Cap. XXI

1.8K 102 19
                                    

Natalia había llegado a casa de los Lacunza con una pizza de peperonni, un bote con helado de chocolate y una invitada especial.

Elena seguía sin querer salir de su habitación porque no estaba lista para cruzar alguna palabra con sus padres. Era una extraña mezcla entre rabia y vergüenza lo que sentía al pensar en ellos.

Así que, habría noche de chicas o algo así que tenía toda la pinta como de pijamada.

—A ver Elena... ¿cómo es que planeaste tu muerte y ni siquiera me enviaste una invitación para tu funeral? —preguntaba Mimi con alta indignación a la que consideraba algo así como su hermana menor —Eso no se le hace a la mejor amiga de tu hermana.

—¿Para que ibas a querer tú presentarte en mi funeral? Mis padres son bastante aburridos, por lo tanto, olvídate de que recibieran a los invitados con un catering de canapés y champán.

—Dejar de decir estupideces, las dos —interrumpió Natalia con cara molesta. Por muy feliz que estuviera de su naciente romance con la hija de Miguel Ángel Martínez, el tema del intento de suicidio aún la ponía mal. Se exacerbaban los sentimientos de culpa y una desagradable opresión en el pecho comenzaba a incomodarle.

—He sobrevivido, Natalia —se defendió su hermana menor —Y sé que sigo siendo una paciente de riesgo, pero aprecio como no tienes una idea del hecho de que Mimi se plante aquí y no me trate como a una enferma a la que todo el mundo le debe tener pena.

—El tiene razón, Nat —Mimi apoyó a la rubia con voz suave —No podemos ir por la vida mostrándole compasión porque eso solamente la haría sentir miserable, lo que esta princesa necesita es reír y recuperar las ganas de vivir —entonces miró sus ojos con detenimiento, observando la infinita tristeza que se escondía en ellos —Y te aseguro que enclaustrada en estas cuatro paredes no lo vas a conseguir, así que a partir de mañana, las tres vamos a salir a tomar un paseo lleno de aire fresco y chicos guapos caminando por las calles de Madrid.

—¡Oh! Chicos guapos suena tentador —respondió la menor de las Lacunza —Sin embargo, Natalia prometió venir a casa después del desayuno y tocar el piano conmigo.

—¿Es eso verdad? —preguntó sorprendida. No escuchaba a Natalia tocar desde la universidad, y en alguna que otra ocasión estando completamente borracha, pero eso sucedía en forma muy pero que muy esporádica.

La morena se encogió de hombros. Mimi tomó eso movimiento como un rotundo sí.

—Y eso no es todo, ¿verdad... hermanita? —la miró con aire de complicidad —Me prometió que vendrá acompañada de Alba.

—¿Y Alba que pinta en todo esto? —era evidente que la directora de recursos humanos en PLATINUM COLLECTION no se encontraba enterada de los últimos acontecimientos.

Natalia carraspeó la garganta.

—Verás... es posible que... Alba, bueno que ella y yo... —intentaba explicar mientras su cara sufría una metamorfosis y se tornaba en un tomate.

—¡Oh por dios! ¿Al fin admitiste que te mueres por ella? —gritó como si la tuviesen en un matadero.

Natalia se limitó a asentir con un movimiento de cabeza, pero fue Elena quien habló.

—Y todo eso gracias a mi intento de suicidio, ¿no veis que soy genial?

—Para de jugar con eso, Elena —su hermana mayor volvió a echarle en cara.

—Ey, déjala en paz, Natalia, ¿no has escuchado esa frase de que solamente las personas inteligentes son capaces de reírse de sí mismo y burlarse de su propia desgracia? Pues aquí tienes un perfecto ejemplar —abrazó a Elena.

Misión, visión, valores y objetivos de una empresa no cumplidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora