30 de julio, a las 20:38.
Querido diario,
hoy me he desmayado al final de las clases, después de tanto tiempo sin comer, no me extraña.
Al llegar a casa he jugado con la cuchilla, más de lo normal. ¡Seré estúpida! ¡Maldita sea!
Ana me recuerda la grasa corporal, las calorías quemadas y las que puedo o no comer, me lo recuerda todo, literalmente. Es un poco agobiante, la verdad, pero no puedo hacer nada, no puedo dejar que se enfade.
No puedo dejar que se enfade y encima me desmayo, ¡seré imbécil! No puede volver a pasar, Ana tiene que ser feliz, se lo merece.
Hace meses que no me puedo mirar en el espejo... si lo hago... si lo hago me muero. Lloro y nuevos cortes aparecen en mi cuerpo...
Aún estoy gorda, ¡joder! No sé que más hacer!
Ah, por cierto, hoy Ana me ha presentado a Mía. Ella dice que puedo comer mucho, todo lo que quiera, lo que me apetezca en cualquier momento del día. Pero con una condición: después tengo que vomitar.
Lo cierto es que es un poco asqueroso, pero sirve para evadirse. Si tienes miedo, puedo eliminarlo todo, si estoy enfadada, nerviosa, atemorizada, en cualquier situación.
Realmente no sé que estoy haciendo... ¿está bien? ¿Estoy haciendo lo correcto? No hay manera de obtener respuesta. Si lo estoy haciendo bien pues... ¡genial!
Pero si lo estoy haciendo mal... genial también, supongo. Si me muero, tampoco pasaría nada.
Al fin y al cabo, ¿a quién le importaría?
