Capítulo 4

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La noche del martes algo derramó el vaso, algo destruyó la poca fuerza que JinKi conservaba esos días donde estaba lleno de presión. Ese algo era su madre.

La señora Lee era un caso particular de mujer, un caso que justamente le había tocado a él, aunque claro, no le deseaba a ninguna persona una madre como ella. Las madres debían ser buenas, cariñosas, comprensivas, divertidas o por lo menos, agradables; eso podía observar JinKi de los demás chicos cuando iba al instituto. ¿Y por qué no decirlo? Le daba hasta cierta envidia porque él no tenía a nadie. La única persona que alguna vez tuvo fue su padre, él sí era un padre. JinKi lo extrañaba mucho y lamentaba que TaeMin no pudiera recordarlo.

Todo empezó porque JinKi llegó tarde a casa. Usualmente a la Señora Lee no le importaban esas cosas, pero resulta que esa noche la mujer había tenido un mal día o quizás era la menstruación. Y pese a que se descargó con TaeMin, no fue suficiente, así que se fue contra JinKi.

—¿Por qué llegas tan tarde? ¡Llevo retraso porque he tenido que quedarme para cuidar del niño! —gritó refiriéndose a TaeMin. Lo curioso es que metiera esa excusa pues bien que nunca le importó dejarlo a él con nueve años solo en la casa, por lo que TaeMin nunca había sido un problema tampoco —. ¡Oh, claro! Crees que porque pagas los gastos puedes hacer lo que quieras, ¿es eso? ¡Pues estás bajo mi techo y mis reglas, Lee JinKi! ¡Te crees igual que tu padre! Siempre abandonando a su familia para estar en la calle.

JinKi odió que se metiera con su padre. ¡El Señor Lee era la persona que JinKi más respetaba y adoraba en el mundo! ¿Cómo podía calumniar sobre su padre? ¡Ella era la vil mujer! Ni siquiera sabe cómo es que un hombre tan bueno como su padre terminó con una víbora como ella.

Y pese al torbellino de pensamientos, JinKi no dijo nada.

—¡¿Por qué no me respondes?! ¡¿Te burlas de mí acaso?! ¡Claro! ¡Tú, mocoso insolente! ¡Quieres hacerte pasar por listo! Nunca he estado orgullosa de ti y jamás lo estaré, ¿me escuchas bien, Lee JinKi? ¡Jamás! Porque para empezar siempre has sido una desgracia para mí. ¡Tú y tu padre arruinaron mi vida igual que ese mocoso que vino después!

—¡Ya callate! ¡JinKi es muchísimo mejor persona que tú, vieja asquerosa! ¡Tienes suerte de haber dado a luz a alguien como él!

El sonido seco de una cachetada se escuchó precedido del cuerpo de TaeMin tumbándose al suelo con la mejilla roja e hinchada por el golpe que llegó tan rápido que ni pudo evitarlo. Incluso le había maltratado las encías y ahora tenía sangre saliendo de su boca.

Algo era seguro.

Podían molestar, insultar, agredir y demás cosas a Lee JinKi, pero nunca, NUNCA podían hacer lo mismo con Lee TaeMin.

Pasó demasiado rápido, un grito, un golpe y él saliendo de la casa con su hermano en brazos.

—¿¡Qué narices te pasa!? —gritó —. ¡Le vuelves a poner una mano encima y te las verás con el Departamento de Bienestar Familiar! ¿¡Me oíste!?

Al ver a JinKi de aquella manera, la mujer lo empujó pero no causó mucho efecto. Él fue por TaeMin y haciendo caso omiso de los gritos sin fundamentos de su madre, salió de su casa y ya en el recodo de su vecindario que dividía la carretera de su calle, dejó a TaeMin y marcó a la única persona que podía ayudarle.

—KiBum, necesito tu ayuda...

El menor no dudó, empezando con que tras ser esa la primera frase que JinKi soltara al llamarle, su tono era de suplica, molestia, coraje. JinKi era su mejor amigo, lo conocía desde que era niño, desde antes de que su padre muriera, haría lo que sea por él.

Maniquí ♡ jongyu¡! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora