Cap. XXXIV

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FLASHBACK DE MIMI


Una chica entró a toda prisa en el ascensor, parecía que llegaba tarde hacia algún sitio y los planos que sostenía en la mano tambalearon cuando esquivó las puertas que se cerraron frente a ella-

–Creo que te has equivocado –le dije a sabiendas de que ese ascensor únicamente conducía hacia el último nivel. Ese piso al que solamente tenían acceso Natalia, Alba, María, la señorita Adalia, cualquier integrante de la familia Lacunza y Reche... Y por supuesto yo, la sexy directora de Recursos Humanos: Miriam Doblas. Al menos eso decía en mi gafete, aunque el inepto que lo diseñó hubiera omitido la palabra "sexy", típico de la clase obrera. Por eso no progresaban –Para ingresar al último piso necesitas tener previa cita –y entonces ella terminó de ordenar sus cosas, que estaban hechas un desastre, y por fin levantó la mirada.

–Tengo una cita con Alba Reche –me informó muy segura de sí misma. Ahora la que se encontraba insegura era yo.

Me miró.

La miré.

¡Era preciosa!

Mi repertorio mental de adjetivos calificativos para describir la belleza de esa mujer se agotaron. El diccionario necesitaría inventar nuevas palabras para que yo pudiera describirles cada uno de los detalles que mis ojos observaban en esa cara.

–Debes de ser Mimi –me dijo amablemente al darse cuenta de que un ejército de ratones habían invadido mi boca devorando mi lengua hasta dejarme totalmente muda. Sería estúpido preguntarle como sabía mi nombre puesto que lo tenía estampado en una placa de metal adherida a mi abrigo; Sin embargo, esa familiaridad con la que ella me trató... –Ana Guerra, la arquitecta que se hará cargo del proyecto de restauración en el PLATINUM COLLECTION de Barcelona.

–Tienes el acento más sexy que he escuchado en toda mi vida –lo sé, lo sé, fue la respuesta más estúpida que pude dar, pero me salió del alma.

No me judguéis, ¿qué podéis esperar de una mente retorcida como la mía que solamente piensa en trabajo, alcohol, dinero... pero sobre todo sexo?

Ella se echó a reír y os juro que en ese momento entendí porque Natalia y Alba se habían convertido en un par de retrasadas de la noche a la mañana.

La risa de esa mujer era capaz de curar el sida de todos los niños somalíes. El problema fue que lo dije en voz alta.

¿Cuándo cojones aprenderé a mantener la boca cerrada?

–¿Entonces crees que erré de profesión y debería manejar una hotline o algo por el estilo?

Ella seguía sonriendo.

Contrario a lo que vosotros de seguro que creéis, ella no me plantó ninguna clase de bofetada, por el contrario, tenía sentido del humor.

Para mi desgracia, las puertas del ascensor se abrieron justo en ese momento. O quizás no. Tal vez se trataba solamente de un golpe de suerte para que ya no la siguiera cagando.

–No, claro que no, sería un desperdicio que estuvieras encapsulada en una hotline con ese cuerpo tan espectacular –¡mierda! Estaba rompiendo el récord de todas las veces que era capaz de cagarla por segunfo.

Ella negó con la cabeza aún con una sonrisa dibujada en sus labios. ¿Qué estaría pensando de mí ahora mismo?

–¿Podrías decirme dónde está la oficina de Alba? Por favor.

–Claro –obviamente me ofrecí a acompañarla y la dejé en la puerta de su destino entre un incómodo silencio.

–Gracias, Mimi... –ella pronunció de nuevo mi nombre y el espacio se derritió a mi alrededor –Natalia me contó lo que has estado haciendo por su hermana y eso es algo que en verdad no lo hace cualquiera.

Misión, visión, valores y objetivos de una empresa no cumplidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora