Desde el día en que te vi...

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N. de la A.: ¡Adoro sus comentarios! Gracias totales.

Disclaimer: Los personajes utilizados aquí son propiedad de Takehiko Inoue. ¡Gracias por dibujar y escribir una historia tan hermosa!

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Desde el día en que te vi...

La comida transcurrió sin sobresaltos, principalmente sazonada con las carcajadas interminables de Yohei que, sorpresivamente, encontraba todo muy divertido en compañía de Fujii. No sabía por qué, pero sus actitudes, sus reacciones y sus comentarios lo hacían reír. Además, podía darse cuenta de cómo iba relajándose en su presencia, aunque fuera poco a poco. Esos esfuerzos de su parte le calaban muy profundo y le animaban a continuar mostrándose tal como era, sin caretas ni máscaras de chico conflictivo.

Ni siquiera notaron el paso del tiempo. Él le contó muchas anécdotas de su época como estudiante de secundaria –la mayoría protagonizadas por Hanamichi–, mientras que Fujii habló de sí misma a niveles superficiales, coincidiendo con él en gustos musicales como el popular grupo X Japan, y también películas, mas no en libros, ya que el muchacho solo tenía debilidad por leer mangas. Su favorito era «Hokuto no Ken» por obvias razones. El de Fujii, «Urusei Yatsura».

Yohei no quería arruinar el buen rato que disfrutaban recordándole el motivo que los había llevado a comer juntos, por lo que no hizo comentarios al respecto. Le gustaba verla así de relajada en su presencia, sabiendo lo mucho que le costaba confiar o dejar su timidez de lado. Decidió que no la presionaría; en cuanto estuviera preparada, escucharía lo que quisiera contarle.

Para cuando pagaron la cuenta a medias, pues Fujii se negó a que él le invitara todo, afuera ya estaba muy oscuro.

—¿En dónde vives, Fujii-san? —Ella le dio las indicaciones geográficas para llegar a su casa—. Es bastante cerca de mi barrio. Vamos, iré a dejarte. —Le hizo un gesto con el brazo—. No debes andar sola a esta hora, ¿vale?

—V-vale...

Caminaron lado a lado en un cómodo silencio.

—Suelo ir a la escuela a pie —mencionó Yohei cuando llevaban un buen rato de caminata.

—También yo... solo tomo el bus cuando está lloviendo, o no quiero pensar.

El muchacho se quedó analizando mucho tiempo esa respuesta.

Aunque intercambiaron pocas palabras de camino a la casa de Fujii, no sentían la necesidad de rellenar los espacios de conversación con observaciones fútiles. Incluso el silencio era bueno para ellos.

Cuando llegaron a la residencia Koizumi, Yohei se dio cuenta de que ella provenía de una familia sin problemas de dinero. La casa era grande, con dos pisos y estaba situada en una parte acomodada del barrio.

Se detuvieron en la entrada. Fujii lo miró alzando levemente el rostro, visiblemente abochornada.

—Yohei-kun... ¿quieres pasar a tomar un té antes de irte? —Apenas consiguió completar la frase de lo nerviosa que se encontraba—. Mis padres no están.

Yohei la quedó viendo fijo como si no comprendiera, hasta que inspiró de golpe y la cara se le puso de todos los colores posibles. Fujii pronto entendió por qué y se llevó las dos manos al rostro, profundamente avergonzada.

—¡N-no es lo que piensas! Yo no... creí... —trató de explicarle temblando de miedo. Ojalá no la hubiera malinterpretado demasiado; su invitación había sido inocente, como si estuviera con sus amigas, olvidando en primera instancia quién era Yohei para ella y lo que podía significar una sugerencia así. Incapaz de seguir mirándolo, le dio la espalda en un intento de calmarse antes de empezar a hiperventilar.

Entonces, el chico soltó una risita que se oyó menos natural de lo común. Se notaba que estaba tratando de calmarse. Fujii volteó a verlo.

—Me gustaría entrar, si tú no tienes problema —le dijo con expresión dulce. Se había dado cuenta de que Fujii ya confiaba en él, por eso lo había convidado a pasar sin más. Le enterneció el gesto.

Ella asintió torpemente y abrió la puerta señalando hacia el interior. Yohei se quitó los zapatos mientras se prendían todas las luces; por dentro, la casa parecía ser mucho más grande de lo que pensó en un inicio. Tenía amplios espacios, habitaciones bien definidas en donde se podía ubicar claramente la cocina del comedor, también encontró una gran sala de estar, y un cuarto de baño. Arriba debían estar los dormitorios más uno o dos baños más. Silbó apreciativamente.

—Ponte cómodo, no tardo —le dijo Fujii pasando detrás de él para correr hacia las escaleras, en donde desapareció.

Yohei volvió a observar todo con más atención. Las paredes tenían el tradicional color marrón, muy común de las casas japonesas, había muchos adornos colocados en lugares estratégicos, cuadros, lienzos de todo tipo, y un rincón en particular que contenía gran cantidad de fotografías. Se acercó a verlas mejor. Pudo identificar a Fujii fácilmente en todas las etapas de su vida, pasando de una tierna bebé a la chica de preparatoria que era actualmente. Había una en particular que le llamó la atención: tres amigas bien conocidas por él, con uniformes de secundaria. Haruko llevaba el cabello mucho más corto, Matsui con un moño alto. Fujii tenía el pelo hasta la cintura, sujeto por un cintillo de color celeste. Las tres sonreían a la cámara, pero solo la última parecía tener una expresión forzada. Sus ojos no reflejaban la sonrisa, se veían apagados, y bajo ellos pudo notar profundas ojeras. Yohei dejó el marco en donde estaba, preguntándose si esa foto era de la época mencionada por aquel profesor. Era bastante probable, ya que dos años atrás estaban en la secundaria.

Siguió avanzando por los diversos retratos de la familia Koizumi. Pronto se dio cuenta de que un chico se repetía varias veces. Cogió una foto de él solo para observarlo bien. Tenía un enorme parecido con Fujii: la misma forma de los ojos y las cejas, y la misma forma de sonreír que en él tenía una inflexión bastante sarcástica mientras que la de Fujii era pura y cristalina; la nariz y el contorno de su rostro también eran diferentes. Concluyó que podía ser un hermano o primo. ¿Qué edad tendría, unos dieciocho tal vez?

Fujii entró a la sala de estar cargando una bandeja con té y galletitas, más que nada por la costumbre pues no habían comido hace mucho rato. Casi se tropezó al ver a Yohei metido hasta las orejas en aquel rincón de fotos que sus padres habían transformado prácticamente en un altar.

—¿Tienes un hermano, Fujii-san? —inquirió él sin mirarla; se había percatado de su presencia por el ruido inconfundible que producían las tazas sobre una fuente metálica—. Este chico se parece un montón a ti. ¿Va a la universidad?

Fujii intentó deshacer el nudo de su garganta al tiempo que depositaba la bandeja en la mesita antes de que se le cayera todo y terminara esparcido en la alfombra.

Tenía un hermano mayor, Yohei-kun —susurró sin apenas mover los labios—. Su nombre era Ginta.

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Nos vemos mañana ;)

Amor y felicidad para todos.

Stacy Adler.

Melodía de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora