CAPÍTULO 7

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(Disturbed- Reason to fight)

×××

A dos días... (Viernes)

Una vez terminaron los entrenamientos me dispongo a correr a los servicios higiénicos; en la cafetería comí de más, mi estómago no estuvo preparado para todo lo que ingerí y ahora estoy pagando las consecuencias con los torcijones intensos. Hace un rato dejé mis cosas en los casilleros y debo ir por ellos si quiero salir, no puedo confiarme en el trío con el que discutí esa mañana.

Estamos a pocas horas de la salida. Ingreso a los vestidores tan aliviado y vacío –de nuevo tengo hambre-, y tal como lo predije mis cosas no se encuentran en mi pequeño cubículo. Lo que me indigna es que han forzado la cerradura con una especie de instrumento que sacara el candado y quitara lo que había adentro. Sin embargo, lo que más me retuerce el estómago son las hojas que Samara olvidó llevar temprano. Estaban en mi mochila.

Son pocos los alumnos que están al otro lado, pero eso no evita que salga del pequeño lugar y los observe con acusación.

—Hablen —una espesa corriente circula por cada fibra de mi cuerpo.

No tengo tiempo para rodeos, debo movilizarme y mantener contacto, y sin ese valioso documento no podré lograrlo. Mi mirada se pasea por cada ya conocido rostro, pero ninguno se digna a abrir la boca. Unos chicos de características flácidas y "nerds" tiemblan como niños sobre las bancas, otros se recargan en la pared aparentando serenidad, pero sus manos que se ajustan con fuerza dentro de sus bolsillos los delatan y los últimos dos grupos en la parte de al fondo de las duchas apenas me oyeron continuaron charlando entre ellos.

Con razón el silencio tan cargado cuando entré.

—Estoy siendo benevolente. Por favor, díganme quién las tiene —elevo el tono de mi voz para captar su atención, algunos se dignan a solo oírme y otros ni se atreven a girar.

Estoy empezando a enfurecerme.

Calma Adam, no estás en el ejército, son como niños a tu lado.

—E-Entrenador... —¡Por fin! La débil voz de uno de los chicos a quien logro reconocer, aquel rubio que –por así decirlo- rescaté del trío de idiotas, me llama temblorosamente.

Me acerco y me agacho para estar a su altura ¿Eso que tiene en la mejilla es un moretón?

—¿Sí? —automáticamente quiere cubrirse la mejilla, pero cojo su muñeca y la aparto.

Relajo mis facciones para no intimidarlo, quiero que entre en confianza, no quiero que se sienta forzado a tener que hablarme, aunque el golpe en su rostro hace que piense que está tomando un gran riesgo por tan solo dirigirme la vista o la palabra.

—Si hago esto es porque... —traga saliva, nervioso— mañana dejaré de asistir a la universidad, por lo que estoy fuera de peligro si digo dónde están sus objetos —me tranquilizo, estoy admirado por su valentía. A pesar que él ya vivió en carne propia lo que es ser víctima del bullying prefiere decir la verdad a que alguien más salga perjudicado. Gran ejemplo que pocos quieren hacer, y por obvias, o comprensivas, razones. Tómelo como un agradecimiento.

Dibujo una sonrisa con añoranza. Hombres como él deberían seguir permaneciendo en estos lugares y no yéndose al refugio de sus miedos. No puedo permitirlo.

—Te escucho.

—Aidan y sus amigos e...e... —balbucea sin éxito de concluir la oración.

Descanso mi mano en su hombro.

ME PERTENECES II : MI OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora