~Capitulo cuatro~

4.9K 403 16
                                    

El centro comercial estaba inundado de personas de aquí allá aquella tarde de jueves. Louis iba a mi lado buscando con su mirada un lugar donde vendieran cosas para fiestas de niñas de seis años, al igual que yo.

Pasaba por locales de ropa, de lana, de cuadros, de zapatos, de ropa, de cds... Pero no veía nada interesante para la pequeña Tomlinson. Louis tironeo de mi brazo y señalo un pequeño lugar con osos de peluche e infinitas cosas de color rosa.

Mirábamos a través del cristal los osos de peluche cuando algo hizo que mirara a mi izquierda, haciendo caso omiso a Louis y su queja de los adornos del oso. En cuestión de segundos mi corazón palpitaba a mil por segundo. Su cabello caía naturalmente, ya no estaba vestida para correr, no tenía una botella de agua en mano ni tenía la respiración agitada.

Estaba ahí, a metros de mi lado izquierdo, viendo a través del cristal del local de alado. Estaba tranquila, observando y contemplando lo que sea que halla en aquella vitrina. Lo vellos de mi nuca se erizaron al momento en que ella decidió seguir su camino, se dirigía hacia mí, pero simplemente camino como si yo fuese otro cristal mas.

Cuando desapareció de mi vista camine hacia donde ella había estado hace unos segundos. Era un local de tatuajes. No eran falsos, la ajuga era real. La tinta era permanente. No había ningún diseño en especial que se pudiese ver desde el lugar en donde me encontraba.

-Hey! ¿Qué sucedió? Estaba viendo aquella horrenda cosa y no volteaste.-Dijo llegando a mi lado.-¿Piensas hacerte otro?-líneas aparecieron en su frente.

Sabía como dolía aquella ajuga. Tenía algunos tantos tatuajes. Ninguno me traía algún mal recuerdo. Algunos tenían significado, otros simplemente los implante en mi piel. Pero no me arrepentía de ninguno de ellos.

Encogí los hombros y seguí nuestra búsqueda. Sin embargo no encontramos nada. En el trayecto a casa Louis no hizo otra pregunta. Mientras conducía, pensaba. ¿Tendría ya un tatuaje en su piel? Y si era así, ¿Por qué se lo hizo?  ¿Qué significaba para ella? Todas esas preguntas dentro de mi cabeza querían una respuesta, pronto. Pero mi corazón se hundió al darme cuenta de que ese “pronto” era un lejano “algún día”.

(***)

Después de dejar a Louis en su casa fui por un café. Había una cafetería no muy lejos de la mía a la que iba tal vez tres veces a la semana. Entre y el sonido de la campana al ser golpeada con la puerta resonó en el pequeño comedor. No estaba tan lleno. Parejas de novios o amigos estaban sentados en distintas mesas. Pero lo que quería era estar solo. De repente la gente feliz comenzaba a fastidiarme.

Me dirigí a una mesa al rincón del comedor, con una bella vista a la calle principal. Un café fue lo único que había pedido. Minutos después, con media taza de café. La gente corría para no ser atacada por la lluvia descontrolada que había comenzado.

Y fue cuando estuve solo cuando comencé a imaginar. Imaginarme a mí con ella en aquella lluvia, ambos empapados y riendo. Besándonos sin temor a enfermarnos. Ella compartiendo sus sueños y tristezas. Yo tomándola en la noche y abrazándola contra mi pecho.

Y fue ahí cuando desperté. Tal vez ella no sabía de mi existencia. Pero trataría de conocerla, deslizarme bajo su piel como ella lo hizo solo con sentarse frente a mí.

Porque de algo estaba seguro. El café no era el que me provocaba insomnio. Era ella y su excepcional belleza. Sin salir a la lluvia, yo ya estaba enfermo.

Enfermo por ella.

Anonymous Love - h.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora