Capítulo 29.

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Noto calor en mi espalda y un peso encima de mi cintura. Me remuevo intentando averiguar qué es pero no me hace falta mucho para saber que es SJ. Tiene su cuerpo completamente pegado al mío. Me he acostumbrado demasiado rápido a estar con él todo el día, a que me abrace cada dos por tres, a sentir su respiración en mi cuello.

Me doy la vuelta lentamente para no despertarle intentando no moverme mucho y cuando estoy frente a él está con los ojos abiertos. Fracaso total.

-¿Te he despertado? –me muerdo el labio inferior.

-No hagas eso –pone su mano en mi barbilla y con su índice ejerce presión para que suelte el labio –No, me he despertado hace un rato pero no quería moverme para no despertarte.

-No hubiera pasado nada. ¿He dormido mucho?

-No, solo media hora.

-Genial. Voy al baño un momento –me incorporo en la cama y SJ se coloca detrás de mí. Coge mi pelo con una mano y lo pone sobre mi hombro izquierdo. Se acerca a mi cuello y deja un beso húmedo en él. Se me eriza la piel al instante, como si tuviera un piloto automático que se activa con tan solo un roce de él. Echo la cabeza hacia atrás para dejarle más acceso –Para, por favor –gimo cuando muerde esa zona.

-¿Por qué? –pasa sus manos por mi cintura acercándose más a mí. Apoyo mis manos en sus rodillas para intentar levantarme, cosa que no logro llevar a cabo ya que él ve mis intenciones y ejerce fuerza presionando contra sí mi cuerpo.

-Porque no es nuestra casa y porque en cualquier momento puede entrar alguien por la puerta –mi voz apenas se oye debido a los escalofríos que SJ provoca subiendo las manos por mi cuerpo. Cuando posa una encima de mi pecho clavo mis uñas en su rodilla –SJ.

-Estoy deseando llegar a casa y hacerte mía una y otra vez.

-Claro, con mis padres, mis abuelos y tu padre andando por ahí –río y giro la cabeza para mirarle.

-No me refería a esa casa. Me refería a mí casa. Ahí nadie nos molesta ni nos ve ni nada de nada –deja un beso en mis labios.

Agacho la cabeza y miro mis manos que ahora están entrelazadas con las suyas. Eso es lo que yo no quiero, volver. Le voy a echar de menos. Demasiado para mi gusto. Él se está volviendo una adicción para mí. Sus sonrisas, sus abrazos, sus tonterías... todas esas cosas que parecen tonterías para mí son lo mejor del mundo en estos momentos. Y me encanta que esa parte solo podamos disfrutarla los que de verdad le queremos. Porque pese a que sea un tío duro y frío a la hora de hacer un negocio no quita que luego sea atento y cariñoso con nosotros.

-¿Qué pasa Darlene? –pega su frente a la mía.

-Nada –sonrío con pena –Es solo que te voy a echar de menos. Me has acostumbrado mal en estos pocos días. Me has acostumbrado a tus risas, tus tonterías, tus abrazos. A verte pasar por delante de mi puerta disimuladamente cuando ambos sabemos que lo haces a propósito. Me he acostumbrado a tus besos, a tenerte a mi lado las 24 horas del día y aun así se me hacen pocas –pone su mano en mi barbilla y ejerce fuerza haciendo que levante la cabeza para mirarle. Se acerca a mi oído.

-Te voy a secuestrar –su voz ronca hace que se me erice la piel. Ese sonido tan familiar me vuelve loca. Consigue que mi cuerpo se active y haga que le desee. –En verano te voy a llevar conmigo a donde tú quieras. Tú elige el lugar que yo me encargo de que sea inolvidable. No te va a faltar de nada mi pequeña –su aliento roza mi cuello haciendo que un escalofrío recorra mi cuerpo por completo.

Pero de aquí al verano pueden pasar muchas cosas. Y reconozco que me da miedo. El hecho de que por una cosa o por otra esto puede acabar me aterra. Solo de pensarlo un vacío se instala en mi pecho y la agonía de no verle o no saber de él acaba conmigo lentamente. Ha pasado poco tiempo pero ha sabido grabarse a fuego bajo mi piel, en mi corazón. En un lugar en el que nadie ha estado jamás, el mismo que no creo que nadie pueda ocupar nunca. Porque si ese día llega, si ya no le vuelvo a tener en mi vida, al menos ese vacío y su recuerdo permanecerán en mí. Me quedaré con los buenos momentos, sus sonrisas, sus tonterías e incluso con nuestras peleas. Me quedaré con él aunque solo sea en mi memoria, como parte de una historia que acabó pero que fue inolvidable.

El frío también quema.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora