~Capitulo uno~

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Pintura salpicada en la pared y revuelta en el suelo. Pinceles, lápices, hojas arrugadas en bolas medianas mal hechas. Todo eso tenía a mí alrededor, más el aire tenso y devastador. ¿Una flor? ¿Un animal volador? ¿Una puerta? Todo era simplemente ridículo y absurdo para trazar en mi cuaderno.

Deje caer mi cuerpo en la, ahora incomoda cama donde rara vez dormía, y un suspiro salió de mis labios. Todo era simplemente frustrante, estúpido y sin gracia. Cada intento de dibujar era en vano, todo terminaba en la cesta de basura que ahora estaba al tope. Mi cuaderno, sin ningún dibujo hace semanas estaba abierto, en una hoja en blanco, que tal vez nunca sea ocupada.

Di un grito que inundo la habitación en donde me encontraba y tire de mi cabello. La ira había alcanzado un límite mas allá del que ya tenía. Tome el cuaderno y lo lance sin poner atención a donde cayera o que golpeara.

Un ruido ensordecedor me sobresaltó, el ruido que había provocado mi pequeña rabieta contra la ventana. Me dirigí hacia ella y corrí la cortina, dejando ver la espesa neblina que habitualmente caía a las cinco de la mañana.

La calle estaba sin personas en ella, todo deshabitado, como si no existiera nadie más que yo y mis problemas. Y tal vez lo que necesitaba era dejar mis problemas en mi casa y salir por mi cuenta, solo.

Tome un abrigo y me coloque un gorro de lana. Me detuve y voltee a ver mi habitación. Un desastre total que más tarde debería arreglar. El cuaderno, ahora cerrado yacía en el suelo. Lo levante y lo lleve conmigo junto con un lápiz. Estúpidamente lo que más me frustraba y acumulaba estrés durante las últimas semanas, era lo que más necesitaba.

Salí de casa, guarde las llaves en mis vaqueros y me dispuse a caminar. Sin rumbo alguno, simplemente girando hacia la izquierda. Y por alguna extraña razón, a donde mis pies, el destino, o simplemente la vida me llevaron  fue a un parque. Que emanaba paz por todos lados.

Decidí sentarme en una de las bancas color blanco que adornaban el espacio verde. El panorama era tranquilo, algunas aves se encontraban volando por el cielo. Y fue lo único que pude dibujar. Hasta ese momento.

Estaba retocando la sombra de los insignificantes pájaros en mi cuaderno cuando divise a alguien caminando hacia la banca que estaba a unos metros de mí. Una chica con su cabello atado a una coleta se había dejado caer cansada y exhausta a una similar banca a la que yo estaba. Y en ese momento mi pecho estallo en llamas.

Anonymous Love - h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora