CAPÍTULO 2

514 41 10
                                    

Canción:  Darkest Day - Save yourself

×××

La casa está en completo silencio y con una carga inimaginable e inaguantable ¿Quién iniciará la palabra? No tengo idea. Sigo inmóvil, viendo la impresionante faceta de Adam.

—Cuánto tiempo ha pasado, ¿qué ha sido de ti? —silencio. El sudor recorre mi espalda a causa del frío impacto. Me digo lo mismo, cuánto tiempo ha pasado—. Por lo que veo no estás dispuesta a hablar así que iré al grano ¿Podemos ir a tu habitación?

Esa pregunta suena tan sencilla, pero me ocasiona un ligero temor, temor del pasado ¿Qué se supone que haremos arriba? No tiene lógica. Podemos charlar aquí ¿No? Ya no quiero esconderme, ya no. Dicha respuesta debería facilitarme el trabajo de no desconfiar en los demás...Debería.

—N-No —torpemente, titubeo. Adam suelta una profunda pero sutil carcajada.

—Hasta que por fin sueltas la boca —articula, con tranquilidad. Cierra el libro y lo devuelve al sitio de donde lo sacó, el pequeño librero de mi padre—. No quiero dañarte, solo quiero hablar respecto a...ya sabes qué.

—Lo que tengas que decir aquí te escucharé.

—Vamos Samara —sus ojos marrones dan un vuelco—, a estas alturas no deberíamos actuar con rodeos. Tus padres no tienen ni idea de lo que te está pasando y es mejor que sea y siga así —niego, suspira pesadamente— ¿Hay algo con qué pueda convencerte? —comienza a rondar, manteniendo su distancia, circula examinándome de pies a cabeza— Qué idiota, como no se me ocurrió antes ¿Te importa tanto la vida de Jonathan Denson como para que accedas a mi pedido de ir a tu habitación?

No hay más que decir. Mis sensores de alarma se activan a penas oyen ese nombre que hasta hoy siguen extrañando a su dueño. Con los labios sellados voy a la entrada y lo hago salir. Con una seña con la mano le indico que me acompañe al segundo piso, donde mi habitación nos espera.

—Tu casa es muy grande —halaga, sin preocupación. Asiento con el nudo en la garganta, y es que no resistí la ácida amargura de sospechar sobre Jonathan. Concluimos las escaleras y avanzamos— ¡Wao! Siempre quise una habitación con una gran ventana, vaya suerte la tuya —indica con lujo en sus ojos. Solo han transcurrido meses y lo encuentro diferente a como lo conocí por primera vez. Ha mantenido su rutina física y la misma postura recta a pesar de que no esté trabajando. Por cierto, ¿qué estará haciendo ahora que no trabaja para la señora Sandra? A toda costa evito que husmee el cajón donde resguardo la nota de anoche.

—Siéntate —le señalo los pies de la cama.

—Descuida —se dirige a la ventana—, aquí estaré bien —deja caer el peso de su antebrazo sobre el borde de la misma y tuerce la boca—. Debió ser muy duro vivir estos meses lejos de todo.

No tengo ni la mas remota idea de qué hacer. Estar sentada no es la mejor opción, ya que no quiero engañar aparentando tranquilidad cuando por dentro estoy ansiosa por saber del ojigris; incorporada sobre mis propios pies tampoco lo creo conveniente, puesto que la frialdad abraza mis extremidades y no espero tener una caída al suelo por llevar la incontrolable presión baja.

—Y... todavía continúa —articulo con lentitud y pesadez. Me cuesta remover mis labios para decir una sola palabra ¡¿Dónde está Jonathan?!

—Esto tomará tiempo, toma asiento —me señala la cama—, y podré decirte todo lo que debes saber.

Como si de una máquina se tratase mi cuerpo obedece y mi trasero siente la fibra del colchón hundirse. Por fin voy a saber sobre el hombre que hizo de mi vida el inicio de un titánico desastre y que terminó, por cada vez que me metía en líos, salvándome la vida. Ya no me siento culpable por haber aceptado la orden de alejamiento, era lo mejor para los dos. Por mi parte para intentar superar y reparar todos los daños por los que he pasado y he hecho pasar a mi familia. Y por parte de él, le concedí la libertad, aunque sea lejos de mí, para que pueda disfrutarla sin ataduras ni venganzas que saciar, ni recuerdos que lo persigan durante sus pesadillas o durante el inapetente día. Además, una dolorosa lección para cada uno: el habernos enamorado en medio de un problema que ninguno de nosotros, ni el resto de nuestros círculo social y familiar, sabía que costaría la existencia. Nadie nos obligó, pero cuando quise reaccionar ya era tarde, cuando reaccionamos fue tarde; Ratchel desapareció de nuestras vidas dejando su única esencia en nuestros pensamientos y corazones, Liz seguiría en coma y los doctores sin darnos noticia alguna, Patrick terminó yéndose a España para cobrar venganza, mi madre no quiere saber nada de mí y de Jonathan... solo sé que se quedó con Adam. Bueno, hasta ahora.

ME PERTENECES II : MI OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora