Cap. XXVIII

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Natalia Lacunza era escoltada por la hostes hasta la mesa que había reservado solamente para ella y Alba, ya que Ana se había excusado para ir a descansar temprano.

Era obvio que por prudencia había decidido darles privacidad, además... al día siguiente planeaba ir al museo de arquitectura y diseño que le había recomendado una de sus colegas, ya que según ella, estarían exhibiendo lo último sobre arquitectura con contenedores.

Y ese tipo de cosas vanguardistas y fuera de lo tradicional simplemente le fascinaban.

Lacunza aceptó la invitación porque obviamente Alba no se atrevería a declinarla y cualquier pretexto para estar cerca de ella le parecía una oportunidad para recuperarla.

Pero la desilusión que se llevó al observar a lo lejos que había un tipo alto sujetando a Alba por la cintura y acercaba peligrosamente su cara al de ella... ¡Pfff! La postal más horrida que definitivamente había tenido que presenciar en todo su existir.

—Creo que me acaba de surgir una emergencia —le informó Natalia a la chica con pinta de modelo que la Vogue que la había escoltado hasta su mesa, donde ya se encontraba una botella de champán helado listo para ser servido —Me temo que tendré que cancelar la mesa —terminó su frase con la voz un tanto quebrada.

Su orgullo y soberbia fueron más fuertes que las ganas de ir a montar una escena de celos; Al final de cuentas, ella y Alba no eran nada...

Pudieron ser, pero era momento de aceptar que no eran, nunca lo fueron y jamás lo serían.

Caminó con la cabeza gacha enfilándose rumbo a la salida, lo único que realmente deseaba era coger el ascensor, llegar a su suite y destrozar todo el mobiliario. Total, no podían hacerle nada porque ella era la dueña y tampoco sería una pérdida porque de todas maneras se iban a deshacer de todos esos viejos muebles y accesorios decorativos.

Pero antes de abandonar el sitio por completo, lanzó una mirada de soslayo solamente para darse cuenta de que Alba se tambaleaba en su andar.

Estaba borracha.

Y era obvio que ese imbécil se estaba aprovechando de su estado para seducirla y llevársela a la cama.

Se acercó a los dos elementos de seguridad que estaban en la entrada y les dio un par de indicaciones.

Entonces modificó por completo su trayectoria hasta escuchar una voz tan familiar que dolía...

—No soy el prototipo de mujer que está acostumbrada a cumplir ese tipo de fantasías masculinas —decía Alba con la lengua un poco trabada.

—Nunca lo sabremos si no lo pruebas —respondió él con voz seductora.

—De verdad, te agradezco los Martinis y la compañía, pero ya me siento algo mareada —soltó una risita idiota —Creo que estoy algo borracha.

—Por supuesto que no —dijo él —Solamente nos estamos relajando y creo que no deberíamos perder la oportunidad de pasar un buen rato juntos en mi habitación —él intentó hundir su cara en el cuello de Alba para provocarla, pero ella por instinto lo esquivó y dio un paso hacia atrás.

Entonces Lacunza dejó de ser una espectadora más y se convirtió en parte fundamental de la escena.

—Mi amor... te he estado buscando por todas partes —cogió con autoridad a Alba por la cintura.

—Ella y tú... —se quedó él boquiabierto.

—Ella y yo somos las dueñas de este restaurante y de toda la cadena hostelera, además de bueno... llevamos un par de semanas de habernos comprometido.

Misión, visión, valores y objetivos de una empresa no cumplidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora