Hazme sentir única

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N. de la A.: ¡Gracias a todos quienes siguen esta historia!

Desde aquí entramos en la recta final del fic. Pero no se preocupen, ya que tengo una sorpresa en el último capítulo :) ¡no haré spoilers!

Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Takehiko Inoue. ¡Gracias por dibujar y escribir una historia tan hermosa!

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Hazme sentir única.

Algunos días después de la celebración que se gestó en el equipo de Shohoku tras vencer a Ryonan en un partido sin precedentes, clasificando al Campeonato Nacional en segundo lugar tras Kainan, Fujii por fin creyó reunir el valor para enfrentarse a Yohei en persona. Le pidió ayuda a Haruko para averiguar cuándo se iba solo al trabajo con la idea de pretextar un encuentro casual y... ¡oh, sorpresa! Entregarle su casaca. Algo que no debería ser tan ceremonioso, pero para ella tenía un significado muy especial.

Por supuesto que Haruko la ayudó de inmediato consiguiendo información discretamente con Sakuragi. Este, como ya se encontraba más o menos al tanto del asunto, aprovechó de comentarle a la muchacha, así como que no quiere la cosa... que tal vez Yohei y Fujii...

—¿Yohei-kun te dijo algo? —exclamó Haruko con los ojos abiertos de par en par.

—Sé que no le desagrada para nada. —Hanamichi soltó unas carcajadas breves y volvió al ataque—. Deberíamos hacer de celestinos con ese par, ¿no crees, Haruko-san?

Claro que a Hanamichi no le cabía duda de que Yohei no lo necesitaba en absoluto si se proponía conquistar a Fujii en algún momento, finalmente, nunca lo habían rechazado cincuenta veces como a él y no era tímido a la hora de desenvolverse con las chicas. No, lo que Hanamichi quería era aprovechar de pasar tiempo con Haruko, aunque fuera con el pretexto de ejercer juntos la honorable labor de Cupido.

La niña pegó un gritito de alegría que le dejó sordo del oído izquierdo.

—¡Estoy tan feliz por Fujii! —Aplaudió con el entusiasmo esperable en una pequeña de primaria—. Tenemos que ser muy cuidadosos, Sakuragi-kun. No quiero que sepan esto, ¿de acuerdo? Promételo. —Le ofreció el dedo meñique con inflexión grave, casi como si fuera algo de vida o muerte.

Hanamichi enrojeció bruscamente al ver que iba a poder tocar nuevamente la pequeña mano de su amor.

—L-lo prometo, Haruko-san —sentenció estrechando aquel minúsculo dedo con el suyo, gigante en comparación.

Al día siguiente de ese importante juramento entre ambos amigos, Hanamichi obligó a Noma, Ookusu y Takamiya en asistirlo con diversas tareas de limpieza dentro del gimnasio de la escuela prometiéndoles una ronda de Pachinko financiada por él (no tenía dinero, claro, pero eso se los diría después). A Yohei lo dejó convenientemente fuera porque tenía que trabajar.

Mientras los demás limpiaban, Hanamichi volteó hacia atrás e hizo un no muy discreto gesto de victoria. Haruko, desde su posición, le sonrió y replicó el mohín.

—Todo está listo —confirmó a Matsui.

—Ahora vamos con Fujii, no vaya a ser que se arrepienta y escape.

Tal y como Matsui sospechaba, su amiga aún no atravesaba la puerta del salón de clases. Como las chicas estaban acostumbradas a sus arrebatos de timidez, fueron empujándola entre las dos y amenazándola de ir ellas mismas a hablar con Yohei si no se dejaba de pensar tonterías. Muy pronto lo divisaron caminando con ambas manos en los bolsillos, llevando el bolso de colegio metido debajo del brazo.

—Mira, allá está Mito-kun. ¡Todo tuyo! —Matsui le dio un último impulso palmeándole la espalda.

—¡Yohei-kun! —gritó Haruko, sobresaltando a la temblorosa Fujii.

—¡Haruko-chan! —respondió el saludo agitando una mano.

«¡Socorro!», gimió internamente la muchacha de cabellos cortos. Adoraba a sus amigas, pero a veces la desesperaban un poquito.

Caminó hacia Yohei retorciendo las manos que sujetaban su bolso, convencida de que Haruko y Matsui iban detrás suyo, pero pronto se llevó el chasco de comprobar que habían desaparecido en otra dirección. Miró discretamente a su alrededor y cuando se convenció de que debía continuar sola, terminó de acortar la distancia con Yohei por medio de pasos robóticos, quedando finalmente a su costado.

—¿Qué hay, Fujii-san? —dijo el joven con su sonrisa habitual.

—Hola... —fue todo lo que pudo pronunciar antes de ahogarse con su propia saliva.

Para la imaginación de Fujii había tres escenarios desastrosos en compañía de Yohei: que la viera llorando, muda de nervios, o atorada. Los dos primeros ya los había vivido y no quería recordarlos; ahora solo deseaba que se la llevara volando un huracán, porque en medio de la salida más concurrida de la preparatoria Shohoku, Yohei la obligó a levantar los brazos mientras le daba unos golpecitos entre las escápulas para ayudarla a recuperarse.

Fujii consideraba todo eso humillante, pero aquel día descubrió que las carcajadas de Yohei podían ser incluso más humillantes. Llevaban recorridas ya dos calles y el hombre no dejaba de reírse.

—¡Tu cara fue lo mejor! —exclamó en una pausa para tomar aire—. ¿Por qué te da vergüenza?, ¡si es tan divertido! —Y siguió riéndose con las manos cruzadas sobre su estómago.

Ella no le dijo nada, mucho más concentrada en dominar su frustración que otra cosa. Le corrían lágrimas por la cara como consecuencia del ahogo y la deshonra... pero cuando dejó su orgullo a un lado y observó bien a Yohei, se fascinó de verlo reír de esa forma que solo había presenciado cuando se encontraba acompañado de Sakuragi y los demás.

Dios, le gustaba muchísimo. Tenía una risa honesta, musical, que contrastaba con su voz habitualmente grave. Y su rostro le parecía perfecto, ni qué decir de lo fuerte que se veía su cuerpo... No obstante, lo que más le gustaba era su franqueza, su bondad y la lealtad que pudo comprobar en él cuando ocurrió el incidente con Mitsui. Dejó de caminar, impactada por descubrir la nueva profundidad que habían adquirido sus sentimientos.

Yohei pronto notó que no lo estaba siguiendo y también se detuvo. «¿La ofendí al reírme tanto?», reflexionó devolviéndose con la cabeza torcida.

—Lo siento, no fue mi intención burlarme. ¿Me perdonas? —Compuso un mohín tan dulce que parecía mentira. Yohei no era consciente de lo persuasivo que podía llegar a ser cuando se comportaba de esa forma.

Como no obtenía contestación, la quedó mirando un momento para asegurarse de que no estuviera muy enfadada con él... y se dio cuenta de que parecía temblar. ¿Por qué? Alargó una mano con la intención de tranquilizarla, pero Fujii dio un paso atrás. Se le descompuso la expresión.

—¿Todavía me tienes miedo? —inquirió apesadumbrado.

Ciertamente. Le temía, pero no en el sentido que creía Yohei. Solo que Fujii aún no se encontraba preparada para explicarle que le daba pánico entregarle su corazón y que se lo hiciera trizas, obviamente sin proponérselo. A esas alturas confiaba ciegamente en que nunca le haría daño a propósito, pero embarcarse en una relación, de cualquier tipo, siempre implicaba un enorme riesgo a salir herido.

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Nos vemos mañana ;)

Amor y felicidad para todos.

Stacy Adler.

Melodía de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora