejillas y la luz había desaparecido de sus ojos; y mientras el sepulturero lo miró con un interés que nunca antes había sentido, el niño murió. Sus jóvenes hermanos y hermanas se apiñaron alrededor de su camita y le cogieron la diminuta mano, tan fría y pesada; pero retrocedieron ante el contacto y miraron con temor su rostro infantil; pues aunque estuviera en calma y tranquilo, y el hermoso niño pareciera estar durmiendo, descansado y en paz, vieron que estaba muerto y supieron que era un ángel que los miraba desde arriba, bendiciéndolos desde un cielo brillante y feliz.

Duendes en Navidad (CHARLES DICKENS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora