Las flores del cuarto piso - Namjin

Capítulo 25

La casa de los padres de Jungkook tiene puertas en madera y un amplio patio con una gran vista. Está ubicada en una bonita zona residencial a las afueras de Busan, lejos de los edificios y de la contaminación de la ciudad.

Jeon Yeong-Gi, el padre de su amigo, es un hombre agradable y divertido. Verlo a él es encontrarse con una copia casi idéntica de un Jungkook a futuro. A Jin le había hecho bastante gracia el hecho, sobre todo porque a su amigo le fastidia que se lo recuerde. Hang Iseul, su mamá, es la ternura y paciencia en forma de mujer. Además de ser hermosa, tiene los ojos soñadores de Jungkook. También hace los mejores postres del mundo.

Jin levanta la vista hacia los árboles congelados que rodean el patio trasero de la casa y la opresión vuelve, claro que vuelve. El frío del clima lo obliga a permanecer cubierto por varias mantas y tomar chocolate caliente, aunque esté ha permanecido intacto desde que la mamá de su amigo se lo sirvió. 

Puede percatarse de que la temperatura de la bebida no es la misma de antes, más el hecho lo tiene sin cuidado. Casi todo lo tiene sin cuidado últimamente. 

Crisis.

Pese a que han transcurrido algunos días desde su llegada a Busan, Jin ha tenido que afrontar varias cosas para llegar a ese punto, al de la definitiva quiebra. Fue consciente de ello desde el momento en que dejó de valerse por sí solo, cuando la ruptura con Ken desencadenó una serie de situaciones desfavorables que terminaban con su cuerpo acostado en la cama por días y los ojos terriblemente hinchados de tanto llorar.

Espera que pase, que vaya disminuyendo, aminorándose con el paso del tiempo. Lo ha hecho, un poco. Jin debe reconocer que contar con el apoyo de la familia ajena le ha proporcionado algo de tranquilidad, pero, sobre todo, de distracción. Ha hecho cosas varias últimamente, como ayudar a la señora Iseul en la cocina y aprender recetas. En la noche, a la hora de la cena, la compañía de Yeong-Gi le resulta necesaria, al igual que sus chistes flojos, a los que solo él y el azabache les encuentran gracia.

Es bueno mientras están ellos, pero cuando vuelve a la soledad del cuarto de huéspedes, que fue antes la sala de estudio del menor, retorna la crisis y con ella, los bonitos ojos de Namjoon.

Incluso si se ha hecho más llevadero, todavía es inevitable.

Jin observa los pequeños copos de nieve posarse en las ramas de los árboles y vuelve su vista a Jungkook, que duerme tranquilamente al otro lado del sillón. Sabe que lo que tiene, que si los sentimientos lo agobian demasiado hasta hacerse insoportables, él todavía puede despertarlo y contar con su compañía. Lo sabe porque es lo que han estado haciendo en los últimos días, cuando el mayor abandona el cuarto de huéspedes en medio de la madrugada, y se mete bajo las mantas de Jungkook para demandar abrazos y palabras reconfortantes.

Tiene efecto, lo tiene cuando no se siente solo y el otro le hace creer que lo está haciendo bien. Es un paso, Jin quiere creerle también, incluso si extraña las flores en medio de los días fríos.

─La idea del chocolate caliente es que lo tomes caliente ─menciona una voz tranquila a su lado. Las comisuras del chico se elevan cuando gira la cabeza y la mirada dulce de la mamá de su amigo se posa en él.

─Lo siento ─menciona, tomando la taza entre sus manos─. Sólo pensaba.

Ella pasa una mano cariñosa por el cabello de su hijo, antes de tomar asiento frente a ellos. Lleva un delantal azul pastel encima de la ropa, que usualmente usa para estar en casa, y algunos mechones suaves le caen por la frente. Se ve hermosa, pese a los años transcurridos en su piel y sus ojos llenos de experiencia.

─Eso está bien, cariño ─vuelve a decir la mujer─. Al menos ya no miras los árboles con tanta tristeza.

Jin la observa y encuentra la complicidad en su mirada. Va a matar a Jungkook por contarle, pero luego, cuando despierte.