Pequeño adelanto...

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—¿Adam? —preguntó esa voz tan familiar.

—Sí, ¿dónde estás ahora? —como siempre tan directo y sin preámbulos que lo hagan esperar.

—Gracias tío, también estoy muy bien —irónico, respondió Patrick—. Me encuentro en la capital buscando a Trevis, me dijeron que su última ubicación fue aquí, ¿por qué?

Una carcajada profunda se disparó desde la garganta de Adam.

—Deja de indagar, no lo encontrarás.

—¿Y qué te hace deducir aquello? No me voy a rendir hasta arrancarle cada uña, cada parte de su cuerpo, cortar su lengua, sacarle los ojos...Haré que sufra por lo que le hizo a mi madre —rugió contra el teléfono y al rato estampó el plato del que estaba comiendo hacia la pared—. ¡Ya dime qué cojones quieres! No tengo tiempo para tu sarcasmo.

—Créeme...Tendrás más ganas de desollarlo cuando te diga dónde se halla realmente...


En otra parte del país...

—¡Me vas a responder Samara! ¿Quién mierda te dio estos papeles? —explotó la madre de la casa sacudiendo las hojas por el aire— ¿No vas a responder? —su rostro se reflejó fuera de sí. No aparentaba estar dentro de su dominio. Nervios, demencia, desquicio, trastorno...Samara no sabía cómo calificar a su madre en esos instantes.

Mabel ya no era la misma al ver que sus planes fueron desechados por su propia hija.

—Ma-Madre... Cálmate, tenía que hacerlo...

—¡¡NADA!! No eres nadie para entrometerte en mis asuntos, si tú no pudiste deshacerte de ese mal nacido yo lo haré, ¿entendiste? ¡Eres una cobarde, una miedosa! ¡Me das asco! Por suerte no estoy sola, esto se terminará pronto, quieras o no.

—N-No...espera... ¿Por qué lo ha-ces? —sollozaba.

Mabel se quedó muda, pues no quería revelar la relevante razón.

—Te quedarás aquí hasta que mi tarea se finalice ¡¡He dicho!!

El psicólogo de la casa, el padre, no pudo evitar escuchar todo a través de la puerta. Segundos después, sus ojos atrapan a su esposa salir del cuarto de su hija y encerrándola asegurando el pestillo. Los golpes y gritos de Samara lo desesperaban con dolor y amargura, la impotencia lo golpeaba a pedradas sobre su piel, se le quemaba el corazón al asimilar que su familia estaba siendo destruida por su propia esposa.

Ya no sabía qué más hacer ¿Seguirla apoyando? O defender a sus hijos de lo que su esposa acaba de convertirse...


En casa de Valezka...

—¡Ya no me ocultes nada y dime la verdad! —vociferó la ojigris.

Zoe, cruzada de brazos y piernas, contestó:

—Solo hice lo que debiste hacer desde antes. Además, si no hubiera sido por mí no estarías aquí y no sabrías la verdad.

—¿De cuál verdad hablas? —se cogió los cabellos y los estiró hacia atrás. Comenzó a entrar en nervios. Se acercó a la ventana por un poco de aire.

—Esa chica de la que todavía sigues templada ¿Por qué no entiendes que no quiere saber nada de ti? —Zoe se puso de pie— Me tienes aquí y tú sigues arrastrándote por esa zorra.

Valezka se giro como el exorcista y arremetió contra la morena. Una jaloneada de cabello y dos cachetadas que la tumbaron al suelo no fueron suficiente para desquitarse con la ira que se introdujo en su ser apenas oyó ese calificativo hacia Samara.

—No te permito...que hables así...de ella —ralentizó cada palabra que salía con advertencia, veneno y cólera. Su pecho subía y bajaba con rapidez.

La morena no tenía escapatoria, sabía que si tenía que estar a la mano de Mabel no podría estropear la cercanía de su enamorada.

—Está bien, está bien... —se cubrió la cara para protegerse de los golpes— Yo fui la que le dijo todo eso aquella noche, por eso se alejó de ti.

—¿De qué hablas?

—El mensaje.

—¡Tú me mentiste!

—No mi pequeña, aquí las dos somos las mentirosas...


Una noche en ese edificio...

—Ya tengo todo listo —aseguró Jonathan.

—Bien, repasemos —empieza a contar los objetos— ¿Cuchillos?

—Listo.

—¿Granadas y armas?

—Listo.

—¿Dinero?

—De sobra.

Esta sonrió y negó con la cabeza.

—¿Implementos de escala y de espionaje?

—Listo.

—¿Cuerdas y radios?

—Listo. Vamos, ¿seguiremos así toda la noche? —alzó la voz el ojigris, viéndola con aburrimiento.

—Espera... ya termina compadre —viene el otro con la maleta en mano— A ver... ¿qué mas falta? —ojea el listado de su compañera— ¿Es en serio? ¿Condones?

Jonathan ladeó sus labios con malicia traviesa.

—¿Qué? No crean que no habrá acción cuando tenga a Samara conmigo sana y salva.

Los dos chicos, uno de sus mejores agentes y colegas: Any, pelirroja y muy hermosa; y Cody, piel canela y buen aspecto; se mostraron optimistas, se miraron y rieron. Después de tanto tiempo Jonathan los llamaba para jugar con eso de resolver casos. A penas oyeron su trato sin pensarlo aceptaron de inmediato, y no tanto por la recompensa, sino para recuperar el tiempo perdido de tantos años de cercanía y acción.

—Acabemos con esa desgraciada y sus perros.

—Adam nos estará esperando en el hotel, cuando lleguemos a Alemania lo llamaremos y nos reuniremos.

—¿Allá saben quién eres?

—No muchos Cody, solo no debemos ser visto por estos tipos —enseñó en la pantalla de su móvil la foto de cada uno de los que trabajaban para Mabel—. Espero que Adam siga teniendo los documentos, los necesitaré sí o sí...

ME PERTENECES II : MI OSCURIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora