CAPÍTULO 6

500 34 33
                                    

A tres días... (jueves)

JONATHAN

Un exquisito aroma a pan recién horneado se aloja en mis orificios nasales y la pereza por levantarme a ver de dónde viene me hace abrir los ojos. Al parecer no he dormido nada. A cada paso que voy, ya sea para ir de la cama al baño y de salir hasta llegar al armario, siento que cargo un camión sobre mi espalda.
Con esta ropa casual para este día de mierda me veo estupendo, nótese el sarcasmo. Luego de mi limpieza y cambio matutino voy hasta el primer piso. Desde aquí observo a esa chiquilla haciendo uso de mi cocina ¿Y quién le dijo que podía meter sus manos en lo que no es suyo? Atrevida. Estoy a punto de explotar, estoy muy enojado. Solo yo puedo hacer lo que me plazca porque es mi casa, y para empeorar mi estado de ánimo, ni si quiera tuvo la amabilidad de preguntar.

—Oye —fuerzo la voz para ser escuchado. Ella da un respingo y voltea con una sonrisa— ¿Cuál es tu nombre?

Camino firmemente al comedor. Su rostro no demuestra miedo ni culpa, sigue teniendo esa maldita sonrisa como si mi molestia no le hiciera efecto.

—¿Ayer no te lo dije? —pregunta con sorna y con la intención de volver a lo que hacía.

¿Cree que soy un idiota?

—Dime tu nombre.

—Dayne —dice sin atreverse a darme la cara y a tararear una canción.

¿Pero qué se ha creído?

—Dayne, ¿me puedes decir quién carajos te autorizó par que utilices mi cocina? —a lo anterior esta vez logro conseguir que su cuerpo se tense y tenga las agallas de dejar todo lo que hace.

—S-Solo preparaba el desayuno...

—Estoy siendo claro, ¿con...qué...permiso? —pregunto lentamente. Sus labios permanecen sellados— Estás en mi casa y hasta en los pocos minutos que te quedan por prevalecer en ella debes respetar, no tocar cosas ajenas.
 
De pronto Dayne entra en razón y asiente bajito. Cuando pienso que va a retirare y a darle espacio a la soledad extrae del horno una bandeja con un biscocho sobre una base circular.

Woh... Admito que huele espectacular, a vainilla. Cuánto tiempo habrá transcurrido en...  
Deposita el objeto sobre la mesa y se sienta.
¿Acaso no quiere retirarse después de la llamada de atención que cabo de hacerle? No teme, no se queja, no ha reaccionado como imaginé.

—Perdón, apenas termine me iré de su casa.
Me tranquilizo cuando oigo esas palabras. Lo que más anhelo es estar solo.

—Mas te vale —advierto, tomando asiento.

El alimento triturado, gracias a nuestros dientes, es el único sonido que se oye, ni ella ni yo emitimos palabra alguna. La mesa es tan grande como para nosotros dos. Debería de hacer uso de mi corazón y tratarla como se lo merece; vino muy dañada y el que yo empeore su situación es lo último que debe necesitar. Sin embargo, tomo un gran riesgo de tenerla aquí. Y para ser franco no tengo un buen presentimiento desde que la vi anoche a través de mi puerta mientras hablaba con Sam.

—¿Y trabajas? —su voz me quita de mis rodeos mentales.

Dejo de ver un punto fijo y hago a un lado mi biscocho para responder.

—¿Por qué debería de responderte? 

De miles de preguntas ha escogido exactamente esa. No me voy a confiar.
Relaja sus facciones y prosigue con su desayuno sin mirarme a los ojos. Su silencio me tortura ¿Quién es ella?

—Solo es curiosidad ¿Nunca le ha pasado que cuando conoce a alguien quiere saber, aparte de su nombre, lo poco que suele hacer? Ya sea qué profesión estudia o si trabaja, con quién vive, qué hace por la vida.

ME PERTENECES II : MI OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora