Jin ha tenido que reunir valentía durante toda la semana, pero finalmente lo ha hecho: ha tomado una decisión respecto a su situación.
Las manos le tiemblan ligeramente cuando vierte el té en las pequeñas tazas azules que su madre le regaló hace algunos años, cuando se independizó. Todavía las conserva en buen estado, pero ni siquiera el orgullo de haberlas cuidado le impide deshacerse de la sensación actual. Quiere hacer más tiempo, ocuparse de otras cosas, fingir un tema alterno de conversación. Tal vez debería abrir las galletas que compró en el supermercado la semana pasada y acompañar el té con ellas... no puede.
La idea de no ser determinado lo hace sentir cobarde, le hace querer retroceder.
Su presencia es algo que no puede simplemente ignorar, incluso si está en la sala y no lo está viendo. La tensión en el ambiente también es algo que no está en discusión, como si el otro supiese a qué ha venido. La idea refuerza el sentimiento de inmoralidad, de lo que ha sido y hecho en el último tiempo.
Jin ha tomado una decisión, pero se siente abatido.
Debería ser diferente, debería saber a libertad.
No lo hace. En el fondo, el azabache sabe que se ha quedado con las manos vacías.
Él no tiene nada.
─Aquí ─murmura, dejando la taza en la pequeña mesa de madera que ocupa el centro de la habitación. Ken lo mira de reojo, su expresión facial es seria, pero extrañamente relajada─ ¿Quieres galletas?
Es su último intento por evadir lo que ha querido hacer desde el día en que se enredó en todo ese lío. Tal vez las cosas hubiesen sido distintas si no se hubiese dejado llevar por falsas esperanzas, tal vez... Podrían haberlo sido si no hubiera arrastrado al otro a un vínculo que no tenía futuro alguno, si hubiera esperado, superado...
Enfrentarse a él es lo único que puede hacer, al menos por ahora.
─Siéntate, Jin ─dice el chico, frotando sus palmas juntas─. Necesitamos hablar y no tengo mucho tiempo.
No tiene más remedio que asentir, con los nervios corrosivos invadiendo cada parte de su cuerpo y sus manos todavía temblando. Las esconde tan rápido como puede, negándose a la idea de que el otro pueda verlas. Va a hacerlo, jodidamente tiene que hacerlo sin importar qué suceda.
─No puedo seguir con esto ─dice despacio.
Sus ojos se clavan en los de Ken mientras trata de hallar algo. Allí no hay nada más que tristeza, tal vez decepción. A Jin le gustaría que su reacción fuese otra, que la rabia hiciera presencia,que lo orillarse a gritarle, a darle un golpe. A pesar de que las palabras han sido pronunciadas, el azabache se niega a contar toda la historia. No puede, el no quiere hacerle daño de ese modo y tampoco es lo suficientemente valiente para hablar de Namjoon sin sentirse como una completa mierda.
Su mente se llena de imágenes que le destrozan el corazón y Jin hace un esfuerzo enorme por apartarlas. Sobre todo, porque sus ojos han comenzado a picar con los recuerdos y no quiere llorar más. Él ha estado llorando todos los días y no es un buen momento para hacerlo cuando debe terminar con Ken.
─Yo... yo sabía que esto iba a pasar ─interviene el pelimenta, tomando la taza humeante para acercarla a sus labios─. Y está bien, Jin. Supongo... que es lo mejor.
─Sí ─asiente con la cabeza, aún demasiado nervioso para exhibir sus manos─. Quiero decir, fue bueno, pero no sería sincero de mi parte decir que las cosas entre nosotros van por buen camino. Aún te quiero, pero esto no va a funcionar.
El chico también asiente, pero la tristeza deforma sus ojos cuando los vuelve brillantes y mucho más pequeños. El sofá en el que está sentado lo hace lucir pequeño. Pequeño en su elegante traje de negocios y rodeado las pertenencias de Jin. Se ve extraño, como un foráneo en medio de lo desconocido. Como una pieza sometida a la presión de encajar.
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Las flores del cuarto piso - Namjin
FanfictionJin es un joven mesero de 25 años que ha mantenido encuentros nocturnos desde hace algunos meses con su vecino del cuarto piso que es florista, y cuyo nombre es Namjoon. Jin sueña con flores en forma de regalo, pero anhela muchísimo más que su amor...